LA CIUDAD POETIZADA. POESÍA URBANA DE LOS AÑOS 70’

diciembre 27, 2006 a las 6:56 am | Publicado en Algunas fotos, Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Creación, Documentos, Miscelánea | 7 comentarios

 Publicado en Socialismo y Participación N° 100. Edición especial. Lima, CEDEP, enero 2006 pp. 241-246 

SONIA LUZ CARRILLO

Poetas de los 70': Sonia Luz Carrillo, Elqui Burgos, Ricardo Falla Barreda, Jorge Nájar, Alfredo Pita y Patrick Rosas. París 2005

Poetas de los 70′: Sonia Luz Carrillo, Elqui Burgos, Ricardo Falla Barreda, Jorge Nájar, Alfredo Pita y Patrick Rosas. París,  2005

 

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La poesía que se escribe en el Perú a finales de los años sesenta e inicios de los 70’ lleva la marca de temas y lenguaje acordes a un mundo que experimentaba profundos cambios sociales, culturales, políticos, tecnológicos etc. Los autores, hijos e hijas de obreros o pequeños empleados, capitalinos o provincianos,   en la mayoría de los casos, habíamos conquistado las aulas universitarias. Así, la escritura de lo que Ricardo Falla (Lima, 1990) llama “la primera promoción de los 70’”es esencialmente urbana en una ciudad crecientemente mestiza y multicultural. Y la urbe no sólo aparece como referente temático sino que es estado de ánimo, perspectiva hecha lenguaje. Circunstancia que llevada al plano poético urbano de los años 70’ hace presente a diversos sujetos y nuevos discursos. 

Las voces que hablan en los textos ponen de manifiesto un mundo que empieza a desterritorializarse. Habitantes de urbe que- sea cual fuere el tamaño de ésta- los sujetos tiene una relación con el entorno marcada por objetos y sucesos como construcciones culturales. Responden a un “espíritu de ciudad” en la que predominan los frutos de la revolución tecnocientífica y las condiciones que el proceso de modernización entraña. Así la ciudad aparece en las reacciones o el tipo de interacción que ella condiciona.  

Nacidos  en la capital o migrantes del interior del país, la mayor parte son (somos) estudiantes universitarios, incluidas las jóvenes mujeres convencidas de la necesidad  de ruptura  con lo establecido; compartiendo todos un entorno en vías de modernización y con una cada vez más intensa percepción de la “cercanía planetaria”  debido a la expansión de los medios de comunicación, especialmente la radio, la televisión y el cine. 

En esta situación, la percepción de la realidad global (Mac Luhan, 1964) coloca,  a la vez, la atención en lo particular o local con hondas repercusiones en la cultura y en la creación y recepción de la literatura. A la pregunta de  W. Luchting  sobre la impresión que le causó Lima durante su visita de 1973, el narrador peruano Julio Ramón Ribeyro responde: “Lo que me sorprendió en mis últimos viajes a Lima fue la aparición de un nuevo público, no sólo lector, sino consumidor en general de bienes culturales, como teatro, cine, conferencias, etc. Este público ya no se limita como hace diez o veinte años a lo que podría llamarse “la burguesía culta” sino que representa a una clase emergente y popular que se esfuerza por asimilar una cultura a la cual tiene ahora mayor acceso”.

Lima no llegaba a dos millones de habitantes y el Centro Histórico albergaba grandes librerías y casi todas sus universidades -salvo La Agraria en la Molina y la Universidad de Ingeniería-  concentradas en pocas cuadras. Así, la Plaza San Martín o la avenida La Colmena  con sus emblemáticos cafés, sus cines y sus teatros eran lugar obligado para las conversaciones literarias y debates políticos; recitales poéticos y funciones de cine club. Intensa actividad cultural que empieza a decaer cuando San Marcos, La Católica y Cayetano Heredia abandonan el centro de la ciudad.  En este marco  jóvenes capitalinos de capas medias y bajas se perciben distintos y con nuevas aspiraciones que los enfrenta a “lo establecido”; viajeros que vienen y van de una a otra ciudad,  jóvenes mujeres buscando la propia voz. Y, en casi todos, ira por las precarias circunstancias heredadas, malestar, desenfado en la expresión; y en muchos entusiasta y ardorosa vocación de cambiar el mundo.

El espacio desde el que se poetiza refiere a calles, plazas, cines, prácticas sociales, en medio del vértigo y el murmullo de la multitud. “La ciudad es un mar ruidoso” dirá Bachelard.[2] No hay nostalgia por  “la Lima que se va”  sino la representación de una capital  con nuevos rostros e inquietudes; reclamos  y desafíos que iban determinando una conciencia más clara del carácter múltiple del país, unida a la  conciencia de universalidad presente en referencias a la coyuntura internacional, iconografía global, citas, epígrafes, paráfrasis, etc. Analizando la obra de Baudelaire, Walter Benjamín encuentra la ciudad convertida no sólo en tema de la poesía sino también que «la mirada (alegórica) del alienado» pasa a formar parte del ser de la ciudad.  En ella se dan las experiencias  vividas al interior de las masas por ello “Baudelaire habla del hombre que se sumerge en la multitud como en un reservorio de energía eléctrica” y lo define luego “como un calidoscopio dotado de conciencia” (Benjamín, 1955). Es útil recordar lo que agitaba nuestra conciencia. Existen periodos que concentran hechos sumamente influyentes. Es el caso de los finales de los años 60’  y los primeros de los 70’. Aunque esta indagación se centra en esta década  es obvio  que los sucesos no se dan aislados de lo ocurrido en los años precedentes: El Perú en la segunda mitad de los sesenta vivió no sólo la expansión del modelo de vida estadounidense sino también la experiencia de las guerrillas.  El  68 peruano  fue signado por las negociaciones del gobierno de  Belaúnde con la IPC  y  posteriormente, el inicio del régimen de las fuerzas armadas que dictó medidas como  la Ley de Reforma Agraria,[3] la oficialización del quechua, la Reforma de la Educación y el establecimiento de relaciones con todos los países del mundo mientras que, al igual que en toda América Latina, los partidos de izquierda se escindían por la pugna Chino-Soviética. Se empezó a revalorar el mundo indígena andino y la cultura negra peruana, igualmente empezó a visibilizarse el conjunto de comunidades nativas de la selva.De otro lado, la Iglesia peruana y Latinoamericana se pronunció en defensa de los pobres y en 1969 se publicó Teología de la Liberación del padre Gustavo Gutiérrez. En ese marco se expresan temas y actores sociales diversos, especialmente,  entre los años 1968 a 1975.

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  • La ciudad poetizada.

La ciudad poetizada no es la que cantaba la tradición antes bien  es una mirada que  recusa o ironiza. Como corresponde a la poesía urbana  de todas las latitudes los textos llevan la huella íntima, el desasosiego y, paradójicamente, la sensación de vacío en medio de multitudes. Por ejemplo, Rosina Valcárcel  expone “con una nueva actitud creativa” (Cabel, 1986: 178) y tempranamente[5] su visión de la ciudad: “Un hombre camina por la calle,/ otro lo sigue,/ ¡ciudad perdida de los cuervos!/ Maldito infierno el que vivimos/… ¿Acaso has visto el rostro de mi padre?/ …  / Lima yace bajo tierra,/… / ya nada sucede en la ciudad:/ sólo los cuervos./ Lima ha recostado su cuerpo en la oquedad”  (Sendas del bosque, 1966).

Manuel Morales dirá: “La alegría nos reconforta/ como un hermano/ pero el mundo no está hecho/ a la medida de nuestros sueños. / Tenemos ganas de encendernos/ a cada instante/ mirar una calle, hablar/ hasta cansarnos/ porque atrás/ una sombra nos persigue” (Poemas de entrecasa, 1969).

A. Sánchez León retrata: “cuarenta cuadras bajo la sombra orinada de los perros/ con los últimos ecos, con la última bocina/ con el cansado aviso luminoso repitiendo sus guiños a la noche” (Poemas y ventanas cerradas, 1969).

 Juan Ramírez observa “una ciudad/ de puertas cerradas, 14 vientos de los cuatro lados del mundo/ y unas groseras imágenes alabadas por la luz eléctrica/… / Y contigo, Pedro Álvarez, daré una vuelta por la realidad/ caminemos/ por el Paseo de Colón el marinero, por los museos de Magdalena/ y aquí está Beethoven arrojado a puntapiés de Radio Libertad y buen busto el tuyo Homero/ violento tu retrato con fondo negro Comandante Guevara” (Un par de vueltas por la realidad, 1971).

Por mi parte, escribo “Fría e imprecisa la ciudad/ en este domingo deshilvanado/ y en sus borrosas calles/ un otoño envejecido/ juega con tu recuerdo” (Sin nombre propio, 1973). En el mismo registro intimista Aidé Romero señala “De bruces con la vista fija en la ciudad/ la tarde cae sobre mi mano/ el papel cruje y va siendo despuntada cada palabra” (Palabras para iniciar una despedida, 1973).

Ricardo Gonzáles V. actualiza la frase de Salazar B. “Ciudad neblina, en ti/ he crecido. Lima La Horrible/ la Despintada La Cuatro Siglos” (Llego a ti, 1973).

 “Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan/ por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje/ que trota por la ciudad alocadamente sudoroso”, dirá Jorge Pimentel (Ave Soul, 1973).

Patrick Rosas “Si cruzas la calle la primera sensación que tendrás/ será la de que alguien te / sigue./El vecino te mira con el rabillo del ojo/ Un policía va a tu encuentro/ Qué hay? / … / A lo mejor eres sólo tú mismo/ siguiéndote/ a ti mismo/ Pero ten cuidado, es el semáforo quien te dice ALTO” (Leguisamo solo, 1976). La misma atmósfera expone José Carlos Rodríguez “Es la hora daga que ivimos/… /hunde tus cavilaciones en el pavimento de Abancay a las siete de la noche/ cuando el tránsito atesta nuestras calles” (Warachicuy, 1976). 

Ana María Gazzolo insiste en la soledad en medio de la multitud “Por tu ruta ciudad/ alucino y me lleno de heridas/ Ato y desato el dolor/ de lo que entiendo perdido./ En tu enorme vacío ciudad/ se ha destrozado mi furia” (Contra tiempo y distancia,1978) . Y  Enriqueta Belevan “Detrás de un parabrisas/ yo no busco el sol/ …/ los geranios no perfuman esta habitación/ llena de humo” (Poemas a la manera de una pintura ingenua. 1978). 

  • Ciudad, artefactos tecnológicos, cultura global.

La sociedad organizada en aplicación de la tecnología a la vida cotidiana acarrea hábitos y prácticas e instala percepciones y dinámicas que impregnan los textos poéticos.

Frecuentemente, llevan cuestionamientos a los efectos deshumanizante de una idea de progreso que subordina la voluntad y acción del sujeto. En oportunidades la representación está signada por elementos de una  cultura crecientemente global. Aquí algunos ejemplos:

“Bob Dylan con su estrecha, azul, guitarra roja, decía es tiempo de regresar/ dejemos libres los arrozales, es tiempo de tratar de ser hombres, de dejar las siglas conocidas/ de dejar los rifles dados por el tejano/ y con un aullido de lobo, de chacal/ decía Viva la Paz” (Oscar Málaga “En torno a la posibilidad de andar con Bob Dylan”, 1968).

“Está lloviendo sobre toda esta ciudad y son las 12.30 p.m. a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich / y yo he crecido entre gente que es joven y gente que ya no es joven/ entre autos, papeles bond o bulky/ artefactos y escaleras/ artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura/ He crecido sobre esta ciudad”, dice Juan Ramírez R. (Un par… 1971); “En esta ciudad de trapo/ en la ciudad de las antenas de TV, la cuestión del amor/ no es sino el problema de la mujer materia”, Enrique Verástegui (En los extramuros del mundo, 1971).

“Basta/  Paren/ central de procesamiento de datos electrónicos/ sistema I. B. M. Made in USA/ Dentro de mí oigo el traqueteo/ de sus máquinas/ Fuera de mí el hombre es reemplazado/ Pasan conmigo uno a uno los dígitos/ Yo no soy el hombre que dirige/ Traqueteo/ más traqueteo/ están perforando su corazón/ en tarjetas”,  Ricardo Falla (Contra viento y marea, 1973). “Video Audio Switcher Cartones/ Fotos Filmaciones Estudios/ Sincronismo/ Micrófonos Cámaras  Guiones/ Revelados Tiempos/ …/ la verdad en Kodalite/ la realidad en cámara negra/ Controles Controles Controles/  sordos emisores/ respuesta inaudible” Sonia Luz Carrillo (… y el corazón ardiendo, 1979).  

El lenguaje “de todos los días” 

En torno al lenguaje de los poetas del 70’ y luego de anotar la “aceptación a las propuestas de las generaciones que los precedían” Ricardo Falla  señala la influencia que viene desde la  edición de Trilce ante la necesidad de estructurar un lenguaje capaz  de transmitir “la esencialidad de las circunstancias”. Caracteriza este lenguaje la presencia de los contrastes entre la línea narrativa propia de la poesía escrita en inglés y las variaciones de la voz activa consustancial al castellano”.  Coloca también el tema de la arquitectura poética al servicio de la libertad de creación siguiendo el ejemplo de la vanguardia y  la asunción de “el habla común (de todas las sangres del Perú). Menciona también la presencia de los préstamos lingüísticos. (Falla, 1990: 130-132).

González Vigil, no sólo recuerda que la poesía  de los 70’ “Albergó revistas, grupos, manifiestos y declaraciones colectivas en una medida nunca registrada en nuestras letras, al punto que su irrupción adquirió un aire de «neovanguardismo»: «Gleba» (1965-1968), «Estación Reunida» (1966-1968), «Nueva Humanidad» (1969), «Cirle» (1969-1971), «Hora Zero» (de 1970 en adelante) se yergue como el movimiento poético más importante que haya tenido la literatura peruana)” (González Vigil, 1999: 27), sino que al señalar los rasgos predominantes insiste en el  “coloquialismo, la complejidad cultural (migraciones, fusión de «todas las sangres», español quechuizado, etc.) y replana adolescente” y también “un querer escribir desde la realidad peruana, con vitalismo y un exteriorismo alejado del cultismo, y cosmopolitismo”. Remarca la existencia de “lenguajes poéticos con marcas personales, (…). Repárese en los estilos tan diferentes de Pimentel, Ramírez Ruiz, Morales, Sánchez León, Verástegui, Nájar, Mora, Rosas Ribeyro,
La Hoz, Ricardo Oré, Marcial Molina, Cesáreo Martínez, Sánchez Lihón, José Luis Ayala y Ricardo Falla.”. Para González Vigil persiste el “legado simbolista-vanguardista con paradigmas en la poesía francesa y, en menor medida, iberoamericana, unido a la familiaridad con los clásicos de Occidente y Oriente: ( y cita) Armando Rojas, Watanabe, Toro Montalvo, Zúñiga Segura, Aramayo, Rosina Valcárcel, Sonia Luz Carrillo, Elvira Roca Rey, Ana María García, Otilia Navarrete, etc.”
 

Existe consenso de que ya se trate de íntimas confesiones o exaltadas proclamas sociales la constante es el uso del “lenguaje de todos los días”. Asimismo, se apela a la intercepción de elementos de la cultura mediática al tiempo que algunos actualizan  la poesía visual a la manera de la vanguardia. Asimismo, las citas, los epígrafes y paráfrasis unidos a préstamos lingüísticos manifiestan a sujetos con sentido claro de pertenencia a una cultura a la vez global y local. Y en este lenguaje predomina el desenfado, frecuentemente, la ironía o el sarcasmo corrosivo.

Un lenguaje que sirve para legitimar actitudes de disconformidad con lo establecido, prácticas contestatarias y de ruptura.   Veamos algunas muestras: “Jamás he negado que tengo malas costumbres/…/ Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido,/ hablo demasiado  y no construyo más que castillos en el aire/…/ vivo en constante peligro de encontrarme con la horma de mis zapatos” dirá Manuel Morales (“La mala distribución de mi tiempo”). “Yo soy el que te enseñó algunas cosas de la vida/…/ el que habla cochinadas/ nosotros somos los que a veces nos quedamos silenciosos/ los que  a veces insultamos a los familiares/ los que a veces fingimos no conocernos” (José Rosas Ribeyro “Marya entre los cuartos, las calles y las playas de Lima”, 1968). 

Nájar titula un poema y un libro como “Malas maneras” (1973)  y leemos: “Que algún día, mañana, o pasado mañana,/ a nosotros los que te vemos pasar desde los colectivos/ que no nos acusen por dejarlo todo postergado/ a fin de buscar la vida con nuestras consabidas malas maneras”. Años antes Juan Ramírez  prorrumpía “Y aquí conmigo tú me falta un brillo, tú quiero dejarlo todo/ tú  quiero encerrarme en la cabina de una discoteca,  escuchar tú y tú discos/ después comprar los últimos larga duración de Juan Manuel Serrat. O mejor no/ coger tres vestidos, dos pares de zapatos, tú y dejar el trabajo/ y largarte y dejarlo todo, mi colchón, mi mesa, mis piernas, mis manos, mis testículos y dejarlo todo, todo”. “El único amor posible entre una estudiante en la academia de decoración y artesanía y un poeta latinoamericano” (1971).  Por mi parte digo: “Tú te pones a escribir/ tú no te enteras que las tareas se amontonan/ entonces se te acusa/ de loca o despiadada/ se te arrojan palabras/ como pájaros heridos/ que luego serán carroña acumulada en tu memoria” (1973).  Ricardo Falla  en “Área de salud” observa “colas de mujeres con niños/ niños/ transparentes/ prisiones/ evidentes/ no respire/ no se mueva/ salga/ fieras de entraña vacía/ primer congreso / de neonatología/ y protección/ materno infantil/ muerta la semilla/ antes de sembrarse” (1979). 

COMENTARIOS FINALES

Frecuentemente se asocia la poesía de los años 70 casi exclusivamente con la disconformidad, las arengas, la solidaridad con los desposeídos y la proclamación de que se cambiaría el mundo. Hay todo esto pero también mucho más: es la poesía de sujetos que conceptualizan la ciudad en tanto un tipo de civilización, que registran con irreverencia -y muchas veces provocadoramente- nuevas interacciones sociales, étnicas, de género etc. Esto  impone observar la recepción  de la literatura como un fenómeno  que determina estereotipos  que la crítica debe permanentemente revisar. 

Ante el modelo de desarrollo que se expandía mientras persistían viejos problemas y  en el contexto de intensa confrontación ideológica y política,  los entonces jóvenes poetas, exponen sus descubrimientos y su ira. Fue necesario que así fuera, sirvió para remover actitudes e iniciar  caminos nuevos con temas que abrieron posibilidades de percepciones de la realidad – que abarcó el análisis crítico de paradigmas de pensamiento y formas nuevas de relacionar cultura y política- a la vez que experimentaciones expresivas  que luego continuaron  los  y las poetas de las décadas posteriores. 

Hay que señalar, que fue un momento  en que en el planeta entero clamó  por cambios en todos los ámbitos. Era el espíritu de la época que vio morir al Che Guevara en Camiri; la primavera de Praga y el incendio de Jan Palach;  el NAPALM en Vietnam y la resistencia de los negros y latinos en USA; el mayo francés y la masacre de Tatlelolco;
la Revolución cultural China y la llegada de Gagarin y 
Tereshskova al espacio antes que Aldrin y Amstrong pisaran
la Luna el mismo año que
Fellini estrenó Satyricom ambientado en la Roma de Nerón corrupta y decadente. Tiempo del triunfo de Allende y también el golpe de Pinochet y la muerte de Neruda.

Sí, era el espíritu de una época y también el estilo de una época donde aún cabía no sólo la ira sino también el asombro y la esperanza. Rememorarla no significa quedar atrapados o congelados en el pasado sino que, como corresponde a la ética de la memoria,  es una tarea necesaria para poder hallar las raíces  del presente.

 

Fuentes

Bachelard, Gastón. La poética del espacio. México, Fondo de Cultura Económica, sexta reimpresión, 2001. Benjamín, Walter. Ensayos escogidos. Buenos Aires, Sur, 1967.Cabel, Jesús. La fiesta prohibida. Apuntes para una interpretación de la nueva poesía peruana 60/80.  Lima, Ediciones Sagsa, 1986. Falla, Ricardo y Carrillo, Sonia Luz. Curso de Realidad. Proceso Poético 1945-1980 Lima, Ediciones Poesía,  1988. 

Falla Barreda, Ricardo. Fondo de fuego.
La Generación del 70’. Lima, Ediciones Poesía, 1990.
 

Forgues, Roland. Palabra Viva IV tomo. Las poetas se desnudan. Lima, Editorial El Quijote, 1991.

González Vigil, Ricardo. Poesía Peruana Siglo XX. Lima, Ediciones Copé, 1999. Luchting, Wolfang Escritores peruanos qué piensan qué dicen. Lima, ECOMA, 1977  


[1] Ribeyro en: Escritores peruanos qué piensan qué dicen. Lima, ECOMA, 1977 p. 197

[2] Gaston Bachelard. La poética del espacio. Sexta reimpresión. México, 2001 p. 59

[3] Recientemente Carlos Iván Degregori señalaba que esta reforma “quebró en espinazo de la oligarquía”.

[4] Por ejemplo, en 1968 se publica La sal de los cerros. De Stefano Varese, una Aproximación al mundo Campa.  Lima, Ediciones Retablo de papel.

[5] Rosina Valcárcel nacida en 1947 publica  su primer libro en el 66 y el segundo en 1975 y como reconocen  los que han estudiado la poesía de la década  es junto a la suscrita una de las poetas  de más insistente labor.  Al respecto Roland Forgues señala: “Como la de Rosina Valcárcel, la poesía de Sonia Luz Carrillo (1948), Sin nombre propio (1973), Poemas (1976) …y el corazón ardiendo (1979) tiende un puente entre la poesía de las generaciones anteriores y las promociones del setenta y del ochenta”. Palabra Viva IV tomo. Lima, Editorial El Quijote, 1991 p. 33

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Revista Socialismo y Participación

7 comentarios »

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  1. Saludos Sonia Luz que gusto encontrar tu pagina

  2. interesantísimo el trabajo sobre la ciudad. de alguna manera viene a completar imágen que nos dejó cuando la leímos hace un montón de años LIMA LA HORRIBLE. saludos a las poetas

  3. Gracias Paul y Benjamín. También a los numerosos lectores que según las estadísiticas de WordPress tiene permanentemente este post.
    A todos ellos les reitero el pedido de citar la fuente.

  4. felicitaciones Sonia Luz Carrillo por darnos la luz de tu precencia y tu palabra Victor Raul Garcia Torres

  5. […] LA CIUDAD POETIZADA. POESÍA URBANA DE LOS AÑOS 70’ […]

  6. […] LA CIUDAD POETIZADA. POESÍA URBANA DE LOS AÑOS 70’ […]

  7. Siete años después de publicado este post, las visitas siguen siendo numerosas y algunos datos los encuentro repetidos, sin citar la fuente, en otros espacios. Agradezco las visitas y lectura pero reitero mi pedido: Citar la fuente.


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