POÉTICA Y TRAGEDIA EN ‘LOS INGAR’ DE CARLOS EDUARDO ZAVALETA

abril 7, 2013 a las 12:47 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Creación, Documentos | Deja un comentario
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Con ocasión de la IV  Semana de Literatura Peruana, organizada por  la Academia Peruana de la Lengua, la Casa Museo Ricardo Palma y el Decanato de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM – ejercido por el poeta Marco Martos-  dedicada a la estupenda Generación Literaria de los años 50′, expuse el 1º de marzo, fecha de la clausura y en la compañía del poeta Carlos Germán Belli y el Dr. Oscar Coello, el tema  “Poética y tragedia en la obra Los Ingar de Carlos Eduardo Zavaleta”.

Carlos Germán Belli y  Sonia Luz Carrillo. IV Semana de la Literatura,  Academia Peruana de la Lengua. Lima 2013

Carlos Germán Belli y Sonia Luz Carrillo. IV Semana de la Literatura, Academia Peruana de la Lengua. Lima 2013

Aquí el texto  de mi Exposición:

LOS INGAR,  POETICA Y TRAGEDIA EN LA OBRA  DE CARLOS EDUARDO ZAVALETA

Por Sonia Luz Carrillo

En 1955, publiqué otra novela corta, Los Ingar, la cual me satisface hasta ahora. Sólo puedo hablar de mis intenciones ; por ello diré que esta vez fui guiado por el aura trágica de William Faulkner  ( a quien ya había estudiado en una primera tesis universitaria de 1952, y en varios otros artículos), así  como por las claras y minuciosas enseñanzas  de un ensayo singularísimo : La crítica en la edad ateniense, por Alfonso Reyes. Pero esas influencias sólo sirvieron en torno a un cuadro rural auténtico, lleno de injusticias, vivido por mí en el pueblo de Corongo, Ancash, en los años 30’.. En todo caso, lo que importa aquí es mi intención de exaltar la prosa, perseguir el esplendor verbal, dibujar personajes trágicos mediante monólogos y diálogos, urdir, en fin, una atmósfera de fatalidad, sin olvidar los elementos internos de la narración, incluso alterando adrede el orden temporal. Al lector le toca decir si logré o no mis fines.[1]

 

A partir de estas palabras del narrador peruano Carlos Eduardo Zavaleta, abordamos la novela Los Ingar, cincuentaiocho  años después de su publicación.  En este caso nos apoyamos en  la confesión de propósitos del  autor: Exaltación de la prosa, propio de la novela poética, y dibujo de personajes trágicos. Recogemos  el desafío que nos lanza a sus lectores atendiendo a los aspectos característicos de esta forma de novelar  y a los conceptos clásicos que acerca de la tragedia  expone Aristóteles en su Poética.

Carlos Eduardo Zavaleta es miembro importante de la generación de escritores peruanos que inician su  obra  a mediados de  la década de los años cuarenta, en momentos en que, en varios países de América Latina,  se vive los primeras exploraciones que renovarían la literatura  convirtiéndola en una de las más significativas del orbe en el siglo XX. En el ámbito peruano, Zavaleta es extendidamente reconocido como pionero en la aplicación de las nuevas formas narrativas, como señala  – entre otros – W. Delgado (1980: 159):

“Carlos Eduardo Zavaleta es un escritor poderoso, que ha tenido un gran influencia en la evolución posterior de los géneros narrativos en el Perú. Gran lector de Faulkner y de Joyce, Zavaleta introdujo las nuevas técnicas del relato en nuestro medio, principalmente el monólogo interior. Con este nuevo instrumental  se dedicó a renovar la novela agraria y provinciana, introduciendo en ella aparte de los conflictos sociales, el análisis psicológico profundo de los personajes. Sobre todo en su novela corta Los Ingar, Zavaleta mostró las posibilidades de un nuevo tipo de narración en el Perú, lo mismo que en sus cuentos dramáticos y alucinantes  La batalla y Cristo Villenas.

Este carácter de iniciador de  lecturas que luego estimularían la renovación de la prosa en el Perú  es confirmado por  Mario Vargas Llosa ( 1993: 283) cuando en sus memorias, al dibujar el ambiente literario limeño  de los años cincuenta, pese a calificarlo de “bastante pobre”, recuerda :

“Entre los narradores, el más respetado, aunque sin libro, Julio Ramón Ribeyro, vivía en Europa (…) De los presentes, el más activo era Carlos Zavaleta, quien además de publicar  en esos años sus primeros cuentos, había traducido el Chamber Music , de Joyce, y era un gran promotor de las novelas de Faulkner. A él debo, sin duda, haber descubierto por esa época al autor de la saga de Yoknapatawpha County. ( …) Fue el primer escritor que estudié con lápiz y papel a la mano tomando nota para no extraviarme en sus laberintos genealógicos y mudas de tiempo y puntos de vista… la dislocación de la cronología, el misterio y la profundidad y las inquietantes ambigüedades y sutilezas psicológicas que esa forma daba a las historias.”

En 1955, Vargas Llosa entrevista al autor de Los Ingar para el  suplemento Dominical de El Comercio, y en la introducción  lo presenta como:“ quien con mayor convicción y entusiasmo se ha preocupado de superar el regionalismo, utilizando los temas nacionales, no desde un ángulo meramente local o folklórico, sino atendiendo a su validez universal.” (1995: 9)

Julio Ramón Ribeyro (1992: 118) en su  Diario Muniquense 1955 – 1956 , consigna el día 19 de febrero de 1956, el entusiasmo que le produce la lectura de El Cristo Villenas : “¿ Qué decir de Zavaleta ? Está en posesión de sus fuerzas. Su técnica es admirable. Sus relatos tienen sustancia, espesor. Tocamos en ellos la vida en toda su complejidad.”

Por su parte, Antonio Cornejo Polar (1980: 140), al referirse a  la narrativa de Eleodoro Vargas Vicuña, compañero generacional de Zavaleta, advierte:

“Según sucede en la mejor literatura peruana, en los cuentos de Vargas Vicuña, se advierte una apertura simbólica hacia lo universal, pero, muy visiblemente a partir de un enraizamiento en lo regional y en sus especificidades  socio – culturales. Algunos de los libros iniciales de Carlos E. Zavaleta Los Ingar, o Cristo Villenas, obedecen a una similar motivación, aunque en este caso sea mucho más consciente la necesidad de modernizar los recursos de la prosa de ficción y también muy clara la intención de configurar problemáticamente el entretejido que sólo parcialmente expresa el término mestizaje.”

En el número que le dedica la Revista “La casa de cartón” (1994: 20),  Carlos Eduardo Zavaleta expone los  propósitos  que lo  animaron desde sus inicios y a lo largo de su trayectoria creativa   y nos brinda importantes pistas para ubicar la producción de Los Ingar :

“Mi primer libro de cuentos apareció en 1954. Desde entonces, al publicar, he buscado experimentar con modelos nuevos tanto en estructura como en el estilo del cuento y la novela. La batalla, El Cristo Villenas, Los Ingar, Vestido de luto, Niebla cerrada, Retratos turbios, Un joven, una sombra, no son caprichos de autor. Obedecen a un método de búsqueda en la experimentación. Ser un explorador literario siempre acarrea consecuencias. Unos lo ignoran, otros se asombran demasiado, y a otros por fin les parece poco y piden más. He ahí el destino de un escritor que se niega a escribir dos libros iguales y que se felicita de haber salido del viejo molde del indigenismo para ofrecer nuevos caminos a los autores que han venido detrás.”

Como el mismo Zavaleta ha señalado y la crítica ha confirmado “la variedad de lecturas que iban desde la tragedia griega hasta el existencialismo francés”  aparece desde su primera novela El cínico (1947). Y, como leemos en el comentario que acompaña la primera edición de Los Ingar, esta breve novela es un claro ejemplo de la manera como Carlos Eduardo Zavaleta “sin perder de vista el hombre peruano y su circunstancia vital, ha  buscado en la mejor técnica contemporánea los medios para expresar la compleja  psicología del hombre de estas latitudes y el complicado modo de existencia a través del cual  se da ella en la realidad.”

LA  POETICA EN LA NOVELA LOS INGAR

Es evidente que en toda obra artística la función comunicativa predominante es la poética o estética en el decir de Jacobson[2], en cuanto ella opera polisémicamente, despliega un conjunto de procedimientos capaces de establecer una relación destinador – receptor  de naturaleza especial y se distingue nítidamente de cualquier otro tipo de mensajes. Sin embargo, hay distintos niveles de realización de este lenguaje que podríamos  caracterizar de creación no sólo de significados sino, especialmente de sentidos. Más adelante nos detendremos a observar cómo se cumple el uso poético del lenguaje en la novela Los Ingar.

En primer lugar, es útil precisar  lo que el término Poética entraña para Aristóteles, quien en el primer capítulo de su obra del mismo nombre y como inicial subtítulo nos brinda una sumaria definición: “La poesía es imitación o mímesis”. Luego inicia la exposición:

“Trataremos aquí de la poesía, de su esencia y sus distintas clases, refiriéndonos a la función característica de cada especie; (…) La epopeya y la tragedia, como también la comedia y la poesía ditirámbica y gran parte de la aulética y la citarística , hablando en general, son imitaciones de la vida. Pero se diferencian entre sí, o bien porque usan diferentes medios de imitación, o bien porque imitan objetos diferentes, o bien porque los imitan de distinta manera.” (Romero 1977: 349)

Más adelante, distingue dos  modos fundamentales de mímesis: Un modo narrativo, en el que el poeta narra en su propio nombre o asumiendo personalidades diversas;  y un modo dramático en el que los actores representan directamente la acción. Luego volveremos sobre estos modos, lo que aquí me interesa  poner de relieve es su noción de poesía como creación. Así dirá apelando a una tautología: “El poeta tiene que ser poeta, esto es, creador de argumentos antes que de versos, ya que sólo es poeta en virtud de su capacidad mimética, y las acciones son las que él imita o crea…” ((Romero 1977: 366). Es importante  remarcar que la función poética crea un mensaje con su propia realidad, que puede o no identificarse con la realidad empírica.

Respecto a la novela que coloca el énfasis en la función poética, plurisemántica del texto, tendríamos que recordar que ella se fundamenta en  la puesta en funcionamiento de  diversos niveles de experimentación estilística, exaltación de la prosa, así como la búsqueda de  trascendencia del tema, sinfonía de historias paralelas, símbolos más allá del significado “real” en pos de una unidad que sublime  el aliento poético, a la par con  retratos  especialmente trabajados. De otro lado, se manifiesta una especial atención  por el plano sonoro, la sugerencia de las comparaciones, imágenes y metáforas y la sutileza de la  adjetivación.[3]

Cuidado formal que se  propuso Carlos Eduardo en el transposición  estética de “un cuadro rural auténtico, lleno de injusticias, vivido por mí  en Corongo, Ancash, en los años 30 s”.

 

Los Ingar, narra las peripecias de una familia al enfrentarse, de un lado,  al abuso y prepotencia de las autoridades del lugar y de otro, a la hostilidad de sus vecinos. Actitudes  firmes y valerosas los colocan en situaciones de extrema violencia y les acarrea toda suerte de sufrimientos. Todo ello visto desde el punto de vista de un narrador – personaje encarnado en uno de los hermanos menores del héroe, Alberto, en una narración que alternadamente se produce en primera y tercera persona, en la que el autor ha  sorteado con éxito el riesgo mayor cual era el  caer en el panfleto, con una prosa vertiginosa y donde el esfuerzo mayor consiste en la presentación  sutil de los estados de ánimo y las características psicológicas de los personajes, en medio de un mundo de singular violencia.

Búsqueda de trascendencia del tema y  exaltación de la prosa en base a imágenes, como cuando al presentar a la familia – numerosa y unida frente a la adversidad común a pesar de los innegables conflictos al interior –  el narrador, Llica, nos dice:  “el pueblo que formábamos los Ingar se vació a la calleja”  o , cuando nos presenta a su madre: “ Inquieta como un animal herido, mi madre se revolvía (…) Había luz de luna llena en esa piel tan lívida. Cientos de veces, presa de horror, nos había buscado uno a uno.”

Los sentimientos encontrados que la madre suscita en el personaje son expresados intensamente: “Volví la cabeza. En silencio, a pasos menudos, mi madre se iba a la gigantesca habitación que era sala y comedor. El miedo la poseía. Odié su faz lívida, su figura humillada, escurridiza.”

En claro contraste se halla la  admiración que le provocan los hermanos mayores, en especial Alberto: “Cuando me junté con mis dos hermanos, el uno se despojaba de la chompa y el otro del sacón de cuero; y luego, sin reparar en el frío, se desvistieron aún más. Shesha remangó su camiseta y Alberto quedó, para mi asombro, con el torso desnudo: a la vez su piel se la veía morena, cobriza y sonrosada.”  Luego, en señal de sumisión el narrador – personaje nos ilustra que “Antes de que me lo pidieran, vacié el agua del jarro en el lavatorio…”

La huida de los hermanos es inminente, una acusación injustificada hace temer por sus vidas, ante esta situación la mujer de Alberto, Gaudencia,  expresa con fatalismo, las preocupaciones económicas que la embargan “ – ¡Todo va mal ! ¡Si tenemos una suerte…! – se pasó ella una mano por el rostro -. No podremos cosechar a tiempo… ¡Y con las deudas que hay que pagar!”

Por momentos el  discurso de la acción se detiene para dar paso a la expresión libre de la reflexión y el sentimiento. Por ejemplo, producida la salida de los hermanos, el narrador nos introduce en sus reflexiones:

“ – Nos deja, pensé, para que los Ingar nos miremos y formemos una sola cara huesuda, pomulosa, de nariz como cresta de hierro, y toda ganada por una tristeza que nos da amarilla apariencia de estatuas. (35)

En otros momentos, el recurso permite representar la conciencia del narrador de que una situación ha dado paso a otra, una suerte de distribución de “capítulos” dentro de la acción: “Aquí concluye algo, pensé. Acabó una escena. Es tiempo de respirar hondo.

Notable el uso de este procedimiento, que inserta el monólogo interior de connotaciones poéticas, cuando atribuyendo una identidad de personaje fantasmal a la desgracia el narrador nos hace partícipes de su  angustia:

Ya nos vio la mala suerte, pensé. Hay que cerrarle el paso a la cárcel e impedir que llegue hasta Shesha.” (60)

Y más adelante, en  un fragmento incrustado directamente en un párrafo regular, señala:

“Callaron los que parecían vagabundos. En la plaza, pensé, la desgracia jugueteaba por los jardines mustios. La imaginé avanzando a pasos irreales: un buitre que se hiciera humano, un cerdo que viniera en dos pies. Y de pronto la vi dudar; pero después reanudó la marcha, disuelta en las ráfagas del maldito viento coronguino. Dentro de poco, pues, ingresaría en la tienda y golpearía el piso con la malsana violencia con que golpean las muletas de los cojos.” (64)

En el climax de la violencia, una vez más leeremos el mensaje de su interioridad: “Ya está, pensé; ya se nos viene la desgracia” (86)

La prosa alcanza momentos de gran belleza en descripciones de ambiente que enmarcan el cuadro emocional de angustia y tragedia.

“Las calles eran una sola cuesta. Por en medio de la calzada había un surco fraguado por las lluvias y había lajas en los umbrales de los portillos. Seguimos aún más por una huella de pircas y eucaliptos. Ahora el sol, viendo sus nubes, no descendía. Y en fin, orillada una colina, quedo descubierta una planicie y en ella una extraña laguna fangosa y vegetal. La vista corría libre sobre el follaje a medias sumergido, o sobre manchas de aguas turbias. Mitad barroso, mitad lavado, el follaje se movía como los brazos de los náufragos. Y del barrial, las matas salían  negras, grises o rojas, o sobre él corrían las sombras de los pájaros.” (72-73)

Ejemplos, todos estos, de la eficacia expresiva de la novela Los Ingar en especial en aquellos puntos que según su autor era su intención: exaltar la prosa, perseguir el esplendor verbal.

ELEMENTOS  DE LA TRAGEDIA EN LOS INGAR

En  la presentación que Carlos Eduardo Zavaleta hace de la novela Los Ingar y que consignamos al inicio, el autor nos informa  esta vez fui guiado por el aura trágica de William Faulkner  ( a quien ya había estudiado en una primera tesis universitaria de 1952, y en varios otros artículos .Destaca, además, entre otros, su propósito de dibujar personajes trágicos mediante monólogos y diálogos, urdir, en fin, una atmósfera de fatalidad.  En esta segunda parte de este breve trabajo, nos proponemos  identificar  los elementos  de la tragedia presentes en la obra.

Es necesario recordar, de un lado , que una de las influencias  más señaladas y asumida por el mismo autor, es la de  Faulkner; y de otro, que  en 1959, Zavaleta publica  el que sería el primer estudio peruano sobre el autor de Absalon, Absalon , El sonido y la furia ,etc. bajo el título de  William Faulkner, novelista trágico. En la Introducción, advierte que “…el adjetivo trágico ya menciona  alguna técnica en la composición, en el desarrollo del argumento, en la elección de personajes y estilo, y más que nada, en la intención global de la obra artística.” (1993:75) Más adelante se refiere a la manera como Aristóteles deslinda entre epopeya  y tragedia, y señala  que “dado que hoy tenemos a la novela por la moderna heredera de la epopeya, quien sabe debió llamarse a Faulkner épico.

Para Aristóteles, en su célebre Poética: “ La tragedia es la representación de una acción seria, completa en sí misma y de cierta magnitud … y que además, mediante una serie de hechos que suscitan piedad y terror y tiene por efecto elevar y purificar el ánimo de pasiones semejantes.” (385).  Líneas más adelante indicará que en tanto imitación de una acción la tragedia “implica un cierto números de personas que necesariamente deben tener ciertas cualidades de carácter y de pensamiento… de éstas y de la acción de ellas resulta, dependen la fortuna y la desgracia de todos los hombres; así  lo que representa la acción es el argumento entendido como la coordinación de una serie de actos o de hechos…. (…) Son seis los elementos constitutivos de toda tragedia…: el argumento o fábula, los caracteres, el lenguaje, el pensamiento, el espectáculo y la composición musical.” (389)

En torno al tema de la creación en el arte Aristóteles hace un interesante y siempre vigente deslinde entre realidad y ficción al señalar:

“… el historiador y el poeta no se diferencian porque uno escriba en verso y el otro en prosa… (…) La verdadera diferencia es ésta: el historiador describe hechos realmente acaecidos y el poeta hechos que pueden acaecer. Por eso la poesía es más filosófica y más elevada que la historia: la poesía más bien tiende a representar lo universal, la historia lo particular…. siguiendo las leyes de la verosimilitud o de la necesidad; a esto justamente apunta la poesía aunque da a sus personajes nombres determinados.” (365)

Con estas nociones y otras provenientes de distintos teóricos del arte, entre los que el autor ha mencionado especialmente a Alfonso Reyes y su  ensayo: La crítica en la edad ateniense, Zavaleta analiza un conjunto de obras de Faulkner, concluyendo que éste “es un novelista trágico, más o menos fiel a los cánones de la tragedia clásica… (que) aplica de modo personal los cánones griegos.”

En el caso de la novela Los Ingar, podríamos llegar a similares constataciones. Y para ello, nos guiaremos del mismo esquema expuesto por nuestro narrador.

a) El asunto: Las actitudes de los miembros de la familia Ingar ponen de manifiesto el cuestionamiento y rebelión ante las relaciones de injusticia que las autoridades imponen a la familia, al acusarlos de fraguar una asonada. La violencia  impregna la vida cotidiana, los afectos se mezclan  con los recelos, sin embargo, la adversidad los une.

b) El vuelco de fortuna negativo y el desenlace desgraciado: Los Ingar pasan de ser una familia más o menos importante en el pueblo, tanto que incluso en alguna ocasión le han ofrecido a Alberto nombrarlo  alcalde, a ser un grupo eludido  una vez que la desgracia ha caído sobre ellos: “A nuestro paso los lugareños se volvían como si nunca hubiéramos amistado. Sin duda, asociaban la escena con noticias de la tropa, los presos que serían llevados a Huaraz, la revuelta y la desgracia.” Al final de la obra el narrador – personaje nos relata  su  propia  muerte: “Me estremecí de parte a parte. En vez de una bala, ésa parecía una aguja que en medio de mi carne se hinchara hasta el grueso de una serpiente. Y después, todo para mí fue como segado, degollado por un tajo, y las personas de junto al Arco se hicieron apenas muñecos. Supe que no habría otra vez y sentí que todo lo que había sido degollado, era lanzado lejos, como se arroja con fuerza el agua inútil de un vaso.”

c) Los sufrimientos: En un clima de tal violencia y opresión casi no existe personaje que no tenga su cuota de dolor tanto moral como físico. El temor, la rabia, los celos, el permanente desasosiego se da en todos y  cada uno de ellos.

d) Los coros: En este puntos tendríamos que reproducir exactamente lo que Zavaleta consigna respecto a Faulkner. Es decir, también en Los Ingar, los coros se transforman en comentarios del narrador: “… en vez de remecerme, los guardias remecían a puntapiés a Gregorio ( en la obra, se trata de un servidor de la familia), lo alzaban y se lo llevaban a empellones a la cárcel. Empiezan por los zapatos, pensé; quieren robarnos la paciencia apresando a uno de los sirvientes. No se deciden a subir por nuestras piernas, darse con nuestro pecho y coger al fin nuestros puños, que son los puños de Alberto.

e) Los caracteres. El trabajo de la definición de caracteres, se ha producido según las palabras del autor  mediante los diálogos y monólogos de los personajes. Ya hemos referido los monólogos del narrador – personaje. Igualmente, es notable la representación del carácter de los otros personajes, como el héroe, mediantes diálogos de gran intensidad.

f) La  atmósfera patética : A lo largo  de las páginas constatamos la creación de una atmósfera densa, circunstancias duras y llenas de malos augurios son vividas por personajes  taciturnos  que tienen siempre a mano sólo el recurso de la violencia ya sea verbal o física.

g) La catarsis: Para Aristóteles,  la tragedia al suscitar piedad y terror, tiene  el efecto de elevar y purificar el ánimo de semejantes pasiones. Esta liberación patética  es una búsqueda presente no sólo en esta obra de Carlos Eduardo Zavaleta. Para Ricardo Falla,  analizando el cuento Juana  la campa, te vengará, señala: “Zavaleta conmueve al lector, hace que éste sienta asco, repulsión por el cuadro social; obliga a tomar conciencia en torno a las monstruosas relaciones humanas generadas en el Perú, como en cualquier otro lugar donde se violenta la dignidad de las personas… ” (Falla B. 1997: 135).  En Los Ingar, la desventura de los personajes, unida al carácter vertiginoso de la presentación de las acciones, produce en el lector profunda desazón. El mismo Zavaleta advierte respecto a las obras de Faulkner, que “no están destinadas a la inteligencia ni al corazón sino a las llamadas sensaciones cinestésicas.” (Zavaleta 1993: 136)

Con estos elementos Los Ingar,  pese a la juventud de su autor,  27 años, se constituyó en  una obra inscrita  en la novela poética y que alcanza a delinear  una atmósfera con fuertes rasgos trágicos. Una obra ante la que no cupo  indiferencia. Así lo demuestra la anotación que el 23 de noviembre de 1955 realiza Julio Ramón Ribeyro en su citado Diario muniquense: “La lectura del relato de Carlos Zavaleta Los Ingar me ha entusiasmado… qué vigor, qué habilidad para mantener la tensión del relato sin una sola caída. El representa lo que podría llamarse la poesía de la violencia.” (1992: 107)

Carlos Eduardo Zavaleta, uno de los grandes narradores peruanos es, a la vez continuador de una tradición creadora de vastas dimensiones y ejemplo de permanente innovación estilística;  construyó un territorio de palabras, en el que está siempre el país de los padres y la  infancia  presto, sin embargo, a acoger  los vientos enriquecedores de llegaron de todas partes. Un narrador universal.

FUENTES DOCUMENTALES

Aristóteles. “Extractos de la Poética” . En: Obras filosóficas. (1977) México, Editorial.    Cumbre. S.A Colección Los Clásicos. Selección de Francisco Romero

Cornejo Polar, Antonio (1980) “Literatura en el Perú Republicano”  En Perú republicano. Procesos e Instituciones Tomo VIII  Lima : Mejía Baca

Delgado, Whasington. (1980) Historia de la Literatura Republicana Lima: Rikchay,

Falla Barreda, Ricardo (1997) “ Un narrador del 50 en las tramas de la iniquidad”. En : Alma Mater       Revista de Investigación de UNMSM No. 13 -14  setiembre

La casa de cartón. (1994) Revista de cultura. Lima : OXY, II Epoca, No. 5

Jakobson, Roman. (1971) “Lingüística y Poética” En : El lenguaje y los problemas del conocimiento.  Buenos Aires : Alonso editor.

Ribeyro, Julio Ramón.  (1992) La Tentación del fracaso. Tomo I,  Lima: Jaime campodónico,

Vargas Llosa, Mario. (1993) El pez en el agua. Barcelona : Seix Barral.

_________________ (1955) “Suplemento Dominical” de El comercio. Edición del 16 de octubre

Zavaleta, Carlos Eduardo.  (1955) Los Ingar. Lima : Juan Mejía Baca & P.L. Villanueva.

____________________. (1993)  “William Faulkner, novelista trágico”. En : Estudios sobre Joyce y Faulkner. Lima : Fondo editorial de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

____________________ (1994)  “Un río templado de palabras. Confesiones de un escritor”. En :   La Casa de Cartón II Epoca No. 5

____________________   (1997) “La novela poética peruana en el siglo XX”. Lima: UNMSM  Material  proporcionado por el autor en su cátedra de Especialización en    Literatura Peruana II, Doctorado de Literatura Peruana y Latinoamericana.


[1] “La novela poética peruana en el siglo XX” . Lima : UNMSM  Material  proporcionado por el autor en su cátedra de Especialización en Literatura Peruana II, Doctorado de Literatura Peruana y Latinoamericana. Tercera parte.

[2] Roman Jakobson, en su célebre Linguística y Poética expone el criterio lingüístico para reconocer la función poética del lenguaje. Esto es  la selección y la combinación que han dado origen a un mensaje. Explica además que no son sólo las unidades fonológicas, sino que toda secuencia de unidades semánticas, es la que permite construir una ecuación. Jakobson define esta función  como “mensaje centrado en sí mismo” donde “La superposición de similitud y contiguedad confiere su esencia simbólica, compleja, polisémica”. ( Jakobson,.  Obra cit. En : El lenguaje y los problemas del conocimiento.  Buenos Aires : Alonso editor. 1971)

[3] Conceptos que tomamos del material proporcionado en clase por el doctor Carlos E. Zavaleta y al que ya hemos hecho referencia anteriormente.

EN CASO DE USARSE LA INFORMACIÓN, SE RUEGA CITAR LA FUENTE.

Tags: Los+Ingar ,  Carlos+Eduardo+Zavaleta ,  Narrativa+Generación+50′ ,  Literatura+Peruana , Poética+Tragedia+Ingar , IV+Semana+Literatura+Peruana

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