CUATRO DÉCADAS DE POESÍA EN EL PERÚ. Intensidad y altura
diciembre 30, 2010 a las 11:48 pm | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comunicación y Cultura, Documentos, Noticias y demás... | 3 comentariosArtículo publicado originalmente en la Revista Páginas, Lima, Centro de Estudios y Publicaciones, N° 218, junio 2010, pp. 58-67, ISSN1022-73, sirva en esta ocasión, y una vez más, para rendir homenaje a la vasta poesía creada en el Perú
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Por SONIA LUZ CARRILLO
Hace algunos años, en estas mismas páginas, en un recuento y homenaje a la poesía escrita en el Perú, señalaba los riesgos de hablar de la poesía escrita en un país en el que no cesan de publicarse nuevos poemarios y multitud de revistas. Fenómeno que se ve incrementado por las facilidades que hoy brinda las redes electrónicas. Invitada ahora a presentar, a grandes rasgos, lo acontecido con la creación poética durante las últimas cuatro décadas –especialmente, a partir de 1968- , lo primero que debo señalar es el desafío que significa dar cuenta de una actividad tan fecunda en un país extenso y diverso. En consecuencia, estas líneas constituyen apenas una observación panorámica, el intento de un rastreo, a algunas obras, autores y movimientos surgidos en este largo y muchas veces convulso período.
LOS INMEDIATOS ANTECEDENTES
Al presentar la creación poética de un determinado espacio y época, imposible soslayar la relación sociedad y cultura y la forma como esta relación deja sus señas en los textos, ya sea recogiendo, apropiándose o reelaborando imaginarios. La poesía emerge de una realidad condicionada por el absoluto de una etapa y también por anteriores textos, constituidos en un cuerpo de creación -líneas y tradiciones simbólicas- con las que los creadores dialogan. Así, habría que recordar que al ingresar a la década del 60’, la sociedad y la cultura están marcadas por el restablecimiento de la democracia formal en el país y el retorno de deportados- entre ellos algunos escritores- y por algunas circunstancias como el triunfo de la Revolución Cubana, la descolonización de parte del África y, en el ámbito nacional, las demandas de los sectores campesino y laboral urbano. Los escritores, en mayor contacto con las creaciones de otras latitudes, leen a Sartre, Kafka, Joice, T. S. Eliot y Proust, entre otros autores; reelaboran la herencia de las vanguardias y también el legado de la poesía española, especialmente la del 27. La huella existencialista está presente en W. Delgado, Días del corazón,1957; Blanca Varela, Ese puerto existe, 1957; Carlos Germán Belli, Dentro y fuera, 1960; Manuel Velásquez, La voz del tiempo, 1960, y Sarina Helgott, Libro de los muertos, 1962. El Realismo artístico se expresa en Edición Extraordinaria (1958) de Alejandro Romualdo, que contiene su “Canto coral a Túpac Amaru. tendremos también la poesía de tono íntimo de Pablo Guevara, Retorno a la creatura, 1957 y Juan Gonzalo Rose, Simple canción, 1960,
ENTRE LAS PROMESAS DE MODERNIZACION Y EL CAOS ESTRUCTURAL.
La escritura que se produce en los años 60’ nace de un contexto de agitación social y política. El primer gobierno de Fernando Belaúnde (1963) había significado una promesa de modernización; la expansión de los medios de comunicación, pese a sus limitaciones, permitió una apreciación más cosmopolita, de los fenómenos. En un panorama complejo de modernización incumplida, de confrontaciones no sólo de un mundo bipolar sino también al interior del mundo socialista y en el marco de la guerra fría, se producen los primeros brotes guerrilleros y en 1963, en Puerto Maldonado, muere el poeta Javier Heraud. La ciudad y sus conflictos se hará cada vez más evidente tanto en la esfera temática como de experimentación formal.
Nuevos sujetos sociales y nuevas sensibilidades quedan registrados en textos que muestran un amplio despliegue de tendencias y estilos. Tenemos así que en 1963 se publican: Luz de día de Blanca Varela. Y al año siguiente: Comentarios reales de Cisneros; El tacto de la araña, de Sebastián Salazar Bondy; Los encuentros, de Naranjo; La zarza ardiendo, de Gladys Basagoitia; Cantos de Nazca, Parque, de W. Delgado; En la lejanía más honda, de Pedro Gori; Tinieblas elegidas, de Santiago Aguilar; Varia IV, de Javier Sologuren. Durante el año 1965 aparecen Consejero del lobo, de Rodolfo Hinostroza; Antigua canción, de Omar Aramayo; Casa nuestra, de Marco Martos; Nuevos poemas y audiencias, de Cecilia Bustamante; Travesía tenaz, de W. Orrillo; Pedro Palana y La masa, de Mario Florián; Pido la palabra, de G. Valcárcel; En busca del tema poético, de Francisco Carrillo, entre otros muchos textos y en revistas de poesía tanto limeñas como del interior del país. En este punto, debo recordar que en 1965 Gleba Literaria -revista nacida en la Universidad Villarreal e integrada por poetas de distinta procedencia geográfica – inició una etapa de gran efervescencia con la actividad de Manuel Morales (Iquitos), Ricardo Falla Barreda, Jorge Ovidio Vega, Jorge Pimentel, Eduardo Ibarra y Eduardo Valdizán (Lima), Abdón Cabanillas (Ayacucho), Carlos Bravo (Cusco).
En el año 1966 se publican, entre otros, Sendas del bosque, de Rosina Valcárcel; El cetro de los jóvenes, de César Calvo; Al pie del yunque, de Leoncio Bueno; Los días abolidos, Miguel Carrillo Natteri; Aracanto, de Carmen Luz Bejarano, y la primera edición de Noé delirante, de Arturo Corcuera. 1967 será el año de Como Dios manda, de A. Romualdo; Contrapunto a la patria, de Juan Gonzalo Rose; Mutatis mutandis, de Jorge Eduardo Eielson; Crónica contra los bribones, de P. Guevara; Las sirenas y las estaciones, de Corcuera; Verso vulgar, de Antonio Cillóniz; Símbolos y farsas, de Ana María Portugal; Poesía extremista, de G. Valcárcel; Ausencia, de Jesús Cabel, entre otros títulos. Finalmente, en 1968, se editarán Ciudad de Lima, de Mirko Lauer; Júbilos, de Naranjo; Hallazgos y extravíos, de Rose; Fraternidades y contiendas, de Livio Gómez. En el 67 había aparecido Los nuevos, antología que reunió a Henderson, Lauer, Martos, Hinostroza, Cisneros, entre otros. En cuanto a revistas, debo mencionar a Harawi, dirigida por Francisco Carrillo, Piélago (Hildebrando Pérez) y Haravec, poesía en castellano e inglés, bajo la dirección de David Tipton y Mauren Ahern y la participación de Alita Lomellini.
POESIA ENTRE EL 68 Y LA DÉCADA DEL 70’.
Octubre de 1968 trajo una situación nueva para el país. Un gobierno militar desconcierta con sus primeras medidas de recuperación de los pozos petroleros, aplicación de la reforma agraria, inicio de relaciones con los países – en aquel entonces – socialistas; ingreso del Perú al Movimiento de Países No Alineados; Reforma de la educación, etc. Paradójicamente, junto a la represión a los opositores del régimen, se amplía la difusión de diversas corrientes de pensamiento, como la antes censurada marxista. Es el momento en el que surge con perfiles definidos la primera promoción (Falla 1990) de la Generación del 70’. Los referentes poéticos expresan nuevas facetas de ‘lo nacional’; efectos de los medios de comunicación; profundos cambios culturales (mayor presencia de las mujeres), a la vez que se hace evidente la influencia de variadas literaturas extranjeras. Libros, plaquetas y revistas compiten por nuevos lectores y dan cuenta de una briosa actividad. Entre otros muchos textos, en 1969 aparecen: Vigilia de la paz, de Martín Fierro (Jauja); Otra vez el hombre, de Félix Cortez (Trujillo); Poemas a Pasco, de Genaro Vega; Cuaderno de quejas y contentamientos, de M. Martos; Siembra, de Jesús Cabel; y entre los autores más jóvenes Poemas de entrecasa, de Manuel Morales y Poemas y ventanas cerradas, de Abelardo Sánchez León. Entre los mayores, no puede dejar de citar a Alejandro Romualdo: Cuarto mundo 1972, En la extensión de la palabra 1974; W. Orrillo: A la altura del hombre 1973, 40 poemas de años 1982; Leoncio Bueno, Rebuzno propio, 1976; Cecilia Bustamante: El nombre de las cosas 1970 y Amor en Lima 1977.
Mención aparte merecen las revistas literarias. En 1968, al calor de nuestra insatisfacción por un presente imperfecto y el deseo de crear una nueva expresión poética, un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Federico Villarreal publicamos Páramo, Revista de Literatura que dirigí en compañía de Walter Chávez. La Presentación proclamaba nuestra pasión por “la Literatura, el porvenir de la cultura en el Perú” y estaba seguida del poema “Perseguido por buenas razones” de Bertold Brech. En ella, Manuel Morales, Juan Paredes Castro, José Carlos Rodríguez Nájar, César Hildebrant, Ricardo Falla Barreda, Nora Fataccioli, Jorge Vega, Walter Chávez y quien suscribe, Sonia Luz Carrillo, vimos impresos nuestros trabajos. Interrogaciones, ironía, imprecaciones, el asomo de múltiples lecturas pero también la iconoclasia en el lenguaje emergen de los textos publicados. Entre los años 68 y 69 también se difundió la revista Nueva Humanidad que, dirigida por Ricardo Falla Barreda, reunió a Jorge Pimentel, Jorge Nájar, Sonia Luz Carrillo, Cyntia Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, José Carlos Rodríguez Nájar, César Hildebrant, Walter Montoya y Eduardo Valdizán. Otra revista del 68 fue Antara con Mario Luna (Chimbote), Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo), Francisco Mariátegui y Edwin Sarmiento (Ayacucho). Como puede apreciarse, el Movimiento Hora Zero, de finales de 1970, coronó un proceso poético iniciado años antes y que se expresó en un conjunto de revistas literarias de corta vida y también a través de tumultuosos recitales.
Frecuentemente se asocia la poesía de los años 70’ con la disconformidad, las arengas, y la proclamación de que se cambiaría el mundo. Hay todo esto pero también mucho más: es la poesía de sujetos que conceptualizan la ciudad en tanto un tipo de civilización, que registran con irreverencia -y muchas veces provocadoramente- nuevas interacciones sociales, étnicas, de género etc. Hoy existe consenso de que ya se trate de íntimas confesiones o exaltadas proclamas sociales la constante fue el uso del “lenguaje de todos los días”. A los elementos de la cultura mediática, se une la actualización de la poesía visual a la manera de la vanguardia. De otro lado, citas, epígrafes, paráfrasis y préstamos lingüísticos, manifiestan a sujetos con sentido de pertenencia a una cultura a la vez global y local. El lenguaje desenfadado, la ironía o el sarcasmo corrosivo, es el vehículo de la contestación y la ruptura con “lo establecido”.
La década de los 70’ se inicia con: Canciones para mis vecinos, de Carlos Henderson; Árbol de lluvia, de Guido Fernández (Tacna); Kennacort y Valium 10, de Jorge Pimentel; y entre los poetas ya conocidos, Oh hada cibernética de Belli. El 71 trae Pedestal para nadie, de Calvo; Destierro por vida, de W. Delgado y Contranatura de Hinostroza. También Pequeña historia de conciencia, de Ricardo Falla B.; Arbol de familia, de José Watanabe; Un par de vueltas por la realidad, de Juan Ramírez Ruiz; Después de caminar cierto tiempo hacia el Este, de Antonio Cilloniz; En los extramuros del mundo, de Enrique Verástegui. A lo largo de 1972: Valses y otras falsas confesiones de Blanca Varela, Signo de los vientos, de Luis La Hoz; Avisos y señales, de Antonio Claros. Durante 1973: Bosques, de Armando Rojas; Sin nombre propio, de Sonia Luz Carrillo; Malas maneras, de Jorge Nájar; Contra viento y marea, de Ricardo Falla Barreda; Scorpius, de Danilo Sánchez Lihon; Palabras para iniciar una despedida, de Aidee Romero; Llego hacia ti, de Ricardo González Vigil y Ave soul, de Jorge Pimentel. Al año siguiente, 1974, Cazador de espejismos, de Elqui Burgos y Mate de cedrón, de Vladimir Herrera; en el 75, Cruzando el infierno de Jesús Cabel; Navíos, de Rosina Valcárcel; Memorias desde un otoño, de Roger Rumrrill; Prohibido pisar el grass, de Omar Aramayo y Cantos extraviados, de Alberto Valcárcel.
De la producción del 76 recordamos: Orígenes y finalidades, de Edgar O’Hara; Penetrándote, de Nicolás Yerovi; Leguisamo solo, de Patrick Rosas; Poemas, de Sonia Luz Carrillo. El 77 traerá Salamandra de hojalata, de Manuel Pantigoso; Primer incendio, de Luis La Hoz, Mitología, de Tulio Mora, e Inaucis, de Juan Alberto Osorio. Al siguiente año se publica Canto villano de B. Varela, Silencio inverso, de R. González Vigil; …y el corazón ardiendo, de Sonia Luz Carrillo; Perro negro, de Mario Montalvetti; Sílaba de palabra humana, de Ricardo Silva Santisteban; Choza, de Efraín Miranda; Contra tiempo y distancia, de Ana María Gazzollo; Vida perpetua, Juan Ramírez Ruiz y Poemas al estilo de una pintura ingenua, de Enriqueta Beleván. Cerrando la década, 1979, aparecen En alabanza al bolo alimenticio de Belli, Carpe Diem de M. Martos; Mi capital, de Ricardo Falla Barreda. y Antes de la muerte, de Roger Santibáñez.
LOS 80 Y PARTE DE LOS 90, LOS AÑOS DEL TERROR
El mismo año, 1980, en el que se realizaron elecciones, se produjo el inicio a las acciones terroristas de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. La violencia se apoderó de todos los ámbitos. Mario Vargas Llosa (2003) resume lo acontecido en estos términos:
“Más de 69 mil personas murieron o desaparecieron a consecuencia de la guerra subversiva —el doble de lo que se creía—, tres cuartas partes de las cuales eran campesinos quechua, hablantes de la región andina, muchas de ellas víctimas inocentes sacrificadas en exterminios colectivos perpetrados por Sendero Luminoso o por las fuerzas del orden para sentar un ejemplo, escarmentar a una comunidad o, simplemente, para que no quedaran testigos de exacciones y crímenes… quien se sumerge en ese lodo de crueldad y degradación debe cerrar los ojos y respirar hondo, para contener el llanto y la náusea.”
En medio de la profunda crisis los poetas siguen con su trabajo. Se inician los 80’ con Oficio de sobreviviente, de A. Sánchez León; Poema para mis treinta años, de Mario Luna. Al siguiente año: Crío una mosca, de Danilo Sánchez L.; Las claves ocultas, de Patrick Rosas; Como escribir a cualquier amante, de Marcela Robles; Noches de adrenalina, de Carmen Ollé; La realidad en cámara oscura, de Sonia Luz Carrillo; Cuadernos de Horacio Morell, de Eduardo Urdanivia; Poemas no recogidos en libro, de J.A. Mazzotti; Las predilecciones, de L. La Hoz. En el 82, Círculo de fuego, Feliciano Mejía; Poesía abierta, Ricardo Falla Barreda; Sol sin Dios, N. Yerovi. En el 83, Jorge Pimentel publica Palomino y en el 85, Gloria Mendoza Borda entrega su Lugares que tus ojos ignoran, Eduardo Urdanivia: Al encendido fuego 1986. Poetas que iniciaron su labor en décadas pasadas continuaron publicando: B.Varela: Camino a Babel 1986, Ejercicios materiales y El libro de barro 1993; Alejandro Romualdo: Poesía íntegra 1986; Francisco Bendezú: El piano del deseo 1982; Arturo Corcuera: Puente de los suspiros 1982; A. Cisneros: Monólogo de la casta Susana 1986, Las inmensa preguntas celestes 1992.
Caracterizando la década, escribe la poeta Cecilia Bustamante (1985):
“En la década de los 80 se combinan, lamentablemente, la nefasta época de guerrillas con el creciente poder mundial del tráfico de drogas; la violencia se va transformado, prácticamente, en una guerra civil. (…) La mujer escritora… internaliza con valentía el significado y características de la crisis en un afán trascendente de autoconocimiento”
Efectivamente, en la poesía peruana a partir de la década de los 80’, con diversas temática y variadas opciones discursivas, destaca la presencia de mujeres. Creadoras de obra valiosa son Otilia Navarrete, Inés Cook, Ana Luisa Soriano, Patricia Matuk y Marita Troiano. Autoras y libros de esta etapa son: Mariela Dreyfus Memorias de Electra, 1984; Rocío Silva Santisteban: Asuntos circunstanciales, 1984, Ese oficio no me gusta, 1987 y Mariposa negra 1993. En el 87, Pollarolo publica Huerto de los olivos. De 1988 son: Continuidad de los cuadros de Rosella di Paolo; Todo orgullo humea la noche, de C. Ollé, Un cuchillo esperándome de Patricia Alba y Morada donde la luna perdió su palidez de Doris Moromisato. Al año siguiente publiqué mi libro Tierra de todos 1989.
Lo que queda de la década de los 80’ e inicios de los 90’ es un país desangrándose. Mientras tanto, en otras latitudes se hablaba de Perestroika y Glasnost y del sindicato Solidaridad. El mundo vivía los estertores del siglo XX, sus avances y sus enseñanzas. Respecto a la violencia en el discurso poético, Hildebrando Pérez responde en una entrevista: “En los 80… todo ese lenguaje de la calle, esa violencia verbal, de alguna forma ya estaba en Luis Hernández…Lo que ha cambiado es el estilo, el ritmo, sutilezas nada más.”[1] Acerca de los múltiples registros, el poeta Sandro Chiri, entrega su testimonio (2009):
No es gratuito que la representación artística de aquellos años encuentre en las formas expresionistas su canal natural de emisión, sea en el rock callejero de Eructo Maldonado, la colorida y chillona pintura de Enrique Polanco, las conmovedoras y bellas fotografías de Herman Scharwz, en los grupos de ‘chicha’ urbana de El Agustino, en las páginas del suplemento El Caballo Rojo o en la poesía del Movimiento Kloaka.”
El mismo autor, aparte de destacar la presencia de las mujeres, encuentra en la poesía, de un lado, “un discurso respetuoso de la tradición formal” donde ubica a Eduardo Chirinos, Di Paolo, Pollarollo, A. Ruiz Rosas, O. Chanove y J. Mazzotti; y de otro, una línea “de claro matiz popular” con poetas como Domingo de Ramos, Róger Santiváñez, Mariela Dreyfus, Guillermo Gutiérrez, Mary Soto, José Alberto Velarde, Edián Novoa, Julio Heredia, Lelis Rebolledo, Dalmacia Ruiz Rosas y Bruno Mendizábal.
LA TRANSICIÓN AL NUEVO SIGLO. POESÍA EN LOS 90’
Cómo caracterizar a la poesía que se produce en los 90’?. Manuel Pantigoso (2005) incide en la presencia de ‘lo popular’ en el “tema suburbano o en la llamada contracultura” Distingue textos en los que halla el compromiso con la realidad social y advierte algunos casos de calidad poética y en otros “sensación de cansancio, desgaste, hastío, frustración… frente al derrumbe de las ideologías y al disloque político y social provocado por el autogolpe del 5 de abril de 1992”.
Es cierto, hay de esto y también mucho más en la escritura de etapa de transición al nuevo siglo que en el Perú tiene la marca de la dictadura que violó derechos fundamentales y apeló a modernas técnicas para confiscar la conciencia moral del país. La ciudad letrada, la actividad en las universidades y el antiacademicismo; los recitales ‘clásicos’ y las reuniones a veces tumultuosas en el centro de Lima (calle Quilca, El Averno, etc.); el tono intimista y el reclamo a voces con fuerte influencia del rock subterráneo, todo confluye para dar cuenta de una realidad fundamentalmente urbana y agresiva. Algunos de los autores y libros de esta etapa son: Ricardo Falla Barreda: Poesía abierta 1990; Montserrat Álvarez, Zona dark., 1991; Violeta Barrientos El innombrable cuerpo del deseo, 1992; G. Polarollo Entre mujeres solas 1992 y Ceremonia del adiós 1998; Sandro Chiri Y si después de tantas palabras 1993; José María Gahona, Transparencias 1995; Sonia Luz Carrillo, Las frutas sobre la mesa 1998; Gloria Mendoza La danza de las balsas, 1998; R. Valcárcel: Una mujer canta en medio del caos 1991 y Loca como las aves 1995; Santiago Risso, Peldaño, 1999; Esther Castañeda: Carnet 1997. El espacio no permite detenernos sin embargo no puedo dejar de mencionar a Oscar Limache, Selenco Vega, Luis Fernando Chueca, Juan Carlos de la Fuente, Rodolfo Ybarra, Jhonny Barbieri, Antonio Sarmiento, Jorge Ita, Leo Zelada; sin olvidar a un grupo importante de poetas del norte del país como Carlos Bayona, Efraín Rojas, Raúl Saldarriaga o Gabriel Garay, entre otros muchos creadores.
Revistas y talleres, grupos surgen en todo el territorio nacional. Aquí algunos nombres que tomo del trabajo de Manuel Pantigoso:
Noble Katerva, Neón, Centro Cultural Mammalia, Anunciación, Estación 32 y Aedosmil, en Lima. En Chimbote, Frente artístico Literario Trincheras y Universalismo; en Cerro de Pasco, Grupo Cultural Veta Andina y en Abancay Grupo Parhua. En Tacna, Grupo José María Arguedas y Grupo cultural Asco literario en Ica, entre otros.
EL NUEVO SIGLO EN POESÍA
Una realidad global, sujetos y discursos nómades, sujetos desterritorializados a la vez que herederos de dos décadas de violencia política y dictadura infame, quedan registrados en una poesía profusa, extraordinariamente diversa; textos en los que la erudición alcanzada parece a veces ahogar al hablante mientras en otros juegan aún elementos de la vanguardia del pasado siglo. El poeta Luis Fermando Chueca (2006) señala con precisión:
“Se nos impuso el vacío. El mundo se volvió maniqueo: nosotros o los otros/ los buenos o los malos/ los que quieren la paz en el país y los que no… Nosotros mismos reprimimos nuestra capacidad de movilización porque ya éramos incapaces de unirnos con el otro, porque no teníamos más referentes, y porque la violencia de las pantallas de televisión nos había vuelto inocuos a ella. Pertenecíamos, aunque no quisiéramos, a un movimiento global. Había que sobrevivir como se pudiera, el silencio era una de esas formas. La otra era el su plasmación: un lenguaje difuso y diverso.”
En lo que va del siglo, voces múltiples corresponden a creadores que desbordan los ámbitos clásicos. Provienen de casi todo el país, cuentan con facilidades técnicas de reproducción de textos como nunca antes existieron. Se multiplican los proyectos editoriales y las redes electrónicas impulsan – en innumerables blogs – la difusión. Abundan las antologías, entre ellas quiero destacar Poesía Perú S.XXI, 60 Poetas peruanos contemporáneos, selección de Willy Gómez y Dalmacia Ruiz Rosas (2007). En ella encuentro una sugerente aproximación a la poesía del XXI realizada por el poeta Miguel Ildelfonso (Las ciudades fantasmas , Premio Copé de Poesía 2002) que advierte la consolidación de la tradición poética peruana; Las resignificaciones de la poesía de M. Adán o Belli son señaladas en un conjunto de jóvenes poetas; la “poesía experimental, con golpes de anti poesía, flashes oníricos” se hallan presentes en otro conjunto de creadores; al igual que el lirismo “impulsado por Eros y la memoria de los ámbitos cercanos”. La urbe y la modernidad deshumanizada deja huella en los textos de la mayoría de los escritores, mientras otros “hurgan en los discursos de la Historia”.
Algunos nombres y libros demostrativos de la vitalidad y calidad de la poesía peruana reciente: Roxana Crisólogo Animal del Camino (2001) y Ludy D (2006); Dalmacia Ruiz Rosas: Secuestro en el jardín de las rosas 1998 y Conjuntos de objetos encontrados, 2006; Ericka Ghersi, Contra la ausencia, 2002; Victoria Guerrero Ya nadie incendia el mundo 2005; Augusto Rubio C. Inventarios de iras y sueños, 2005; Stanley Vega, Danza Ominosa, 2005; Víctor Coral, Luz de limbo, 2001; Martín Zuñiga, Pequeño estudio sobre la muerte, 2005; José María Gahona, Cuaderno de Pájaros de 2008: Paul Guillén La muerte del hombre amarrillo, 2004; Willy Gómez M. Etérea, Nada como los campos y La breve eternidad de Raymundo Novak.; Salomón Valderrama, Amorfor, 2006; Alessandra Tenorio, Casa de zurdos, 2009 y Juan Pablo Mejía Balada de la piedra que canta 2009, entre otros valiosos escritores.
Este apretado recuento no permite el registro de las obras que durante la primera década del XXI publicaron los poetas que iniciaron su labor en anteriores etapas. Queda también pendiente la tarea de reseñar las experiencias de hibridismo textual; la multitud de revistas, talleres, grupos, así como las diversas maneras de difusión como son las ‘performances’, instalaciones urbanas, etc.
Como señalé al inicio, es tarea ardua tratar de brindar una visión detenida a cuarenta años de poesía escrita en nuestro territorio. Estas líneas no pretenden ser exhaustivas. No podrían serlo. Sí, una vez más, un homenaje a la tarea de poetizar en una realidad tan desafiante.
ADENDA Libre de las limitaciones de espacio que exige las versiones impresas, puedo en esta versión consignar algunas obras de los poetas mayores que siguieron publicando durante la primera década del XXI:
Blanca Varela, Donde todo termina abre las alas. (Poesía reunida)[2] 1949 – 2000 y El falso teclado, 2001; Alejandro Romualdo Ni pan ni circo / Ne pane Ne circo (publicado en Italia, 2002; Arturo Corcuera, Puerto de la memoria, 2001, Sonetos del viejo amador, 2001 y Parajuelos, 2002; Rosina Valcácel, Paseo de sonámbula, 2001; Omar Aramayo Agua de los montes,2008: Tulio Mora Simulación de la máscara, 2006; Ricardo Falla Barreda, Interludios, 2006 y Poesía Abierta (obra cmpleta) , 2017; Jorge Nájar, Allí donde brota la luz, 2007; Enrique Verástegui, Teoría de los cambios, 2009; Jorge Pimentel, En el hocico de la niebla, 2007; Rodolfo Hinostroza, Memorial de Casa Grande, 2005 y Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados, 2008; entre otros títulos y autores. En el año 2011, yo publico Callada fuente, libro gestado desde inicios de la década 2000.
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Fuentes.
Bustamante, Cecilia. “Poesía y Crisis de los 80: el caso del Perú”, Diario La República, Lima. Julio 25, 1985
Cabel, Jesús. La fiesta prohibida. Apuntes para una interpretación de la nueva poesía peruana 60/80. Lima, Ediciones Sagsa, 1986.
Chiri, Sandro. “Notas sobre la Poesía Peruana de los ‘80” En: Nido de palabras, Junio 2009
http://nidodepalabras.blogspot.com/2009/06/notas-sobre-la-poesia-peruana-de-los-80.html
Chueca, Luis Fernando. “Violencia y poesía de los noventa”. Ómnibus Nº 12 Año III diciembre 2006 En:
http://www.omni-bus.com/n12/violencia.html
Falla, Ricardo y Carrillo, Sonia Luz. Curso de Realidad. Proceso Poético 1945-1980 Lima, Ediciones Poesía/ Concytec, 1988
Falla Barreda, Ricardo. Fondo de fuego. La Generación del 70’. Lima, Ediciones Poesía, 1990
Gómez, Willy y Ruiz Rosas, Dalmacia. Poesía Perú S. XXI. Lima, La Escuela de Lima de Yacana Arte & Rock Editores, 2007
Pantigoso, Manuel. 21 Poetas del XXI . Generación del 90. Lima, Hozlo, 2005
Vargas Llosa, Mario. “La verdad sospechosa de la guerra”. Diario El País, 21 de septiembre, 2003 En: http://archivo.laprensa.com.ni/archivo/2003/septiembre/21/opinion/
[1] Entrevista de Pedro Cateriano. Diario La República
En: http://triplov.com/letras/Hildebrando-Perez-Grande/Entrevistas/Pedro-Escribano.html
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TAMBIÉN VER LA CIUDAD POETIZADA. POESÍA URBANA DE LOS AÑOS 70’ PÁRAMO, REVISTA DE LITERATURA, cuarenta años después ALLÁ , AL OTRO LADO DEL MUNDO. POEMA DE MANUEL MORALES Tapiz de la errancia o una poética del destierro.Formas del delirio de Jorge Nájar. Tags: Cuatro+décadas+poesía , Poesía+peruana , Poesía+Perú , Poesía+Contemoránea+Perú , Literatura+peruana , Poesía+siglos+XX+XXI
AL INICIAR LA NUEVA DÉCADA, UNA RELECTURA DE ALEXANDER SOLZHENITSYN ACERCA DE ALGUNOS TEMAS DE INQUIETANTE VIGENCIA
diciembre 29, 2010 a las 2:41 am | Publicado en Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Documentos | 2 comentarios“Hemos puesto demasiadas esperanzas en la política y en las reformas sociales solo para descubrir que terminamos despojados de nuestra posesión más preciada: nuestra vida espiritual, que está siendo pisoteada por la jauría partidaria en el Este y por la jauría comercial en Occidente. Esta es la esencia de la crisis: la escisión del mundo es menos aterradora que la similitud de la enfermedad que ataca a sus miembros principales.”
Alexander Solzhenitsyn. Un Mundo Dividido.
Discurso en la Universidad de Harvard,
junio, 1978
Con estas frases, el Premio Nobel de Literatura de 1970, advertía de los problemas de fondo compartidos por la sociedad en uno y otro lado del mundo escindido de post guerra. A pocos días de iniciar la segunda década del siglo XXI, me parece oportuno releer algunas de sus observaciones que, como puede verse en los siguientes fragmentos, mantienen una inquietante vigencia:
La vida como experiencia de crecimiento moral
Si, como pretende el humanismo, el ser humano naciese solamente para ser feliz, no nacería para morir. Desde el momento en que su cuerpo está condenado a muerte, su misión sobre la tierra evidentemente debe ser más espiritual y no sólo disfrutar incontrolablemente de la vida diaria; no la búsqueda de las mejores formas de obtener bienes materiales y su despreocupado consumo. Tiene que ser el cumplimiento de un serio y permanente deber, de modo tal que el paso de uno por la vida se convierta, por sobre todo, en una experiencia de crecimiento moral.
La humanidad frente al extendido materialismo
Para dejar la vida siendo un ser humano mejor que el que entró en ella es imperativo reconsiderar la escala de los valores humanos usuales; su presente tergiversación es pasmosa. No es posible que la evaluación del desempeño de un Presidente se reduzca a la cuestión de cuanta plata uno gana o a la disponibilidad de gasolina. Solamente alimentando voluntariamente en nosotros mismos un autocontrol sereno y libremente aceptado puede la humanidad erguirse por sobre la tendencia mundial al materialismo.
Hoy sería retrógrado aferrarnos a las petrificadas fórmulas de la Ilustración. Un dogmatismo social de esa especie nos deja inermes frente a los desafíos de nuestros tiempos.
Aun si nos libramos de la destrucción por la guerra, la vida tendrá que cambiar bajo pena de perecer por sí misma.
No podemos evitar una reevaluación de las definiciones fundamentales de la vida y de la sociedad. ¿Es cierto que el ser humano está por encima de todas las cosas? ¿No hay un Espíritu Superior por encima de él? ¿Está bien que la vida de una persona y las actividades de una sociedad estén guiadas sobre todo por una expansión material? ¿Es permisible promover esa expansión a costa de la integridad de nuestra vida espiritual?
¿Qué clase de responsabilidad tiene el periodista de un diario frente a sus lectores o frente a la historia?
La prensa, por supuesto, goza de la más amplia libertad. (Voy a usar el término “prensa” para referirme a todos los medios de difusión masiva.) Pero ¿cómo utiliza esta libertad?
Aquí, otra vez, la suprema preocupación es no infringir el marco legal. No existe una auténtica responsabilidad moral por la distorsión o la desproporción. ¿Qué clase de responsabilidad tiene el periodista de un diario frente a sus lectores o frente a la historia? Cuando se ha llevado a la opinión pública hacia carriles equivocados mediante información inexacta o conclusiones erradas ¿conocemos algún caso en que el mismo periodista o el mismo diario lo hayan reconocido pidiendo disculpas públicamente? No. Eso perjudicaría las ventas. Una nación podrá sufrir las peores consecuencias por un error semejante, pero el periodista siempre saldrá impune. Lo más probable es que, con renovado aplomo, sólo empezará a escribir exactamente lo contrario de lo que dijo antes.
Dado que se exige una información instantánea y creíble, se hace necesario recurrir a presunciones, rumores y suposiciones para rellenar los huecos; y ninguno de ellos será desmentido. Quedarán asentados en la memoria del lector. ¿Cuántos juicios apresurados, inmaduros, superficiales y engañosos se expresan todos los días, primero confundiendo a los lectores y luego dejándolos colgados? La prensa puede, o bien asumir el papel de la opinión pública, o bien puede pervertirla. De este modo podemos tener a terroristas glorificados como héroes; o bien ver cómo asuntos secretos pertenecientes a la defensa nacional resultan públicamente revelados; o podemos ser testigos de la desvergonzada violación de la privacidad de personas famosas bajo el eslogan de “todo el mundo tiene derecho a saberlo todo”.
Precipitación y superficialidad son la enfermedad psíquica del vigésimo siglo y más que en cualquier otro lugar esta enfermedad se refleja en la prensa. El análisis profundo de un problema es anatema para la prensa. Se queda en fórmulas sensacionalistas.
Nadie, en todo el mundo, tiene más salida que hacia un solo lado: hacia arriba
Si el mundo no se ha acercado a su fin, al menos ha arribado a una importante divisoria de aguas en la Historia, igual en importancia al paso de la Edad Media al Renacimiento. Demandará de nosotros un fuego espiritual. Tendremos que alzarnos a la altura de una nueva visión, un nuevo nivel de vida, dónde nuestra naturaleza física no será anatematizada como en la Edad Media, pero, más centralmente aún, nuestro ser espiritual no será pisoteado como en la Edad Moderna. La ascensión es similar a un escalamiento hacia la próxima etapa antropológica. Nadie, en todo el mundo, tiene más salida que hacia un solo lado: hacia arriba.”
Fuente: SEMBLANZA DE ALEXANDER SOLYENITZIN
Ver
Solzhenitsyn en sus propias palabras
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LUCES DE NAVIDAD
diciembre 25, 2010 a las 3:05 am | Publicado en Comentarios diversos | 4 comentariosSe van apagando las luces, cesaron las detonaciones de los fuegos artificiales, hoy es Navidad y dentro de unas horas la mesa paterna será el espacio extendido donde compartiremos amor y alimentos. Antes del descanso, en esta madrugada que empieza a ser pacífica quiero hacerte llegar mi saludo a ti, amable y consecuente lector. Y lo hago repitiendo algo que escribí en el muro del facebook, hace unas horas:
“Pensando en el Dueño del santo, el chiquito que remeció la Historia con cosas tan simples como proclamar que todos somos hermanos, con la misma dignidad. Tamaña osadía. Feliz Día, amado e inspirador Niño Manuelito”
Y en esta fecha creo que merece la pena recordar a aquellos que atraviesan o subsisten en circunstancias especialmente adversas: los enfermos de los centros de salud, los niños y adultos que esta noche habrán mirado desde los cerros y su extrema pobreza el despliegue de las luces de la ciudad; los hombres y mujeres privados de su libertad; los emigrados, los niños de la calle, los desocupados, los ancianos abandonados; en suma, todos aquellos que permanecen marginales a los brillos de la sociedad del éxito egoista.
Ojalá esta Navidad y sus reclamos de amor despierten nuestra inteligencia y avive nuestra imaginación para trabajar eficientemente por la extensión del bien, los frenos al mal y por la felicidad compartida. Son esas las luces de navidad que necesitamos.
Feliz Navidad!
VILLANCICOS Y OTROS CANTARES NAVIDEÑOS, ESPERANDO AL PEQUEÑÍN
NAVIDAD, UNA FIESTA PROLONGADA
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«MISOGINIA Y ANTISEMITISMO: WEININGER EN WITTGENSTEIN» y II Ciclo de Conferencias «Wittgenstein y la Filosofía Analítica: mente, lenguaje y realidad», para los días 3, 4 y 5 de febrero del 2011
diciembre 18, 2010 a las 12:49 am | Publicado en Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Noticias y demás... | 2 comentariosA 61 años de la desaparición de Ludwig Josef Johann Wittgenstein y a 98 de la publicación del weinengeriano Sexo y Carácter, libro que –pese a la negativa, especialmente en las últimas décadas, a admitirlo- influyó sustantivamente en el pensamiento del siglo XX, el Grupo Diaporein, los proyectos Cátedra Iberoamericana Ludwig Wittgenstein (CILW), el Grupo Iberoamericano de Investigaciones de Filosofía Analítica y Pragmatismo (GIIFA&P) y el Proyecto Internacional Multidisciplinar NEUROCOGNICIÓN han programado las III Jornadas Iberoamericanas de Análisis Filosófico, Jurídico y Político «Misoginia y Antisemitismo: Weininger en Wittgenstein» y el II Ciclo de conferencias Ludwig Wittgenstein «Wittgenstein y la Filosofía Analítica: Mente, Lenguaje y Realidad», para los días 3, 4 y 5 de febrero del 2011, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
La Comisión organizadora, los pares colaboradores y auspiciadores académicos, invitan a la comunidad de investigación, a inscribir las ponencias hasta el 20 de enero de 2011, fecha límite.
Las respuestas serán emitidas en el lapso de una semana. Ha de tenerse en cuenta que las Conferencias tienen una duración máxima de 50 minutos y las ponencias de 25 minutos.
Las propuestas de ponencias o conferencias cuyos autores no sean del Perú serán sometidas al arbitrio anónimo de un Comité Científico Internacional con el que cuenta la Comisión Organizadora. Mientras que las propuestas locales las revisará un Comité también local.
La dirección a la que deben enviarse las propuestas de ponencias – y la única que brinda información oficial sobre todo cuanto se refiere a los certámenes- es: diaporein@redfilosofica.de
Invitación que tengo el agrado de transmitir a solicitud de la Coordinación General
Cátedra Wittgenstein, Vice Rectorado de Investigación de la UNMSM
Tags: Misoginia+Antisemitismo+Wittgenstein , Sexo+Carácter+Wittgenstein , Filosofía+Analítica+Diaporein , Wittgenstein+Conferencia+UNMSM
ULTIMO VIERNES DE LETRAS EN EL BAR ZELA
diciembre 17, 2010 a las 11:38 am | Publicado en Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Noticias y demás... | Deja un comentarioViernes 17 de Diciembre – Bar Zela
Av. Nicolas de Piérola 961 – Plaza San Martín
20.00 hs. Entrada Liberada
Presentación:
REVISTA «EXILIO»
Presenta Miguel LerzundiRecital:
VICTORIA GUERRERO
RODRIGO QUIJANO
TERESA CABRERAPoema de Sueño de Pez o Neblina (Teresa Cabrera / AUB /2010)
Con Pedro Mo y visuales de Charly Garcia.
Tags: Recital+poesía , Bar+Zela
LA HIJA DEL DICTADOR Y SU POLÍTICA MADRE
diciembre 15, 2010 a las 3:18 am | Publicado en Comentarios diversos, Noticias y demás... | Deja un comentarioDice no ser hija del dictador, opina que el odio y el rencor «no conduce a nada bueno». Entusiamada con su propio mensaje, continúa afirmando que el sentenciado por violar derechos humanos y robar y malversar dinero de los peruanos – esto último tal como él mismo aceptó durante los juicios – es «considerado el mejor presidente del país». Sin embargo, el cinismo que ostenta no hace más que confirmar su filiación. Solo una hija de Fujimori puede atentar contra la verdad con tal desparpajo. No hay duda, es su hija.
La hija del excandidato al senado japonés, la misma que vimos bailando al lado de Satomi Kataoca, falsa «esposa» del condenado, y recordamos dando la espalda a doña Susana Higuchi cuando esta era torturada y vejada, pretende que todos olvidemos la década en la que Fujimori y Montesinos, dupla inseparable, inflingían oprobio tras oprobio al Perú.
La señora que estudió y viajó a costa de nuestros bolsillos en los años noventa; una de las congresistas que más faltas registra al parlamento y menos producción exhibe, confesó en entrevistas difudidas el domingo en la televisión peruana que los últimos cinco años se los ha pasado viajando en gira proselitista por el interior del país. No cabe duda, la rolliza señora es fidedigna hija de su padre.
Y esta hija de su padre, formada politicamente en la «academia» Fujimori-Montesinos (su aténtica alma mater) y de paupérrimo uso del idioma, pretende poder responder al peruano universal que nos llena de orgullo, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura.
Se confunde gruesamente la aspirante a la presidencia al imaginar que Mario Vargas Llosa haya querido asustarla al declarar «voy a ser uno de los peruanos que va a salir a tratar de impedirlo por todos los medios legales posibles. Sería una verdadera catástrofe para el país”. No señora, no es una declaración nacida del odio o el rencor (sentimientos más bien aplicables al accionar de la mafia que su progenitor encabezó) . Es la expresión de la mayoría de peruanos tal como lo señalan las cifras de ‘voto en contra’ que suscita su candidatura, según las encuestadoras que tanto la estimulan.
De otro lado, al dar a conocer el equipo que la acompañaría en esa eventual catástrofe, la señora de verbo elemental ratifica lo expresado por nuestro universalmente reconocido escritor: Al Perú le significarían cinco años de retroceso en su recuperación democrática, cinco años de irritación y convulsión social indeseable. La conciencia moral del país está alerta. La esperanzada patria que desea elevar las condiciones de vida en pleno ejercicio de la democracia rechaza las artimañas de sucias manos.
DIFÍCIL OLVIDAR. Esa mancha llamada Fujimori
PREMIO NOBEL A MARIO VARGAS LLOSA ¡JÚBILO EN LAS LETRAS HISPANOAMERICANAS!
SUSANA HIGUCHI Y LO QUE KEIKO FUJIMORI DEBE RECORDAR
FUJIMORI, MONTESINOS, amor, golpes y quince millones de dólares como telón de fondo
JUICIO A FUJIMORI. VLADIMIRO MONTESINOS COQUETO, PARLACHÍN Y DESAFORADO
JUICIO A FUJIMORI: GENERAL RODOLFO ROBLES EXPLICA ACERCA DE LAS “OPERACIONES ENCUBIERTAS”
Tags: Alberto+y+Keiko+Fujimori , Candidata+Fujimori , Keiko+Montesinos , Elecciones+Perú+2011 , Keiko+Fujimori , Mafia+Fujimontesinista
25 ANIVERSARIO DEL Centre Culturel Péruvien CECUPE Y CONCURSO LITERARIO ‘ENSAYO SOBRE LAS RELACIONES FRANCIA – PERÚ’
diciembre 13, 2010 a las 2:32 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Noticias y demás... | Deja un comentarioEl Centre Culturel Péruvien CECUPE fue creado en Abril 1986 por un grupo de peruanos y franceses con el objetivo de dar a conocer la cultura y el patrimonio peruanos en Francia y en particular en Paris. Desde entonces su labor incesante ha convertido al Centro en uno de los más activos e importantes protagonistas de la difusión de la cultura peruana en Paris.
El CECUPE organiza permanentemente actividades culturales en las que escritores, músicos, pintores, y creadores e investigadores en los más variados ámbitos presentan a públicos diversos los frutos de sus trabajos. Son notables sus ‘Noches de Poetas’, su Café Literario Anual o sus conciertos. Pero no es solo eso, son innumerables las conferencias sobre Arqueología, Historia, el patrimonio arquitectónico de numerosas ciudades; las plantas medicinales de Perú; sobre los orígenes y la historia de la música andina, criolla, negra, sobre fiestas tradicionales etc. El cine peruano, la moda y la gastronomía también han sido motivo de atención por el CECUPE durante sus 25 años.
Igualmente, el CECUPE trabaja en la integración de los peruanos tanto en la vida parisina como en la celebración de fechas nacionales importantes. Las Fiestas Patrias, los aniversarios de fundación de las ciudades, la Navidad, etc. son ocasiones en las que el Centro se constituye en el espacio ideal para el reencuentro de peruanos y amigos franceses amantes del Perú.
Todas estas actividades cuentan con la participación de un conjunto de personas pero es justo recalcar la labor inteligente e inagotable de una peruana singular y amiga extraordinaria, Yolanda Rigault y la querida francesa y estudiosa de fiestas peruanas, Martine de Authier. Presidenta y vice presidenta respectivamente. A ellas, y en su momento también a Blanca Bressani, les debo, personalmente, maravillosas jornadas vividas en París y actividades (exposiciones, coloquios, recitales) realizadas, especialmente, en la Casa de América Latina y en locales de la universidad de La Sorbonne. Gracias y Feliz aniversario1
Ahora, con ocasión de celebrar su 25 aniversario, el CECUPE convoca el Premio Literario:
ENSAYO sobre las relaciones Francia-Perú
BASES
1. Pueden participar en este concurso todos los escritores de nacionalidad peruana o francesa que residan en Francia o en el Perú. No pueden tomar parte en este certamen los autores miembros del comité organizador.
2. Cada autor podrá presentar un solo trabajo sobre el tema que se detalla en 11.
3. El trabajo debe ser en idioma español, original, no traducido, ni publicado anteriormente, con una extensión comprendida entre 25 y 40 páginas escritas de un solo lado en letra de 12 puntos en papel formato 21 x 29 cm . La primera página sera dedicada solo al nombre de la obra.
4. Al final del texto el autor debe escribir su nombre, dirección postal, teléfono, dirección electrónica, incluir una fotocopia de su DNI, cerrarlo convenientemente y enviarlo a: CECUPE c/o Yolanda Rigault. 48 allée de la Blancharde, 91190 Gif sur Yvette, France o por e-mail a yolanda.rigault@wanadoo.fr
5. La fecha de cierre del concurso es el 30 de Mayo de 2011
6. No se devolverá ningún trabajo presentado.
7. El Jurado será designado por los organizadores y estará constituido por destacados escritores, criticos, docentes del campo de la literatura y cultura latinoamericana de Paris. Los integrantes del jurado nombrarán a un Presidente de Jurado . La constitución del dicho Jurado se dará a conocer oportunamente por correo y medios de comunicación habituales.
8 . PREMIO. Se otorgará un premio único que consistirá en dos billetes de avion ida y vuelta Lima-Paris y una bolsa de viaje de 500 dólares. El premio incluirá además la publicación de la obra en versión bilingüe. Los billetes se utilizarán por el ganador, asi como por una persona de su elección, en un lapso de 12 meses a partir de la premiación.
No podrá efectuarse ningún intercambio comercial con los billetes obtenidos.
9. El fallo del jurado es inapelable y se comunicará al ganador tan pronto se conozca y se hará público por medio de la prensa y de nuestro «website» http://www.cecupe.com.
10. El premio se entregará al ganador en un acto público que se efectuará en el mes de Julio de 2011 y cuyos detalles se anunciarán oportunamente.
11. TEMA : Dada la vocación del CECUPE los organizadores desean que el tema gire en torno de un eje « Perú- Francia » y las relaciones o intercambios en los campos culturales, artisticos, sociológicos, históricos y/o geopoliticos.
Contacto
CECUPE c/o Yolanda Rigault
48 allée de la Blancharde, 91190 Gif sur Yvette – France
Tel : +33 1 60 12 14 05, Mobile: +33 6 70 37 61 30 Email : yolanda.rigault@wanadoo.fr
También ver:
LITERATURA PERUANA EN EL CAFÉ SALÓN LITERARIO EN PARIS
Fotos de archivo personal
Sonia Luz Carrillo y Yolanda Rigault en Homenaje al poeta Alejandro Romualdo, París, Casa de América Latina
Yolanda Rigault y S.L. Carrillo, Jardín de Luxenburgo, París
Tags : CECUPE+París , Centro+Cultural+Peruano+París , Peruanos+en+Francia , 25+Aniversario+Cecupe , Premio+Literario+Francia+Perú , Ensayo+Francia+Perú , Yolanda+Rigault , Martine+du+Authier , Perú+Francia
MARIO VARGAS LLOSA, DEL PERÚ AL MUNDO. Discurso al recibir el Premio Nobel
diciembre 7, 2010 a las 5:33 pm | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Documentos, Noticias y demás... | Deja un comentarioMARIO VARGAS LLOSA: Elogio de la lectura y la ficción.
Por Mario Vargas Llosa
Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d¿Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.
La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final.

Con su madre Dora Llosa
Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.
No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma ¿la escritura y la estructura¿ lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.
Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.
Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. (…) la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida.
Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor.
(…) Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión.
Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real.
Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.
La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan.
Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.
Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido.
Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan.
No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos ¿aunque nunca llegaremos a alcanzarla¿ a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.
En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy ¿que trato de ser? fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.

De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del general de Gaulle. Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.
De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.
Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman “las raíces”, mis vínculos con mi propio país ¿lo que tampoco tendría mucha importancia¿, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.
Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así.
Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de Africa del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si ¿el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan¿ el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.
Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de “todas las sangres”. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!
La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.
Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso ¿triste consuelo¿ descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.
De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.
Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de como, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.
Detesto toda forma de nacionalismo, ideología ¿o, más bien, religión? provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.
No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad.
La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.
El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban “el pie ajeno” ¡lindo y triste apelativo!, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebes al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño ¡la llamábamos el Barrio Alegre!, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.
El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.
Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.
Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia.
“Escribir es una manera de vivir”, dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias.
Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.
Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia. Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar. Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (pese al pánico que la acompañó).
La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.
Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas ¿rayos, truenos, gruñidos de las fieras?, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, (… ) , y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.
Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.
De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.
© FUNDACIÓN NOBEL 2010 Se concede permiso general para la publicación en periódicos en cualquier lengua desde el 7 de diciembre de 2010, a las 17:30 (hora sueca). La publicación en revistas o libros requiere, a no ser que se trate de versiones resumidas, el consentimiento de la Fundación. En todas las publicaciones de la conferencia en su totalidad o en su mayor parte es obligatoria la aparición del copyright subrayado arriba.
EN TANTO NUESTRO PREMIO NOBEL COINCIDE INTENSAMENTE CON ESCRITORES PERUANOS EN SU VISIÓN DE LA CREACIÓN A TRAVÉS DE LA PALABRA, INVITO TAMBIÉN A VER:
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MARIO VARGAS LLOSA: ‘Qué extraño y qué hermoso lo que nos ha ocurrido en estos últimos días’
FOTOS TOMADAS DE : La casa de cartón, Revista de Cultura. II Epoca, N° 24
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Con su madre Dora Llosa
Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.
Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor.
La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan.
Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan.


Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así.
Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de “todas las sangres”. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!
“Escribir es una manera de vivir”, dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias.
Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas ¿rayos, truenos, gruñidos de las fieras?, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, (… ) , y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.
SATISFACCIÓN Y ESPERANZA: EL DOCTOR CÉSAR SAN MARTIN PRESIDE EL PODER JUDICIAL PERUANO
diciembre 3, 2010 a las 3:11 am | Publicado en Comentarios diversos, Noticias y demás... | Deja un comentarioEl triunfo del doctor César San Martín significa el triunfo de la firmeza y la voluntad de justicia unida a la sapiencia capaz de enfrentar a lo más oscuro de una sociedad agobiada de escándalos, corrupción e intentos de vergonzosa impunidad. La contundencia de los votos obtenidos por este destacado jurista, formado en las aulas sanmarquinas, para su elección como Presidente del Poder Judicial nos llena de esperanza de que esa voluntad se expanda y logre avanzar en la limpieza de un poder del estado venido a menos.
Pocas veces la elección del Presidente del Poder Judicial y de la Corte Suprema de Justicia concitó tanto interés ciudadano. Los ataques de la mafia fujimontesinista a un juez al que debemos una de las sentencias más rotundas y de reconocida calidad jurídica, como fue la que declaró culpable al jefe de la conocida banda delincuencial, colaboraron a acrecentar la expectativa.
«LLEGÓ EL TIEMPO DE LAS REFORMAS»
Como se viene señalando, la tarea de preservar la independencia y autonomía de la magistratura, luchar contra la extendida corrupción y asegurar la gobernabilidad del país no será fácil pero los peruanos tenemos en su trayectoria la confianza de que colocará sus mejores esfuerzos y su probada probidad. Por eso el beneplácito con el que viene siendo saludada su elección. Y el compromiso ciudadano que ella entraña. Dice bien el doctor San Martín: “La justicia no es sólo un tema de Jueces, es un tema de la comunidad y de todos los sectores involucrados”.
VER:
DOCTOR CÉSAR SAN MARTÍN, RECONOCIMIENTO EN EL DIARIO EL PAÍS DE ESPAÑA Y NUESTRA GRATITUD EN EL PERÚ
Tags: Doctor+San+Martín , Presidente+Poder+Judicial , Justicia+Perú Poder+Judicial+Perú , Elecciones+Poder Judicial
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