El GALLO DE CRISTAL, RELATOS DEL POETA Y NARRADOR OMAR ARAMAYO

noviembre 19, 2021 a las 12:39 am | Publicado en Artículos sobre Literatura | Deja un comentario
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CON MOTIVO DE LA LECTURA QUE TRES INTEGRANTES DEL GRAN GRUPO TEATRAL ‘CUATRO TABLAS’ HARÁN DE CUENTOS DE LA OBRA ‘EL GALLO DE CRISTAL’ DEL POETA Y NARRADOR OMAR ARAMAYO, FLOR CASTILLO, ANTONIETA PARI Y JOSÉ INFANTE, COMO PARTE DE LAS ACTIVIDADES DE LA CÁMARA DEL LIBRO EN EL PARQUE KENNEDY, ACTULIZO ESTE ESTUDIO DE LA OBRA PRESENTADO EL 7 DE NOVIEMBRE DE 2006 EN LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE SAN MARCOS

(En caso de usar la información, se ruega citar la fuente)

Sonia Luz Carrillo Mauriz

En cada libro  publicado queda apresado un momento y un entramado de emociones y observaciones que configuran una realidad nueva: la realidad literaria en la que late una subjetividad  que con certero disparo de su imaginación crea mundos posibles, verosímiles. Pero, quién puede dudarlo, esto es  a partir de  rastros de lo vivido  y lo reflexionado.

Por eso la lectura de El Gallo de cristal  del poeta  y narrador Omar Aramayo  nos coloca ante un mundo nítidamente marcado por los desencuentros.  Es un libro peruano en el sentido  que expone lo vivido  en las más recientes décadas de un territorio reconocible, atravesado por las diferencias  y las indiferencias, territorio de promesas incumplidas  y  persistente desasosiego. Identificación de espacios que se ve reforzada por las opciones lingüísticas.

En este conjunto de 29 relatos salta a la vista la fragmentación,  esa experiencia de hallarnos frente a un espejo trizado  pero que en cada uno  de sus  trozos nos devuelve los mismos ojos desorbitados  por el asombro.

De asombro en asombro van transcurriendo las generaciones. Momentáneos entusiasmos y euforias cargadas de  esperanza  parecieran disolverse en la nada y el desencanto. de ese  “siempre, siempre, mucho siempre”  vallejiano.  La muerte injusta como constante, el dolor absurdo y la urgencia  de contar lo visto o imaginado.

A grandes rasgos, esta es la atmósfera  que emerge  de El Gallo de cristal, relatos con temas y opciones discursivas diversos. Diversidad que se ve reforzada por la muy variada extensión de los textos: mientras algunos presentan hasta veinte páginas algunos otros alcanzan dos carillas  y el último de apenas llega a  menos de una.   Por qué referirse a este aspecto en especial?  Porque  él describe la heterogeneidad del material reunido.

El autor implicado.

Lo que dota de unidad al mundo representado  es la mirada del sujeto de la enunciación, denominado desde la narratología como autor implicado. Esa   categoría narrativa que “surge de la necesidad de huir de  dos extremos: de una parte el biografismo que remite directa e inmediatamente al autor responsabilizándolo ideológica y moralmente de la narración; por otra parte del formalismo inmanentista  que desvaloriza la dimensión histórico – ideológica del texto. (Lanser, 1981:49 Citado por Reis y Lopes)”[1] Asumiendo el concepto de autor implícito  en tanto imagen surgida no sólo del contenido de la obra sino de la estructura y elementos que la conforman,  en el mundo representado en El Gallo de Cristal  es posible encontrar junto a la  incomunicabilidad,  la persistente incertidumbre sobre el carácter  último de las acciones y la clara postura de piedad ante las vivencias de los personajes,  también un conjunto de insistencias, como  el papel del azar. Veamos:

“Cuando el azar comienza a jugar sus cartas, no hay quien lo detenga y lo mejor y peor es que no se debe preguntar porque sus explicaciones son hartas y complejas. El azar, amo de las historias,  voltea la cara de los hechos en dirección  a un solo punto, el menos esperado, y ya sólo algunos pueden ver sus hilos, los que miran en la noche” (“Pampas de la Luna”, p.79).

También hay reflexiones sobre las paradojas o contradicciones de la vida. Leemos:

“Hoy me enteré que Baldomero a muerto y la tristeza me invadió… no iré a su sepelio… regresar al pasado es difícil, talvez el pasado sea sólo un invento de la mente, el mayor invento de todos los humanos, nadie puede tener la seguridad  que ese árbol, por ejemplo,  haya estado ahí exactamente el día de ayer, no existe prueba alguna, sólo es una convención para no declararnos todos locos mutuamente” (“El testigo”).

Al  realismo de las acciones  se une la irrupción de la magia (como se da en el caso del cuento que da nombre al libro). (p. 59)  y el enorme poder de los sueños  como ocurre en “Los habitantes del río de la Luna” (p. 194) y  en “La estirpe del viento” (209).

El narrador

Agente narrativo que cuenta una historia y también “sujeto lingüístico que se expresa en el lenguaje que  constituye el texto”[2]de cuya “identidad,  grado y forma en que se indique en el texto”[3] dependerá el carácter específico del éste. Como protagonista del acto de la enunciación las funciones del narrador son múltiples: En algunos casos ingresa al mundo narrado a través de intrusiones  que dan cuenta, de manera más o menos discreta de su subjetividad, que articulan una ideología o una simple apreciación sobre los eventos relatados o los personajes que actúan en el relato. El narrador  configura el universo representado por la utilización que hace de signos y códigos narrativos, como son el tiempo o los regímenes de focalización.[4]

Igualmente de su ubicación en el relato surgirá su condición de narrador. Recordemos que una primera opción es la que reúne en una sola entidad las instancias protagonista, narrador y autor, esto ocurre en los relatos de tono autobiográfico, o de ficción autobiográfica. Otra opción es narrar ubicándose como un personaje presente en la trama pero no en forma protagónica y una tercera posibilidad es la del narrador ausente que domina desde fuera el desarrollo de los acontecimientos, el llamado narrador omnisciente.

En El Gallo de cristal  la mayor parte de los relatos (22) presentan un narrador omnisciente y sólo 7 están narrados en primera persona. Esto, sin embargo, no significa que el relato carezca de afectividad. Y esa afectividad, cercanía o piedad  con los personajes y situaciones narradas procede del tipo e focalización interna que rige casi todos los textos.  Los hechos y sentimientos que el narrador atribuye a los personajes  son narrados desde la interioridad de los mismos. 

De esta característica de casi todos los relatos  proviene  la repetida sensación de que se trata de historias y tramas  realmente vividas por el sujeto  de la enunciación.

Personajes.

La creación de los personajes es significativa de  la orientación de cualquier historia. Para M. M. Bajtin (1979) “cada momento de una obra se nos presenta como reacción del autor que abarca tanto el objeto mismo, como la reacción del personaje frente al objeto.” [5]

En el Gallo de cristal  viven, hablan, actúan, fundamentalmente,  personificaciones que representan a los débiles, los golpeados, los excluidos y los oprimidos  pero hay que destacar  que no son personajes construidos como la suma de virtudes, lo que obraría en contra de la verosimilitud del relato,  sino  acertadamente  presentados en toda su humanidad. Virtudes y defectos, valores y miserias.  Así, militantes de un partido que en nombre del pueblo  sobornan y matan o se traicionan; negociantes esforzados en su ascenso social  y convertidos luego en desalmados opresores, trabajadores honrados, amigos solidarios conviven con  personajes  arribistas.

El gallo de cristal  es un tapiz de prácticas culturales, algunas rentables pero peligrosas donde acciones ancestrales se juntan a la anomia. Por ejemplo en “Domingo Yapuchura” se ven los riesgos de los acuerdos económicos verbales y fuera de la formalidad  que deviene en estafa. Asimismo la avaricia del personaje  que ha logrado acumular dinero  pero eso no lo significa  elevar o mejorar su calidad  de vida  y que el narrador resume: “El cholo ahora tenía plata  pero eso no le había cambiado los hábitos precarios, de nómade, de tropero, su, así nomás, está bien” (p. 140)

En esta mirada a un mundo heterogéneo no podían faltar los estereotipos y el desconocimiento  mutuo y también la violencia de los encuentros..  En el primer relato “Los lindos”  que narra las peripecias de dos  militantes  de una organización  terrorista varados en Lima y en espera de órdenes de sus dirigentes, cuando son estafados  luego de haber  tomado  el dinero que resguardaban, ingresan violentamente a una oficina  en el centro financiero de la capital. Aquí  la narración registra el impacto en las oficinistas “primera vez que veían hombres armados, amargos, sudorosos, olor a tierra, hombres de verdad” (p.20).  El narrador caracteriza a las trabajadoras  de la oficina como “muñecas rubias cimbreantes”.  (p.21 y 22).

La violencia se intensifica y es demostrativa del odio acumulado, largamente incorporado en la percepción de “los otros”.  Un militante exasperado  advierte “Si se trata de meterles un tiro, ningún reparo tengo, lo haría por las orejas si no hay otro lugar mejor, y ese gusto, por mi madre, nadie me lo quita. Ustedes no hacen falta a nadie, están de sobre en la humanidad”. (p.21 y 22).

Los  espacios narrados

Es también notable la múltiple  realidad geográfica  que aparece en el conjunto. Un recorrido  por la diversidad no podía dejar de lado este aspecto. La vida rural  con su  belleza y sus carencias  es presentada en algunos relatos  así como las complicaciones de la urbe son mostradas en otros  a propósito de los desplazamientos de los personajes  dando cuenta de multitud de rasgos  culturales  y sociales  de un mundo complejo  muchas veces  inarticulado  y propicio  a los desencuentros. 

El. Gallo de cristal  se convierte así en un  mural  emotivo. Duro y frágil  que la palabra busca transparentar  con urgencia, con ternura  y eso se logra  por una prosa que  en muchos momentos  tiene la factura del poeta  y mago que la pronuncia.

Ciudad Universitaria, 7 de noviembre 2006.


[1] Carlos Reis y Ana Cristina Lopes. “Autor implicado” En: Diccionario de narratología. Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1995, p. 28

[2] Mieke Bal,.  Teoría de la narrativa. Una introducción a la narratología. Madrid: Cátedra. 1993, p. 125

[3] Bal.  Obra citada, p. 126

[4] Ibídem, p. 157

[5] Bajtin, M. Estética de la creación verbal. México : Siglo XXI editores, 1982 1era. edición en español. P. 13.

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