LITERATURA Y PSICOANALISIS PARA CURARSE DE UNA ENFERMEDAD LLAMADA PERÚ, Jorge Nájar comenta la obra de José Zapata ‘El mendigo y su sombra’
diciembre 19, 2021 a las 2:03 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura | Deja un comentarioEtiquetas: El mendigo y su sombra, Jorge Nájar, José Zapata, Narrativa peruana

Acogemos con agrado el presente estudio del poeta y narrador Jorge Nájar a propósito de la obra de José Zapata
En El mendigo y su sombra, la segunda novela de José Zapata (Trujillo, Perú, 1958) estamos ante un universo topográfico fácilmente reconocible para el lector limeño, aunque en su entramado nunca se mencione la ciudad. Lima no tiene nombre y el personaje central tampoco. Reconocemos la ciudad por los escenarios. Reconocemos al personaje sin nombre porque él también posee los mismos reflejos de quienes residen allí y de quienes sobreviven obsesionados por las grandes preocupaciones de sus contemporáneos: ¿Qué ha fallado en esta sociedad? ¿Por qué nos enzarzamos en confrontaciones sin fin a medida que más nos hundimos en las arenas movedizas?
Una verdadera voz narrativa nos conduce hacia las entrañas de una relación entre la psicopatología del paciente y la sociedad a la que pertenece. Hasta dónde sé, en nuestro patrimonio literario no hay novelas con estas características. Tal vez sí ensayos y testimonios, pero no ficción narrativa. O quien sabe mi información no consigue visualizarlas. Anclada en la estrategia de la cura psicoanalítica, el narrador -un paciente rechazado por su terapeuta- reflexiona en torno a los recursos naturales del país y las posibilidades humanas: el sueño del mendigo sentado en un banco de oro. En el set del psicoanalista el paciente analiza este conflicto, lo que le permite a través de la interpretación entrar en su mundo herido emocionalmente. Vuelve una y otra vez al sueño y esa obsesión termina engendrando tensiones entre el paciente y el terapeuta. Saber las razones más profundas de esa tensión es lo que mantiene en vilo al lector, así como descubrir los entresijos de los amores clandestinos entre el sujeto y la hija de uno de sus mejores amigos.
Con esos elementos en marcha José Zapata consigue una novela muy bien compuesta. Y en ella, si bien el motor pareciera la historia del “rechazo” del terapeuta a seguir ocupándose de la cura de su paciente, el fondo resulta siendo la inquietante “discusión” entre ambos. Pasan por la materia psicoanalítica el tema del complejo de Edipo, la relación madre naturaleza-madre del psicoanalizado, el de la paternidad ausente en la constitución de la personalidad de J.C. Mariátegui, el de las interpretaciones de los poemas del poeta Vallejo, pero sobre todo el de las posibilidades desaprovechadas de la sociedad peruana con relación a sus “riquezas” y los recursos psíquicos de sus ciudadanos. Los personajes como Landeras -el terapeuta-, Ángela -la amante-, Francisco -amigo personal del paciente rechazado-, están muy bien caracterizados. Así y todo, es probable que algunos lectores echen de menos más elementos topográficos, sobre todo en las primeras partes donde sólo se nombran algunos lugares cercanos al Parque Kennedy. El texto en general, y todos los elementos anecdóticos que confluyen, están marcados por las características propias de cierto humor seco, algo semejante al de aquel que ríe en sus barbas. El ejemplo más visible es el de señalar las marcas de los vestidos que llevan sus personajes para una u otra circunstancia. Personajes poco sinceros. Personajes nutridos de dobleces y prepotencias. Pero también entrañables en sus flaquezas y grandezas sobre todo cuando al final se descubre la generosidad del “detestable” terapeuta frente a los problemas del paciente “rechazado”.
Ese tipo de personajes es en realidad algo que ha venido evolucionado a lo largo
del corpus narrativo creado por José Zapata. Hasta enero de 2018 en que tuve la
oportunidad de presentar ante el lector francés este universo narrativo, la obra del autor
se componía de diez cuentos y una novela: El conciliador y El cese. En esa oportunidad
señalé que El cese, publicada por primera vez en París, en el año 2000, y luego reedita en
Lima, era una novela extraña dentro del paisaje narrativo peruano; extraña porque sus
preocupaciones no van por el análisis de los traumas engendrados por la guerra interna,
ni por el combate identitario de nuestras regiones más íntimas, ni por el ancho camino
de la novela confesional : “mi papá es más malo que el tuyo”· No. No está en eso. El
narrador opta por recrear la metáfora de una jaula y dentro de ella la vida de un
burócrata. Así consigue pintar la psicología de un individuo atrapado en las redes de un
complot urdido por sus colegas. Hay que sumar a ello los relatos que componen El
conciliador, cuya primera edición apareció en Buenos Aires en año 2004; se condensa en
ellos un universo de subordinaciones y frustraciones marcados en gran parte por la idea
de la escritura como destino salvador. Recuerdo que después de señalar estas
características me atreví a formular la siguiente interrogante: “¿Qué le ha pasado al
creador de Benítez, al creador de los diamantes oscuros de El conciliador para que desde
entonces no haya vuelto a publicar?”
Pues bien, atrevámonos a suponer que el personaje sin nombre, el paciente
rechazado de El mendigo y su sombra (Santo Oficio, Lima, 2021) es la suma y destilación
de los componentes del universo que ha venido creando. Atrevámonos a suponer que la
estrategia del paciente es una manera de aludir al ser peruano, al Benítez expectorado
del vientre de la ballena, o a alguno de los tantos habitantes de la galería de
subordinados de El conciliador. En la historia del pájaro dentro de una jaula de felinos,
hay un discurso no manifiesto pero que de manera subterránea lo sostiene. Por debajo
de los acontecimientos externos y del drama de Benítez, el narrador está contando otra
historia, y esa es la de las miserias de la vida burocráticas pero en clave de humor negro.
Benítez es en realidad un rebelde, pero a pesar suyo. Este pájaro insumiso, al parecer, no
está capacitado para ser funcional dentro de la jaula burocrática que le exige
uniformidad con el entorno. Siguiendo las huellas del personaje el lector asiste al
montaje y desmontaje de la ligazón existente entre muchos “colegas” contra uno que se
resiste a obedecer a ciegas las “reglas del juego” para conseguir el ascenso y la
promoción. El tal Benítez es un joven funcionario del “Servicio Superior Público” -el
lector nunca llegará a saber en qué sociedad funciona este “servicio superior”- cuyo
comportamiento es por momentos conmovedor por sus reacciones chaplinescas tanto
en el terreno de lo privado como en público. No por eso hay que suponer que nos
encontremos únicamente ante una loca y angustiosa historia de crítica social. El
argumento enlaza una serie de situaciones, al igual que lo van haciendo los personajes, y
así se va formando una enorme bola que terminará estallando al final de la novela con la
revelación de lo que parece ser la clave del mundo burocrático: el entendimiento y
aplicación de las normas contenidas en “el libro magno”, “el código de conducta
institucional”. Un libro vacío.
¿Distopía? ¿El estado policial? Se dice y se repite que la literatura distópica se
utiliza para proporcionar nuevas perspectivas sobre prácticas sociales y políticas
problemáticas que de otro modo podrían darse por sentado o considerados naturales e
inevitables. He ahí la clave de la figura rebelde de Benítez. En su manifiesta incomodidad
frente a esas prácticas, la carcajada puede escapar fácilmente ante las situaciones
desproporcionadas de la tragedia en la que él mismo se va metiendo por su exceso de
celo profesional, por sus obsesiones, por sus afán analítico de lo que dicen los otros, e
incluso de sus propias ideas que terminan por dominarlo; palabras e imágenes que se
imponen en su mente de forma repetitiva y con independencia de la voluntad. Por eso
mismo, dentro del espantoso universo en el que se mueve, Benítez es, probablemente, la
versión moderna de un Quijote luchando contra los molinos de la mediocridad. Un
Quijote que cree ver fantasmas y agresiones por todas partes. Más aún, Benítez en su
quijotismo llega incluso a convertirse en el antihéroe perfecto entre personajes del
aparato administrativo cuyos tentáculos resultan más largos de lo que él mismo imagina.
Su tragedia pone al descubierto a “la élite del servicio público” entrampada en luchas
individuales de sumisión en pos del ascenso en la carrera. Entre personajes del aparato
burocrático pero también en el terreno doméstico -novias, familiares y vecinos sumisos
y perversos- Benítez adquiere las características del rebelde que se resiste a caer en las
trampas de la burocracia dorada. Y esa rebeldía contra la hipocresía, contra la conjura de
sus colegas que lo van marginando y confabulando para destruirlo, terminan por
convertir al personaje en el ejecutor de su propia destrucción y expectoración.
La novela está dirigida con una paciente estrategia de desvelamiento de los
pasadizos, corredores, despachos, fronteras y límites más turbios de la administración
pública. Así el autor logra mantener el interés del lector con el retrato de un abanico de
personajes infieles, desleales, traidores, arribistas interactuando dentro de la
maquinaria destructora. A través de la tortuosa y enrevesada personalidad de Benítez,
asistimos a un repaso del comportamiento psicosocial de la época que le tocó vivir en un
tono de burla que contrasta con la triste visión de las vidas de los personajes retratados.
Decíamos que no es solamente una loca y angustiosa historia de crítica social. La clave
parece ser sacar a luz lo oculto en el mundo burocrático: la obediencia ciega, la sumisión
y, por lo mismo, la conversión en cómplices de abusos y destrucciones de sus propios
colegas.
Con El Conciliador, José Zapata continúa con la puesta en escena de personajes
oscuros pero profundamente peligrosos, precisamente por ese comportamiento de seres
subordinados desarrollado en su novela. Pero en esta entrega hay un cambio radical. El
creador de ficciones parece haberse cansado de la distopía y se enfrenta ahora con la
historia y las situaciones otorgándoles nombre propios. El conciliador se compone de 10
cuentos, varios de ellos marcados por las preocupaciones de la “escritura”, pienso en el
magnífico Opus Magna y, singularmente, en este momento del relato: “ya despierto, tuve
la sensación de que por la noche, profundamente dormido, había logrado escribir esa
gran obra que en la vigilia me es completamente inalcanzable.” El sueño de la
imposibilidad de la obra maestra resumido en cinco páginas. Entre tanto el narrador
consigue crear una atmósfera poblada de mujeres bellas, chamanes, médicos en un
rincón perdido de la sierra del norte peruano. Otro de los componentes de este conjunto
marcado por la misma preocupación creadora es el cuento denominado Descargo. Desde
las primeras líneas escuchamos esta confesión: “Soy de esos autores que después de
escribir una única novela, se sumergen en la más absoluta improductividad.” Se trata de
un escritor peruano, para mayores datos residente en Trouville, Francia, en estado de
sequía y que se escuda en la interpretación musical para disfrazar su situación. El caso
de otro escritor truncado aparece en Melitón: Werner Cevallos, también peruano,
jubilado de la Universidad de Lyon, regresa a su patria, a Trujillo, para instalarse
definitivamente. Regresa con un cúmulo de inéditos. El debate gira en torno a una novela
inédita, el enigma de un hombre enjuto que confunde la teoría con la realidad, la
especulación con la acción práctica. Y allí el descubrimiento de esta perla: “En la realidad
y no en la ficción, el lenguaje se usaba fundamentalmente para mentir.” En realidad el
relato plantea el eterno dilema existente entre el crítico literario y el autor. El problema
del escritor polígrafo sin editor y que a pesar de todo sigue escribiendo sin saber lo que
ha ido acumulando a lo largo de su vida. Estamos pues ante un mundo de escritores
frustrados. De hombre cobardes. De mutantes y asesores hinchados de vanidad, todos
ubicados en un espacio y en tiempo preciso. Y entre ellos, el revelador Leviatán, es el
cabo, el nudo, que enlaza la tragicomedia de El cese con el universo mediocre en el que
pululan los personajes de El conciliador. Pero el monstruo con el que en esta
oportunidad se enfrenta, no es un ser difuso. Tiene nombre y características propias.
Nos dice que Leviatán vive en realidad en cada uno de nosotros, en nuestros arrebatos,
en nuestras frustraciones. Se nutre en nuestro propios consentimientos.
Todos los elementos psicológicos presentes tanto en El cese como en El conciliador
vuelven a emerger en El mendigo y su sombra, con otros matices, en otro entramado y en
nuevos segmentos de vida, todos ellos observables en las dobleces del terapeuta, en el
problema de la posibilidad e imposibilidad de la escritura al tiempo que pone al
descubierto las raíces de nuestra tragedia nacional. También aquí estamos ante un ser
cómico a pesar suyo en medio de sus dudas, mortificaciones, sospechas, obsesiones; un
ser trágico y atormentado por el anhelo de conjugar las aspiraciones individuales con las
aspiraciones sociales, por la idea de que en el Perú el recurso natural es abundante y que
lo que fallan son los recursos psíquicos. En los pliegues de su reflexión el paciente
rechazado parece decirnos que el recurso natural sólo podrá ser apropiado
subjetivamente y transformado de forma útil, si el recurso humano puede actuar en
consecuencia. Pero ese recurso, desde su óptica, está dominado por lo psíquico, y el
psiquismo condiciona el comportamiento racional y práctico de la mayoría. En la
metáfora “El Perú es un mendigo sentado sobre un banco de oro”, dicho individuo no se
apropia del oro y no lo utiliza para su beneficio; no puede “dejar la condición de
pedigüeño a pesar que debajo de sus sentaderas tiene oro puro”. En su obsesión
analítica, el paciente rechazado se ha percatado que, curiosamente, el mendigo no es
ciego ni demente, pero aún así no advierte el preciado material del banco donde está
sentado. Esta situación le permite suponer de que actúa sobre el hombre sentado en el
banco de oro una prohibición, algo intangible que impide echar mano del oro y
aprovecharlo. Esa prohibición puede referirse a la existencia de un conjunto de síntomas
que inmovilizan y además causan deformaciones en los contactos con la realidad de los
que la padecen.
La metáfora así planteada sugiere que se trataría de una enfermedad que él mismo
paciente rechazado padece. Por eso él ha recurrido a un psicoanalista en pos de
respuestas y alivio y éste lo ha rechazado porque le trae (el aspirante a paciente) un
problema que no está considerado como tal por los instrumentos teóricos y clínicos que
el terapeuta conoce y utiliza. El paciente insiste en que sus sufrimientos espirituales y su
malestar tienen implicancia con el contexto social y la historia de su país y el
psicoanalista no considera oportuno ni conveniente hablar sobre el Perú en el espacio
terapéutico, porque entretenerse en esos temas es una forma de “evitación”, piensa, y
desvía el diálogo terapéutico dejando de lado aquello que considera importante y más
ligado a la situación personal y familiar del paciente. Así el psicoanalista se niega a
considerar que quizás la insanía individual pueda haberse anidado en el seno de una
cultura nacional que tiene componentes patológicos en su constitución y que puede
afectar a sus portadores.
El paciente negado es un alto funcionario que trabaja para un organismo
internacional. Y desde Trujillo, nos cuenta con una memoria de archivista sus problemas
relacionales con su psicoanalista doce años después de lo ocurrido. La ciudad donde
reside es descrita y pintada con precisión y eso contrasta de manera notable con los
paisajes difusos de la ciudad donde padeció la mala relación con su terapeuta. La historia
del paciente rechazado avanza hasta revelarnos la solución final del problema de la
escritura, un “regalo” de aquel que él había calificado más de una vez como una persona
que se había negado a prestarle ayuda. Llena de una alta dosis de humor frío, seco, la
novela termina convirtiéndose en un libro imprescindible para esclarecer el horizonte
de tantos personajes subyugados por sus ilusiones y la confrontación con la realidad.
Como decía Lawrence Durrell a propósito de El cuarteto de Alejandría: “Todos los
personajes de esta historia, así como la personalidad del narrador, pertenecen al terreno
de la ficción.” Solo la enfermedad es real.
París, diciembre del 2021.
LOS TÚPAC MARU (1572-1827) DE OMAR ARAMAYO en la lectura de JORGE NÁJAR
febrero 12, 2020 a las 5:02 pm | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Miscelánea, Noticias y demás... | 2 comentariosEtiquetas: Jorge Nájar, Los Túpac Amaru, Omar Aramayo, Quechuas y Aymaras, Resistencia Incaica
Con enorme satisfacción acojo en este sitio el texto que la lectura de la magnífica obra de nuestro común amigo, el poeta y narrador Omar Aramayo, Los Túpac Amaru (1572-1827) ha motivado en el poeta Jorge Nájar, quien gentilmente lo cede para su difusión. Literatura de calidad de uno y otro autor con quienes me une una larga amistad que me enorgullece.
LA ÉPICA AMERICANA:
LOS TÚPAC MARU (1572-1827) DE OMAR ARAMAYO
“Detrás de cada soldado está una mujer”
Edgar Lee Masters.
Nunca hasta ahora había leído un libro tan poderoso sobre la lucha por la libertad a lo largo de todo lo que fue el Perú y el Alto Perú. La crónica, la sinfonía, la ópera, el poema épico de Omar Aramayo nos ha permitido hundirnos no sólo en la historia de pueblos quechuas, aymaras, que perseveran en la resistencia, también, incluso, en las raíces de un problema que perdura: las luchas clánicas, los abusos socio-económicos, imperio de los dogmas a punta de sanciones.
He aquí una de las escenas clave. El 21 de setiembre de 1572, José Gabriel Condorcanqui Noguera, Túpac Amaru, cautivo, ingresa al Cusco halado con una cadena de oro. “Hurtado Arvieto le exige se despoje de la borla de oro que sobre su frente pende, la mascaypacha, símbolo del Inca, para saludar a Francisco de Toledo, virrey del Perú. Túpac Amaru le responde, me pides un imposible, yo no saludo a los yanacunas, a los sirvientes. ¿No sabes quién soy? Soy dueño de mi destino, te lo había dicho, soldado, no has podido comprenderlo. Hurtado Arvieto, en su impotencia, le marca el rostro con una sófera bofetada, para que aprendas. No soldado, hay cosas que son y no comprendes.” De inmediato lo recluyen en el palacio del Colcampata a la espera del momento.
Para comprender la escena habrá que hundirse en la locura de una época sin equivalente en la historia del Perú, Bolivia y Argentina, cuando todo el mundo andino era una hoguera. Hacia ese incendio, hacia ese diluvio, nos conduce esta novela coral, plena de voces indias, de voces mestizas, de chapetones, héroes y traidores. Pero sobre todo plena de voces de mujeres.
La crónica se extiende desde el suplicio del primer Túpac Amaru en 1572, hasta la muerte del rebelde Juan Bautista, en Argentina en 1825. El motor de toda la epopeya es desentrañar las raíces de la independencia de América Latina. Quien se sumerja en sus páginas ingresará en la gran epopeya de la libertad del Perú y del continente: desde el grito libertario de los Túpac Amaru que concluye en el sueño americano de San Martín y Bolívar. Detrás de la rebelión de José Gabriel Condorcanqui, detrás de la de Diego Cristóbal y de Julián Túpac Katary, detrás de las tragedias de sus mujeres, amantes e hijos, detrás de sus trágicos antecedentes hasta sus terribles consecuencias, late el pulso de todo un pueblo que persiste en sus anhelos de libertad.
En una polifonía magistral en la que resuenan las voces de los jesuitas, de los oidores, de los dirigentes de la rebelión, se alza la voz de Clara Rojas, de Úrsula Josefa, de Bartolina, de Gregoria y otras. Cada una encarna un universo en sí. Nunca había leído una novela con tantas voces de mujeres protagonistas. No se trata de mujeres convencionales, esposas de sus maridos recluidas en la vida doméstica. Son verdaderas fuera de serie. Heroínas inmersas en la conquista de la libertad. La destreza del narrador que nos conduce hacia ese mundo de caos, es convertir en seres de carne y hueso a todos y cada uno de los héroes y tiranos, cobardes, mentirosos, traidores, animales que hablan con los hombres de buena voluntad, montañas que cantan y anuncian porvenires. Y mujeres, muchísimas mujeres, compañeras de los héroes, amantes de los traidores, madres de quienes luchan por la supervivencia de un mundo en combustión. No son vencidos, como quisieran algunos. Son más bien resistentes. Luchadores y soñadores. Hombres y mujeres que piensan que luchar por la libertad es el exacto sinónimo que luchar por la vida.
La prosa de Omar Aramayo consigue así retratar una sociedad feudal y colonial que pese a los siglos y los cambios políticos persiste soterrada en nuestras sociedades. Con otros andares, con otras maneras, pero ahí está, soterrada. Sin embargo, gracias a sus estrategias narrativas el lector puede llegar a tener la impresión de estar ante un mundo virginal no obstante los siglos transcurridos.
Ha sido necesario todo el brío y la generosidad de un cronista de excepción, de un compositor de una verdadera sinfonía, de un poeta y narrador fuera de serie para conseguir poner ante nuestros ojos todas las pasiones andinas, todas las pasiones humanas, el odio y el amor. Ha sido necesario el despliegue toda una sabiduría de la historia, de la geografía, la botánica y la zoología para aprehender la grandeza y la decadencia de un pueblo masacrado por las circunstancias. Quechuas y aymaras, mestizos y españoles. En estas páginas brillan grandes secretos de familia, grandes personajes, la potencia del relato, giros, sorpresas, vaivenes, el tono y los escenarios unas veces burlesco y al mismo tiempo trágico.
Me tinca que Omar Aramayo no dejó nunca de interrogarse por el sentido unitario de la historia y, a la vez, si existe realmente algo parecido al “progreso humano” más allá de los trajes, de los oropeles, de las apariencias. El talento del autor se expresa aquí desde las cimas más elevadas de la poesía.
Respecto al tiempo en el que transcurre esta epopeya, la caravana de la muerte, la extinción de la estirpe maldita, el autor nos deja entender que la preocupación más acuciante es la cuestión de los indios y de los campesinos en general obligados a abandonar sus tierras para hundirlos en una vida de onerosos trabajos cuya única finalidad es sobrevivir para, un día tras otro, volver a trabajar dura y crudamente. En paralelo a la intranquilidad y el desasosiego frente a la desvinculación del ser humano de la naturaleza, se vuelve visible la desesperación de las mujeres violadas que se resisten a ser madres. Ellas son las más radicales porque viven en sus propios cuerpos el mal desastroso, quizá insalvable: la violación y el aborto, el mal del desarraigo en el propio ser. Seguro que este narrador, este poeta, este filósofo está habitado por la idea de que la unilateralidad es la causa principal de la infelicidad humana.
Consciente de que cada época tiene su propia aflicción, ya no el narrador, me parece incluso que el propio autor, padece esos dolores y afronta los espantos de sus personajes como un verdadero guerrero en medio de la fronda. Ese conocimiento ha terminado cuajando en esta sinfonía: Voces que cantan. Voces que narran. Hombre y mujeres que cuentan sus dramas. Lloran y gritan. Maldicen y ruegan. Y por encima de todos ellos, el dios creador de ese canto coral. En su entramado se concentra genialidad y talento innegables. Estamos ante una obra totalizadora, ante un discurrir épico escrita con la incorporación de un castellano andino rico en representaciones, plena de imágenes y broncas metáforas utilizadas según las necesidades de la historia. El discurso es denso y la estructura no es lineal porque Omar Aramayo utiliza vasos comunicantes que ligan historias hundidas en los pliegues más profundos del mundo andino, fracciones de la historia en general.
Lo digo sin ninguna duda. No sólo estamos ante la prosa de uno de los narradores más brillantes y profundos de nuestra historia de las letras, sino también ante un hondo pensador cuyas ideas, estoy seguro, fueron formándose al calor de sus plurales y muy diversas experiencias vitales en los escenarios de este magnífico fresco del mundo andino. La poesía y la metafísica, el impulso hacia la creación y hacia el conocimiento sistemático, son como respuestas alternas e inseparables a las presiones de la experiencia.
JORGE NÁJAR
París, febrero del 2020.
FINISBUS TERRAE, EXILIO Y RETORNOS EN LA POESÍA DE JORGE NÁJAR
octubre 31, 2019 a las 1:36 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Creación, Documentos, Miscelánea, Noticias y demás... | 2 comentariosEtiquetas: Finibus terrae, Gino Ccecarelli, Jaime Vásquez Valcárcel, Jorge Nájar, Mg. Sonia Luz Carrillo Mauriz, Poesía de Jorge Nájar, Poeta Jorge Nájar, Poeta Marco Martos, Poeta Sonia Luz Carrillo Mauriz

Finibus terrae & otros poemas, 2da, edición, Tierra Nueva, 2019 Cubierta: Shapshico de Gino Ccecarelli; diseño, Rodolfo Loyola; cuidado de la edición, Jaime Vásquez Valcárcel.
El martes 22 de octubre, me cupo la satisfacción de, nuevamente, presentar un libro de un poeta y amigo querido, Jorge Nájar, en el bello local de la Academia Peruana de la Lengua, al lado del poeta y maestro Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua. La ocasión la brindó Finibus Terrae y la presencia de Jorge en Lima.
Hace algunos meses, Jorge Nájar, compañero generacional con el que mantengo hermosa amistad e ininterrumpido diálogo en poesía a través de décadas, me invito a acompañar con una nota los poemas de Finibus Terrae. Con inocultable satisfacción ante una poesía cuyo cultivado esmero captura cada día más atención, aquí la reproduzco:
«Una vez más, la gentil invitación de Jorge Nájar me lleva a inquirir sobre algunos aspectos de una poética fascinante por el mundo que expone a nuestra mirada y el desafío que nos presenta su concreción formal.
En la actual colección, convergen poemas de Finisbus terrae, poemario que obtuvo el Cope de Oro en 1984, organizado por Petro Perú; Canto ciego, ganador del Premio Juan Rulfo de Poesía, en el año 2001, convocado por Radio Francia Internacional y la Maison de l’Amerique Latine, París. Completa el conjunto Habitarás otro mundo, que hasta el momento se hallaba inédito.
Acerca del título es útil recordar que desde siglos atrás Finisbus terrae fue concebido como un lugar, un topus (en el sentido platónico), el extremo de mundo conocido al que se desplazan los otros, en cierta manera lo invaden. No es casualidad que en el poema “Acta de fundación” que abre el primer apartado, leamos:
“Tal rabo de salamandra desgajado del cuerpo
y en nombre de todos / del apasionado furor
de la banda de borrachos mitómanos drogadictos
que invadieron Lutecia alumbrando bombardas
en el corazón de la pobre gente…”
Se trata de la mirada del que llega a un territorio ajeno como “rabo de salamandra desgajado del cuerpo” y percibe la hostil otredad. Y eso nos hace preguntarnos ¿Dónde inscribir esta poética? ¿Es intimista? ¿Se le puede considerar dentro de lo que se ha dado en llamar poesía identitaria?
Las primeras claves nos las empieza a dar en el citado poema “Acta de fundación”.
“…a la gloria de los fantasmas
que pueblan mi endiablado paraíso
temblando / a la deriva…
…en homenaje a quienes alegres y vigorosos
danzaron amaron reventándose el cerebro
inyectándose litros / barriles de vida
para volar sobre los techos de la ciudad
quemándolo todo / huyendo de lo perfecto
—vistoso plumífero que gorjea y gorjea
erguido en la ventana del castillo—
yo
mi cuerpo y su vacío
mi ángel de vida deslumbrante y su engaño
que con paciencia examinó el asiento
las entrañas de la urbe donde florece en silencio
el amor / el odio
y donde ya nadie baila ni cumbia ni ukelele
para no molestar para dejarlos en paz
me dejo llevar por el gordo río hacia no sé dónde
cansado de armar el circo cada mañana
para agradar y divertir a estos gentiles
tan nobles tan difíciles tan serios…”
¿Qué encontramos? Desplazamiento físico, ajenidad frente a una nueva realidad y su huella en temas y percepciones: “nadie baila ni cumbia ni ukelele /para no molestar para dejarlos en paz”. Persistencia del uso del español en poemas abiertamente narrativos, conversacionales, con la inclusión de vocablos venidos del lugar de origen. Y una constante configuración de identidad que registra una voz poética marcada por la movilidad tanto territorial como temporal, lo que le impone un permanente cambio de recursos lingüísticos para la exposición de temas y de expresión de la subjetividad del hablante.
“…y
habiendo considerado todo
la belleza / el fondo
las elegantes ancas / las elegantes crines
de mis niñas / de mis dueñas
pardas negras amarillas
los caballitos de papel que arrojan al aire
cuando paso volando por encima de este río
—Saint Michel—
la conciencia invadida de anfetaminas
mi pobre corazón endurecido por el desdén
declara estar aquí
en sus luces pero arrinconado y tembleque
en una esquina de la calle de l’Ancienne Comedie
frente a la estatua de Danton que ordena
cordura y prudencia en sus golpes
a los girondinos / a los tombos
a los ignorantes / al cultísimo pueblo
que pesa y mide diferencias entre quimeras
del amor / de la renta
mientras se abre el banquete y sin fastos
te levanto mi niña rodando en el aire
en el pasto del mediodía
libérame sin embargo de tantas visiones
y vence mi angustiada cabeza con el sueño
antes que me embarque y deje a los señores
confirmar lo hecho por este soldado
capitán de la corona / domador de quimeras
que con no humilde coturno canta esta romanza
como canta el perico en su ramita de guayaba
sacado del original
por el suscrito
París 18 de brumario”
Los referentes históricos, Danton, 18 brumario; culturales, Saint Michel, l’Ancienne Comedie, se entrelazan con términos del castellano latinoamericano, guayaba, así como el peruanismo tombo (policía, gendarme), para exponer esta percepción de lo diferente, en “la angustiada cabeza” de un habitante de la periferia en la gran urbe que se ve a sí mismo como un “vistoso plumífero que gorjea y gorjea /erguido en la ventana del castillo— / yo/ mi cuerpo y su vacío”. El llegado de otras tierras, “mi pobre corazón endurecido por el desdén/ declara estar aquí /en sus luces pero arrinconado y tembleque / en una esquina de la calle de l’Ancienne Comedie/”.
Estamos, insisto, ante una poesía de exilio, mirada y pathos ya no de viajero trashumante sino del sujeto aposentado en una realidad distinta a la originaria en permanente interacción y contraste de su identidad con otras también en continuo movimiento. Y la idea del imposible regreso a lo dejado atrás. Destierro y conciencia de lo ido, a la par de la imprecisión del futuro. Veamos el poema “Por las autopistas”:
“…años de años repitiendo trucos malabares
cincelando palabras que la prisa extravió
en un mismo charco de petróleo quemado
y ahí vi a unos gitanos que venían del Perú
a quienes detuve diciendo quiero ir a casa
llévenme / no me dejen aquí
a lo que respondieron gritando
inmensos calzones / provinciano
¿quieres volver a tu casa?
tu casa está allí donde te lavas los dientes
allí donde fríes un par de huevos al amanecer
y si crees que la has perdido
te has perdido tú mismo pájaro multicolor
medio blanco / medio negro
tan vulnerable y flexible como tallo de amapola
“¡ya basta, basta, infelices, desertores!”
así dije tal gallo cascado y envejecido
pero no me dejen morir en este delirio
que el día venga y pueda irme
aunque nunca sepa hacia dónde soplan los vientos…”
Ante Finibus terrae no podríamos llamar identitaria una poesía ajena a la exaltación de una relación armónica e idealizada de los seres humanos y la naturaleza, no hay un canto que idealice a la tierra, las aves o los vegetales. Se encuentra desazón por el bien perdido en medio de la desolación que produce el reconocer que el regreso no asegura la satisfacción ni la felicidad. En Canto ciego, la segunda parte del libro, leemos estos versos:
“…Y tras una vida apagando incendios
hoy te cabe la sospecha de un monstruo
inflado de vanidad en la niebla
que impide distinguir quién habla
cuando canta hinchado de silencio.
Deseas que esa verdad arda en tu cuerpo,
que eso humee de ti cuando la hora sea.
Y que ese humo resuma la esencia
de tu propia historia, amores, goces
e intrigas por un poco de felicidad.
Deseas sólo eso cuando la hora sea
de bajar por las laderas cantando mulizas,
pasacalles, huaynos al borde de los precipicios
en pos de nada, encontrando nada.
Volar en pos de alivio y sólo hallar el grito…”
En la actual entrega, como venimos viendo, es reiterado el tema del viaje. El ir y venir, las expectativas y las observaciones son el eje de este poemario que, por lo demás, comparte con casi toda la obra de Nájar. Viajes que no son solo desplazamiento por territorios físicos sino indagaciones por el propio ser y estar del hablante en poesía que va probando su capacidad de resistencia y adquisición de nuevos bienes. “Si resistes el mundo puede ser tuyo” dirá en el poema “En estos campos”:
“…visto desde las ventanillas del tren
que cruza el corazón de la vieja Flandes
Escribo en mi memoria
Si resistes el mundo puede ser tuyo
No te quiebres
¿Y en ese bullir vives avanzando hacia la muerte
como la hormiga en el fruto o el picaflor en el campo
sacándole polen y dulzuras a la flor de los breñales? “
En la tercera parte del libro Habitarás otro mundo, fechado en el año 2018, el hablante poético se muestra reconciliado con la existencia. Los referentes se ubican en el territorio al que se ha regresado en distintas ocasiones. El tono y los temas son de aceptación serena de lo vivido. El tono autobiográfico se intensifica. La creación poética justifica los desplazamientos. A ella se le encarga la tarea de dejar “viejos sedimentos” para poder llegar “hacia el fondo de uno mismo”.
“…Sea eso el poema
masa incandescente manjar para nutrir volcanes
Sea eso el arte de iluminar la materia oscura
Volver a comenzar día y noche
Y una vez limpios de viejos sedimentos
avanzar por el luminoso desierto hacia el fondo de uno mismo
Oh alma mía agota toda la extensión de lo posible”
Es hermoso y eficaz el poema “Estatua de aire” que expone la convicción del poder de la creación, la serenidad con la que el hablante lírico asume su individualidad creadora.
“…Así comenzó a abrirse camino dentro de mí
frente al mar y en medio de un silencio lleno de estruendos
un monstruo totalmente consciente de algo muy oscuro
Construir una estatua del futuro llena de silencios
Construirla sólo con palabras y voces
Construirla con un ser vivo llamado tiempo
Agitándose dentro de ella un sueño un desafío
La inmensidad”
Con poemas de este tema y tono, la voz poética en continua reformulación, desmitifica la retórica nostálgica o denunciante de la migración. Asistimos a una producción cuya clave reside en la convicción del poder de la palabra; el destino del sujeto es la inmensidad.
El ir y volver de una realidad a otra, ha proporcionado al poeta – sin disimulada tristeza- la convicción de que los rasgos de origen son importantes, indelebles , y el sujeto que vive en exilio enriquece con ellos su mirada, no exenta de extrañamiento a toda otra realidad. En todo caso, ya no es el mismo que partió y se expresó con la exasperación de los primeros textos. Lo percibimos en el poema “Tótem”.
“…pasión de lejanías arde en sus ojos
y en las cenizas brillan adioses
silencios algún suspiro siluetas
que hacen cabriolas a la tristeza
eso es todo lo que perdura
el resto es agregado
coleóptero de oro
que muerde para sobrevivir.”
También lo encontramos en “Música antigua”:
“Un amor cualquier amor
que se va dejando sus rasguños
y luego un suspiro
un ángel curvado en la demencia
antes de empezar
nueva fuga hacia lo eterno
buscando arder en otro incendio
Así han sido los viajes de estos años”
El recuerdo trae imágenes tanto urbanas, como esta de la ciudad de Lima:
“Lima despatarrada y seductora
Nadie se queda en ti
Nadie se va de ti
Nadie vuelve a ti
Sano y salvo”
Como rurales, no exentas de mordaz crítica, en el poema “Pájaros”.
“…En los valles de la lúcuma todos cantan
con pantalones o polleras multicolores
valsecitos / yaravíes / tonderos / huaynos
En las sombras de la corrupción o en la luz
bailan con los bolsillos llenos
si no de oro o de sangre
sí repletos de amargura..”
Presente también la referencia histórica y cultural. Tal el poema “Manuscrito de Huarochirí (2)”
“En la oscuridad las madres abrazan a sus niños
atadas a las cuerdas de los puentes rotos
Y en coro gritan balanceándose en el abismo
Taita / Padrecito / Dios Amaru
¿Quién cuidará de nuestros huahuitos?
¿Quién de nuestras gallinitas y cuyecitos?
¿Quién salvará de las trampas a la pobre calandria?
En el día del Juicio desapareceremos todos
los practicantes de cariños y contemplaciones
Todos los pajarillos arderemos
con nuestros picos radiantes en la claridad del día
cantando / cantando /
y cavando una tumba en el aire…”
Lo mismo en el poema “Planta sagrada”, referencia a la nativa hoja de coca así llamada.
“Ya tengo sobre la mesa los vinos
y los manjares para la próxima fiesta
Solo espero que tú llegues sagrada planta
y así permanecer encendido cuando la noche
Alumbre aún más tu presencia”
En este Finisbus terrae de 2019, se cierra un ciclo iniciado en 1984. La angustia y las obsesiones iniciales han dado paso a la calma mirada, por momentos marcadamente escéptica, a la existencia posible. En “Sobrevivir”, el poeta asume una realidad defectuosa donde quiera que se mire:
“Arde el aire por doquier / Arden el mar y la tierra
y ya ni hablar de las cavernas
donde bulle la desintegración de los átomos
Pero la consigna es sobrevivir como sea
En cualquier rincón de la barbarie”
En este punto del ir y venir la apuesta es un realista disfrute de lo concreto, sin embargo, también la confianza en la solidez de la poesía, “diamante oscuro”. En el poema “Skipper” se lee:
“A lo largo del viaje he soñado con otros mundos
pero ya estoy harto de esas extravagancias
Ahora mismo salgo a buscar lo que es real y permanente
El ron de las viejas barricas de roble
Estoy seguro que en esas aguas otra vez ganará
la vibración que salva el mundo
La poesía como un diamante oscuro”
El poema que cierra el libro “El estrecho de los bárbaros” es una suerte de exposición de motivos del transitar hasta el fin, hasta el extremo, del finisbus terrae. Revisa motivaciones del exilio. “Había que irse”, “largarse por el río” con la esperanza de la salvación aunque en este mundo imaginado persista el hedor del acabamiento, la recurrencia a lo extinto, “los dinosaurios”. No hay certezas más allá de la palabra poética, ese “diamante oscuro” mencionado en el anterior texto, lo que hay y se registra es “el desierto” y su viento amarillo pero también los “iluminados acantilados”
“…Y me hundí en el burbujeante mundo
de la descomposición molecular.
Cruzando el estrecho de los bárbaros
todavía siento el hedor de los dinosaurios.
El viento amarillo del desierto
y los iluminados acantilados.”
Este es el territorio frágil y cierto recorrido a través de décadas por Jorge Nájar y su exigente poesía, registrada en Finisbus terrae. Poesía que, una vez más, me brinda la satisfacción de dejar mis impresiones al lado de sus huellas, en un extenso diálogo y caminar.
Sonia Luz Carrillo Mauriz
Lima, 2019
TESTIMONIO GRÁFICO DE AFECTO Y CELEBRACIÓN

Jorge Nájar, Sonia Luz Carrillo, Marco Martos y Ricardo Falla Barreda. Academia Peruana de la Lengua, octubre 2019

Jorge Nájar y Sonia Luz Carrillo, Jr. de la Unión, Centro histórico de Lima, octubre 2019

Ricardo Falla Barreda y Jorge Nájar
“ESPÍRITUS TAL VEZ SEA EL CANTO MÁS AUTOBIOGRÁFICO QUE HASTA AHORA ENTONO”, JORGE NÁJAR ACERCA DE SU MÁS RECIENTE POEMARIO
septiembre 27, 2018 a las 12:50 am | Publicado en Algunas fotos, Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura | Deja un comentarioEtiquetas: Espíritus de Jorge Nájar, Jorge Nájar, Poeta Jorge Nájar, Pucallpa
Un libro río, libro de extensos territorios; homenaje y reflexión de recorridos que van desde los orígenes, desde las decisiones y el reencuentro en la memoria. Jorge Nájar, poeta peruano nacido en Pucallpa, departamento de Ucayali, en la selva amazónica, ha creado un vasto texto de pareja intensidad del que ahora dejo solo una breve selección. ESPIRITUS, Éditions Folle Avoine, 2018, edición bilingüe, traducción de Michéle Lefort, fue presentado en setiembre en Bessançon , el este de Francia, Doubs, región de Borgoña-Franco Condado. Jorge, querido amigo, compañero de largos caminos e invariable afecto, me ha hecho el regalo de esta primicia. Un placer compartirlo.
Abre el libro el siguiente epígrafe:
“Para mis padres, en el corazón de la verdad,
aunque algo tarde.
Pour mes parents, au coeur de la vérité,
bien qu’un peu tard.”
Luego el poeta revela sus motivaciones:
Brotando de la noche cósmica llegó Espíritus como una piedra incandescente cuando yo vivía inmerso en la experiencia de crear una urbe amazónica : Mayushín, un espacio real e imaginario en el que convergieran los personajes con los que yo me hice al mundo. El poema irrumpió con tal insistencia que me vi obligado a realizar una pausa en la experiencia narrativa. Era una masa mineral compuesta de mitos y exorcismos que se tradujo en un tejido de voces habitado por el contrapunto entre los conjuros curanderiles y lo que iba emergiendo desde el fondo de la memoria. ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos en el mundo? ¿Adónde vamos? Buscamos trascender por el artificio verbal estas grandes interrogaciones. Y en ese anhelo encontramos fragmentos de melodías añejas, destellos de metales extraños en medio de una combustión volcánica. En claro, Espíritus tal vez sea el canto más autobiográfico que hasta ahora entono, la vida de un amazónico que se ha ido y que regresa cada vez que puede, física y psicológicamente. He querido que esos ires y venires queden plasmados en sus venas. En su entramado de voces he buscado la resonancia de parte de mi adolescencia y juventud andariega por los pueblos amazónicos, así como mi vida en diferentes ciudades del planeta. La voluntad de operar con la memoria ha conllevado también un viaje hacia la sangre. ¿Qué somos? La voz central se desplaza desde el poliédrico monstruo urbano hacia las nacientes de los ríos amazónicos con el único anhelo de re-construir el universo.
Pucallpa. Foto StarPerú
ALGUNOS POEMAS
Árbol de luz
Labrado por el placer y los años
estoy a los pies del árbol-madre,
con los ojos brillantes, descalzo,
avanzando hacia la sangre ;
subo desnudo por los aires, los ríos
donde me plazco, lloro, canto ;
subo hacia las inocentes flores
que mis afanes le arrancan.
¿ El viento negro pretenderá devastarme ?
Más arduo sería quedarme en silencio,
inmovilizado por las mariposas de la noche.
Saltan los pétalos, saltan los cogollos,
materia generadora de la vida.
Soy ese camino hacia la luz.
Soy el camino que se hunde
en la verdad
Entre quienes van a quién sabe
qué profundidades, qué placeres,
doy un salto hacia la luz ;
y allí reencuentro en la algarabía
de criaturas de la vida, del dolor,
la humildad de los que vuelven,
el jolgorio de los que se van
y en compañía de ellos me digo :
al diablo el oropel, los festines
las luces de bengala,
al diablo.
Al diablo los precipicios del vivir
en la guerra de todos los días ;
mejor sería quedarse soñando
a tus pies viejo árbol,
limpiarse de la vanidad oculta
en el aire tan simple que nadie ve.
Y en el charco amarillo el reflejo
de la luna, del colibrí cantando
mientras saboreo tu grandeza.
Con tu savia vienen las promesas
de otro mundo, de otro sueño.
Poco importa si al despertar
la noche arda o no
pues lo que sí cuenta
es brillar bajo tu sombra.
V
¡ Caer ! ¡ Volar ! ¡ Soñar otra vida !
Vértigo de imágenes, torbellinos negros,
un rayo en el alma, hilo de humo
en el circuito del goce.
¿ Mi voz tiembla ?
Nada es error
salvo los caminos nunca recorridos,
el patio, la casa que no construiste ;
los ríos, los amores no navegados.
Con los caminos del mundo en el rostro
yo te recorro por donde nunca nadie ;
allí me fundo en diamante.
Quieres que tu alma avance
serena y violenta como una flecha
hacia el punto en el que la herida
se convierte en canto,
puro e intenso como la sangre.
Tú cantabas al placer de haber llegado
bajando de la montaña de Montmartre ;
hablando del Perú y sus glorias pretéritas
respirabas el aire cristalino de los Andes
y el aroma de los bosques que son tuyos,
reconstruyendo el mundo
por las orillas del Sena.
Que esa sea tu única verdad,
reconstruir el mundo y cantarlo.
¡ Caer ! ¡ Renunciar !
¿ Qué harás cuando vuelvas del naufragio ?
No es suficiente
seguir buscando diamantes ;
vana ilusión volver a la isla
donde dicen la felicidad espera.
Tal vez sí subir
por la montaña oculta
buscando resurrección
y transparencia.
Mi espíritu te ha leído el cuerpo.
Sin pureza nadie que resista
los carbones que arden en tu cráneo,
el hielo en que te plasmas de repente.
Sin pureza nadie que resista la maldad.
Yo sé curarte incluso en el delirio.
De oro pinto tus circuitos,
las barreras saltan, el cielo arde ;
se forma un torbellino dentro de ti,
las columnas de humo se disipan,
mi melodía enciende otras luces
en tu cuerpo apagado,
soldado que regresas
herido y sin coraza
no sé de qué trincheras.
En lo oscuro vive el espanto.
Allí impongo mi palabra,
ahí puedo corregir tus rupturas,
desatar nudos, atar puentes,
dibujar un cuerpo brillante en tu noche,
una estrella en el remolino de la sangre.
De tu corazón brota otra luz.
El país de las pasadas glorias,
tus abuelos, nosotros mismos
nos perdemos en una historia sin remedio.
Ahora que duermes a los pies del árbol-madre
no olvides que casa es pensamiento,
puro querer, puro anhelar ;
casa sólo es tu propio cuerpo
y pura ficción los antiguos imperios.
Mi canto fundó su ley en tu cuerpo.
Te has convertido en un ser nuevo.
Los colibríes deliran en el aire
pues te han bordado otro destino ;
falta saber qué harás de tu existencia
por las sendas del anonimato planetario.
No dejes que te enturbien raíces venenosas ;
piensa en tu grandeza ahora que brillas
y te alejas de este mundo incierto,
torre de luces en la oscuridad,
torre del alba, torre de aire.
Yo curo con mi canto.
Brillan en tu mente
inmensidades, cataclismos
que ya nadie puede predecir.
¡ Din-di-rin-din ! ¡ Din-di-rin-din !
Ahora que bailas
entre las lanzas de la lluvia,
los espíritus de las plantas
alumbran tus oscuridades ;
lava de viejos volcanes,
puente de otros sueños,
tejido invisible
entre oro
y azul.
Te has vuelto invisible
para no hablar nunca más
desde el otro lado de la noche.
Purificación (fragmentos)
La voz materna te habla de una flor
que no existe ni antes ni después,
sal y agua del instante,
y tiemblas ante la idea de perderte
en la noche en pos de esa flor.
Nadie sabe quién más viaja
dentro de los cuerpos
que habitamos.
Nadie.
Quieres alcanzar, acariciar
el espíritu de tu madre,
llorar en sus brazos
como los niños
por algo imposible.
Tropiezas y te encharcas
en el lodo de la historia,
de las sangres.
¿ Adónde has de llegar
con tantos extravíos
en la trama de tu ser ?
Pero ya nada te contiene.
Nada.
Invisible
Cuando regrese, si alguna vez ocurre,
estaré muy lejos de cuanto pude haber sido.
Un hombre que abre los brazos y vuela.
Árbol florido, gota de rocío.
Avanzaré más allá de todo lo que me ha unido a la raíz.
Me hundiré en lo más hondo de todo lo que me ata a qué.
Más cerca de donde nunca estuve
cuando me toque volver con los brazos abiertos.
En el instante en que ya no sea ni roca, ni árbol ;
sólo una gota de rocío.
Cada vez más lejos
del dónde,
del cuándo,
del qué,
permaneceré grabado en el aire
como un trazo invisible,
lleno de colores, manchas,
rasgaduras, cuellos, ojos.
Y nadie podrá descifrarlo.

PRESENTACIÓN. J.C.Lechvere. el poeta y editor Yves Prié y Jorge Nájar.
Testimonio de algunos tramos de caminos

Fanals, donde el poeta pasa algunas temporadas.

Bilbao. Guggenheim. 2015

J. Nájar, Elqui Burgos, Sonia Luz Carrillo y Ricardo Falla Barreda. París, 2018
¿DIGERIR LA ALTERIDAD? MÁS ALLÁ DEL ÚLTIMO IKARO por Jorge Nájar
junio 3, 2018 a las 2:10 am | Publicado en Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Documentos, Miscelánea, Noticias y demás... | 2 comentariosEtiquetas: Ayahuasca, Jorge Nájar, Olivia Arévalo Lomas, Pucallpa, Sebastian Paul Woodroffe, Shipibos, Yarinacocha
Acerca de la muerte de Olivia Arévalo Lomas (shipiba) y Sebastián Paul Woodroffe (canadiense) en Tushmo, Yarinacocha, cerca de Pucallpa, el poeta y narrador Jorge Nájar peruano amazónico, nacido en Pucallpa, me hace llegar este texto, testimonio y preocupada indagación, que reproduzco en extenso tanto por la información que contiene como por las interesantes interrogantes que abre.
Como ser imparcial es un imposible, comenzaré señalando que yo también soy shipibo. No es una disculpa sino una afirmación. No seré imparcial pero trataré de ser justo. ¿Ser justo o ser imparcial no significan lo mismo? Para comenzar, ellos somos nosotros. Pero, en su mayoría, ellos son mejores que muchos de nosotros; comenzando por la base, son bilingües, lo que significa un mejor entendimiento con el entorno, una mejor y más compleja relación con su espacio de predilección. En los años 50 del siglo pasado fuimos a la escuela juntos. Hemos crecido juntos en las calles de Pucallpa, el conglomerado urbano levantado en lo que fue uno de los espacios más importantes del universo shipibo -y eso hasta antes de la llegada de la carretera central a las orillas del río Ucayali. Hemos trabajado juntos en la shiringa y la extracción maderera. También pienso en los años de la Reforma de la Educación. Pienso en los años de Sinamos. Pienso en los años de la Reforma Agraria.
Si bien ahora vivo en Francia, el rostro de Ronin impera encima de uno de los muebles de mi casa en París. Es un pequeño ceramio con el rostro de ese dios en primera plana. En la misma sala de casa luce un cuadro pintado por el genio creador de Gino Ceccarelli: una abstracción de la cosmogonía shipiba. Ahí están el cántaro y la luna envueltos en una noche luminosa por la osatura de lo que podría ser la serpiente cósmica. Y sobre la mesa siempre están las telas adquiridas hace décadas en ‘Moroti Shobo’, Yarina Cocha. Y, para evitar más petulancias, no voy a entrar en los detalles sobre los libros relativos a ese mundo que habitan en mi biblioteca. Donde sea que haya residido y donde sea que me encuentre, el mundo shipibo ha estado conmigo. En esas condiciones, yo también soy ellos. En esas condiciones, imposible ser imparcial.
Me estoy refiriendo al doble asesinato ocurrido el 19 de abril de 2018 en la comunidad Victoria García. El 22 de abril leí en el diario La República de Lima una información sobre el asesinato de la curandera Olivia Arévalo Lomas (81 años) y linchamiento un ciudadano canadiense, Sebastián Paul Woodroffe (41 años), crímenes ocurridos en Tushmo, Yarinacocha, cerca de Pucallpa. Y naturalmente se desató en mí la necesidad de conocer los detalles. El diario señalaba que el canadiense disparó al corazón de la anciana y la población se abalanzó sobre él aprovechando que la moto en la que llegó no arrancó. Lo cogieron y acabaron con su vida. La aparición del video en el que se ve a pobladores del asentamiento castigar y ahorcar a Woodroffe movilizó al personal de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional, a miembros de la Región Policial de Ucayali y de la Oficina de Inteligencia Policial. También La República daba cuenta de un aviso firmado por Julián Arévalo: “Por favor, hermanos, ayuden a pasar esto por Facebook. Este es el hombre que asesinó a la maestra Olivia Arévalo después de hacerle cantar un icaro. Esto pasó en la colonia Victoria Gracia, Ucayali, Perú. Esperemos que lo encuentren. Se paga recompensa!” Se han visto muchos otros casos de violencia en el mundo amazónico pero nunca hasta ahora se había focalizado tanto la contradicción entre lo endógeno y lo exógeno.
Con el titular de “El último ikaro”, el diario Impetu del 23 de abril informó sobre el sepelio de Olivia Arévalo Lomas. Me dicen que la historia es la siguiente: el extranjero viene a Pucallpa en busca de un curandero para emprender un aprendizaje sobre las propiedades de las plantas medicinales amazónicas. Nadie explica en base a qué información llegó hasta la casa de la curandera. Se enlaza la amistad entre el canadiense y ella. El hijo de ella, Julián Vásquez Arévalo, le pide un préstamo de dinero. Tiempo después, Woodroffe comenzó a pedir la devolución del préstamo. Una y otra vez fue a buscar al deudor pero éste se volvió inubicable. Enfurecido por sentirse víctima de una estafa, Woodroffe terminó disparando tres balazos a la mujer, la única que daba cara a sus requerimientos. Acto seguido se produjo el linchamiento del canadiense. Y los asesinos se dieron a la fuga.
El 30 de abril leí en El País un informe sobre el caso. Llevaba un título revelador: “La maldición de la ayahuasca”, firmado por Jacqueline Fowks. Daba cuenta de lo que había sostenido el presidente de la Junta de Fiscales de Ucayali, Ricardo Jiménez. De acuerdo a los resultados de una prueba de absorción atómica realizada a las prendas del canadiense Sebastian Woodroffe, “hay una alta probabilidad de que sea el autor del crimen”. En el informe también se puede leer las declaraciones de Robert Guimaraes, presidente de la Federación de Comunidades Nativas del río Ucayali y Afluentes (Feconau): “Este ciudadano quería que le trataran con el ayahuasca de día, pero ésta solo se toma en la noche. Hay una falta de entendimiento de enfoques en los extranjeros o de cualquiera que tiene una mirada distinta sobre esta medicina. Los indígenas ven en la medicina tradicional un componente espiritual y sagrado, hay una diferencia de concepción”. El canadiense había afirmado que pretendía aprender el secreto de las plantas medicinales para tratamientos contra la adicción. El 27 de abril, prosigue la periodista, tras el asesinato de Woodroffe las autoridades canadienses actualizaron su alerta de viajes hacia Perú, y recomendaron a sus connacionales “un alto nivel de precaución debido a un delito grave”, así como por conflictos sociales y huelgas que pueden ocurrir en el país.
Se había encendido la alarma en todas las trincheras. Desde el paternalismo más rancio, pasando por el victimismo y los defensores de la sacralidad de los saberes ancestrales, se denunció la responsabilidad de usureros, de los taladores ilegales, del negocio ayahuasquero a nivel internacional así como del avance de las plantaciones de palma aceitera y de los narcotraficantes que han hecho de Ucayali una tierra de nadie después de las secuelas de la guerra interna que sacudió al país. En la información quedaban sin explicación dos conceptos nada nuevos para la sociedad amazónica: meraya e icaro. El primero califica ahora a la persona poseedora del “secreto” de las plantas, al guía durante las alucinaciones y otros efectos del ayahuasca. Se trata de un concepto que ha aflorado en los últimos tiempos para remplazar al calificativo ayahuasquero que no distinguía entre el maestro de ceremonia y el consumidor del brebaje. El segundo, icaro, también ha evolucionado. En mi adolescencia, icarar servía para designar el acto de entonar melodías “curativas”. Era prácticamente el sinónimo de embrujar. Ahora un icaro es un conjuro curanderil, una incantación con la que el curandero (meraya) acompaña al que se ha sometido a los efectos del ayahuasca. Un canto “sagrado”, dicen.
El 2 de mayo, con el titular de “Dos profesores ahorcaron a canadiense asesino” el diario Extra dio a conocer esta noticia: “Dos profesores fueron quienes quitaron la vida al turista canadiense Sebastián Woodroffe, ahorcándolo con una soga, luego que el extranjero fuera golpeado violentamente con objetos contundentes (…) Ellos fueron identificados como José Ramírez Rodríguez y Nicolás Mori Guimaraes, quienes infructuosamente vienen siendo buscados en la región de Ucayali, reveló una fuente PNP de crédito.
La maestra curandera Shipibo-Conibo Shetebo, Olivia Arévalo Lomas, murió al salir en defensa de su hijo, Julián Vásquez Arévalo, a quien el extranjero le exigía el pago de 15 mil dólares que le había prestado para construir un albergue en esa comunidad. El extranjero en un arrebato de ira y cólera, la atacó a balazos, mientras que el deudor Julián Vásquez Arévalo, se dio a la fuga y hasta ahora permanece inubicable.”
La información no sólo precisaba el monto de la estafa, también sacaba a luz otro de nuestros más profundos problemas: la educación. Nos habíamos pasado la vida luchando para dignificar el trabajo de los actores de la enseñanza y ahora estábamos ante una monstruosidad. ¿Cómo era posible que ese tipo de personas ejercieran de profesores? Pero en vez de iniciar una reflexión sobre este asunto y sugerir medidas para evitar la repetición en futuro, inmediatamente después del doble asesinato, salieron a flote los recursos más manidos en nuestra sociedad: el victimismo y el paternalismo. La Federación de Comunidades Nativas de Ucayali y Afluentes como el Consejo Shipibo Konibo Xetebo (Coshikox) lanzaron un llamado al Estado peruano para que proteja a los pueblos indígenas que enfrentan amenazas y hostigamientos. Exigieron asimismo que la justicia del país tenga rostro indígena. Algo incomprensible cuando se es realista pues en el Perú, todos somos “indígenas” aunque muchos no lo sepan o se nieguen a aceptarlo. También se convocó a la comunidad internacional a sumarse a este llamado, en especial a los que tienen representación en el Foro Permanente de Naciones Unidas para Pueblos Indígenas. Y agradecieron las muestras de solidaridad que estaban recibiendo “para continuar con la promoción y defensa de nuestros derechos que son los de la Madre Tierra”. Por su parte la Confederación Nacional Agraria (CNA) lamentó que el Estado no implementase un mecanismo de protección para los defensores de los derechos indígenas, quienes continúan expuestos a la violencia de aquellos que pretenden despojarlos de sus territorios ancestrales. En cuanto al problema educativo y a lo ocurrido con el canadiense, mutis. Sólo mutis o alguna imprecación.
Asombrado por la cobertura periodística tanto a nivel nacional como internacional, entré en contacto con un amigo de Pucallpa. Y pregunté sobre el asesinato de la anciana curandera.
-¿Cuál es la realidad?
-Por el momento todo es especulación -dijo. Agregó que algunos medios sostenían que ella y su hijo debían dinero a unos prestamistas colombianos, que en realidad son “lavanderos” del dinero sucio proveniente de la droga. Como no había manera de recuperar el préstamo éstos le metieron tres balazos. “Y murió ahí nomás, a unos metros de su casa.”
Inmediatamente le transmití el resumen de algunos connotados opinólogos: “El asesinato revelaba la situación criminal de las empresas madereras y petroleras que operan en la selva. No es un crimen cualquiera. Es también un etnocidio el silenciamiento de la memoria y la voz de una cultura viva. Es el Perú de hoy, tan parecido al de ayer y al de siempre.” Y añadí, los nihilistas de siempre recurrían a la resurrección de un viejo fantasma.
Mi interlocutor me dijo que él también había visto esas opiniones por varios sitios. “Es la posición de los ONGeros. Olivia Arévalo Lomas es de la CCNN Paoyán, en el bajo Ucayali; radicaba ya en Pucallpa desde joven. Veo ligereza en inmiscuir al sector forestal por este caso. Pero hay algo que todos están pasando por alto: entre los miembros y dirigentes de las CCNN hay una pugna desmedida por el poder, y se dan casos fatales porque hay dinero de por medio.”
Se sumaban nuevos elementos: prestamistas lavanderos del dinero proveniente del tráfico de la cocaína y los conflictos entre las diferentes tendencias aspirantes al control de las organizaciones de las Comunidades nativas,
Unos días más tarde un comunicador de la localidad me dijo que si no moría un gringo en el Perú, el mundo no volcaba la mirada hacia el mismo Pucallpa. Y lo que ocurre cuando se observa nuestra sociedad es que no sólo salta la pus sino que estamos ante una llaga abierta:
– Aquí abundan prestamistas de dinero, producto del blanqueo del narcotráfico. La mayoría de ellos provienen de Colombia. La rutina consiste en prestar dinero a quienes tienen una bodeguita o negocio pequeño con el 20% de interés mensual; si no pagan le dan un plazo y si no cumplen el plazo matan al deudor, así de simple, por eso la confusión en el caso de la meraya, de quien se creía que había sido victima de los colombianos por una deuda de su hijo.
– Aquí hay muchas pugnas entre gente venida de fuera con la gente ribereña local. Los recién llegados se han hecho de grandes extensiones de tierras en las riberas de los ríos, vertientes y quebradas. Lo hacen con dos fines: o para revenderlas a las transnacionales que siembran palma aceitera a buen precio, o bien para sembrío de arroz. Pero detrás de ellos está el lavado de dinero proveniente del narcotráfico ya que para hacer producir un mínimo rentable en ese cultivo es necesario contar con 10 ha. Se necesita 60 mil soles para mecanizar la tierra con tractor oruga, motobombeo del agua para el arroz, jornal del personal entre otros. Pero el verdadero problema en todo esto es el tráfico de tierras; aquí entran a tallar una serie de complicidades, comenzando por algunos inescrupulosos trabajadores del Ministerio de Agricultura, pasando por los compradores de tierras y la gente que habita en dichas tierras. Estos muchas veces son vendidos con la tierra; son como una yapa. A la hora de posicionarse vienen los problemas de pugnas y disputas que, la mayoría de veces, termina en la desocupación de los ribereños naturales del lugar desalojados por los nuevos propietarios. Esos ribereños expulsados son lo que vienen a la ciudad, los más pobres entre todos los pobres.
Teniendo en cuenta los datos precedentes es posible pensar que el doble crimen está inscrito en una doble ingenuidad. La ingenuidad de los curanderos y su entorno que piensan que a los extranjeros les sale el dinero de las narices. La ingenuidad de los extranjeros que suponen que aquí se halla la tierra sin mal. Pero el problema de los ribereños, shipibos o mestizos, se enmarca sobre todo dentro de la espiral de violencia en la que se halla sumida la ciudad de Pucallpa y sus aledaños desde los años de la guerra interna. La avalancha migratoria vertida sobre la región Ucayali hace años que ha entrado en contradicción con los usos y costumbres de la población ribereña. Hay por el lado más desarrollado de la nueva población campesina venida de todo el país, un sentido de la propiedad de las parcelas cultivadas que se debate contra la idea de los cultivos itinerantes de los nativos amazónicos. Y todo eso en la carencia de títulos de propiedad por uno y otro lado. A ello viene a sumarse la explosión del turismo étnico y del curanderismo a la caza de consumidores internacionales del ayahuasca. Y, claro que sí, no hay que olvidar las aspiraciones al control de CCNN.
Una verdadera dinamita. Hay que estar atentos.
Al mismo tiempo me enteré que la viceministra de interculturalidad del Ministerio de Cultura había estado dos días en Pucallpa y la conclusión a la que llegó junto al Ministerio Público es que el canadiense había prestado dinero a la familia de la curandera para la ampliación de un albergue destinado a la toma de ayahuasca, pero que los familiares se negaban a reconocer el compromiso. Sin embargo, desde mi punto de vista también había que averigua ¿cómo llegó a convertirse en curandera esta señora oriunda de la comunidad nativa de Paoyan? ¿Desde cuándo se había instalado en Tushmo y cómo conseguía clientes? Era fácil suponer la existencia de toda una red. ¿Quiénes de esa red estaban implicados en el asesinato del canadiense? Hay infinidad de interrogantes. Es de esperar que las autoridades den con los responsables y que se explique con claridad el hecho. Es la única manera de evitar la proliferación de leyendas sobre “plantas sagradas”.
Despaché mis interrogaciones al amigo que me dijo haber conocido a la curandera cuando era joven, en Paoyán. La respuesta fue contundente:
– No creo que ella haya aprendido a ser curandera en su pueblo; no lo creo porque los nativos, desde siempre, le han tenido pánico a los brujos y a los pishtacos. Y eso hasta la actualidad entre los que todavía viven en su lugar de origen. Por eso mismo todo indica que fue en Pucallpa donde ella, apretada por la necesidad, desarrolló esa actividad, seguramente orientada por alguna lideresa que ya existía en Yarina. Me acuerdo de una mujer de apellido Cumapa que incluso se metió en política, formó su grupo y con la ayuda de ellos se adueñó del local de la cooperativa ‘Maroti Shobo’. Ella orientó a las mujeres shipibas a desarrollar diversas actividades. Y es muy posible que Olivia Arévalo Lomas, en esas circunstancias, optara por la curandería, negocio redondo dentro del marco del turismo étnico, es decir convidar ayahuasca a los gringos. Así, uno de sus hijos al ver que a su mamá no le faltaba el curiqui, el dinero, también entró en el negocio y trabajaban los dos en la misma actividad. Pero como la madre ya era una anciana, éste pendejo de hijo le metió cabeza al canadiense. Eso era lo último que había informado la prensa.
-Alejandro, es muy interesante todo lo que señalas. ¿Has conocido a la curandera? ¿Has conocido a sus hijos? ¿Sabes quién es el padre?
-Te he dicho todo lo que sé, pero quien sí debe saber mucho más es el que le dio el dinero a la profesora que filmó el ajusticiamiento. Te informo también que mañana martes debe estar llegando a Pucallpa un grupo de especialistas a tratar el tema.
El 8 de mayo leí el artículo de uno de dichos especialistas. Me quedé asombrado. Nada nuevo. Demasiada prudencia. Paternalismo. Victimismo. Se lo dije al amigo periodista de Pucallpa y su respuesta fue precisa.
-Los que vivimos en Pucallpa somos testigos de que los shipibos están viviendo un acelerado proceso de aculturación. Tú como nativo de esta localidad también lo sabes. Hay que reconocer, mal que nos pese, que algunos de sus elementos integradores han entrado en un proceso de descomposición.
-¿Tienes alguna prueba concreta?
-Hay 18 shipibos presos en el penal de Pucallpa por violación de niñas entre 12 y 14 años y otros 6 más por peculado cuando ocuparon responsabilidades políticas como regidores y alcaldes distritales.
-¿Así está la cosa?
-Es mucho más grave de lo que imaginas. Se dice que el hijo de la curandera integra una banda dedicada al hurto y a las violaciones. Y lo peor, se sostiene que él promovió el linchamiento del canadiense y después victimó a la meraya.
-¿El hijo mató a su madre? ¿Eso es lo que sostienes?
-Alguien me ha dicho eso. En todo caso, él organizó la persecución y masacre del canadiense.
-Pero esa versión del asesinato no tiene fundamento -arremetí-. La Policía encontró el arma propiedad del canadiense, incluso encontró los casquillos de las balas disparadas por el arma. En la camisa del cadáver del canadiense había pruebas suficientes para sostener que él quien mató a la curandera.
-El caso es truculento y los defensores de los nativos no quieren reconocer el hecho sino justificarlo con un paternalismo pseudo antropológico.
Permanecí mudo. Recordé que el crecimiento de Pucallpa había absorbido a los caseríos periféricos donde se habían concentrado las familias de ribereños huidos de la violencia interna. Los más pobres entre los pobres. Así se explica que no pocos de ellos estén inmersos, como víctimas, en la vorágine del salvaje capitalismo nacional. Esa realidad había obligado a muchas familias shipibas a trasladarse a Lima, a Cantagallo, donde fueron quemadas sus viviendas. La gran mayoría de mis paisanos, los shipibos, sobreviven tanto en Pucallpa como en Lima, entre la precaria venta de artesanías, la mendicidad y la delincuencia.
El jueves 18 de mayo recibí en mi casillero postal el siguiente mensaje: “Jorge, esto salió hoy día en el diario Ímpetu. Te lo envío porque corrobora el comentario que te hice anteriormente, en el caso de los nativos y las ONGs, manipuladoras.”
Se trataba de la columna “Shushupe político” (shushupe, serpiente que al morder mata a su víctima). Transcribo lo referente al caso.
“PROMOCIONAL: Sería conocido en el Ministerio Público que el fiscal a cargo de la investigación del asesinato del canadiense en la comunidad Victoria García sería promocional de Cecilio Soria, conocido dirigente shipibo, y que al parecer es por Soria que los dos implicados, habrían sido advertidos para darse a la fuga (…)
MARCHA: La bronca que se armó por un dinero que habría recibido el shipibo Roberto Guimaraes de ONGs como IDI, KNE, OXFAM, entre otros, para realizar una marcha. Es harto conocido que desde hace buen tiempo muchos dirigentes viven de jugosos aportes del extranjero de estas organizaciones y éstas mismas utilizan a sus dirigentes para sus fines. Sucede que a Guimaraes, ex regidor vacado de Yarinacocha, le han puesto en la mira sus propios paisanos para ver su capacidad de convocatoria a la movilización programada para mañana 19 de mayo.”
-Rocambolesco -respondí-. Tanto el uno y el otro forman parte de la élite shipiba.
Lo que incomodaba era el anonimato del Shushupe (la serpiente que al morder mata a su víctima). En el anonimato se ocultan todos los venenos. Y en este caso, los prejuicios. Ya dije inicialmente que no iba a ser imparcial. Y lo señalo nuevamente porque se me hace que detrás de la denuncia al “promocional” y a la élite, se oculta el rechazo y la negación de la alteridad.
El 19 de mayo me enteré que a medida que avanzaban las investigaciones iba quedando en claro la existencia de bandas integradas por “mestizos y shipibos” gangrenados por la situación social y económica en la que viven.
-¿Son shipibos?
-¿Cómo saberlo? Son en realidad mestizos como tú y yo. Se sostiene ahora que una de esas bandas se organizó para eliminar al canadiense; al parecer lo mataron antes del asesinato de Olivia Arévalo Lomas porque el cuerpo del linchado fue enterrado a 500 metros del lugar donde murió la curandera, pero con la peculiaridad de que su estado de descomposición denotaba más días que el de su declarada muerte.
-Es de miedo. Casi diría inadmisible. Sería saludable la existencia de un documento público al respecto.
Hasta aquí queda claro que se han tejido diversas versiones y cada una responde a diversos intereses:
-Intereses de los ONGeros.
-Intereses de los representantes shipibos.
-Intereses de las autoridades locales y nacionales, del ministro, del Ministerio Público y de la PNP.
-Y claro de los propios Shipibos.
Lo cierto también es que en el desbarajuste actual de Pucallpa resulta difícil saber de qué viven los shipibos urbanos. La mayoría de ellos no tienen ningún oficio y se dedican a delinquir de diversas maneras:
-Manejando motokar, ya que en la actualidad es una herramienta que ellos utilizan para asaltar a cualquier ciudadano que anda distraído o a algún incauto.
-A la estafa con cualquier cuento, sea por la venta de tierras, o la sanación (es el nuevo nombre que los ayahuasqueros mestizos utilizan para atraer víctimas, ellos mismos se hacen llamar “sanadores”). Hay incluso “sanadores” mestizos, pero la mayoría de gringos quieren ayahuasqueros shipibos, para curarse de sus enfermedades, la mayoría terminales o su adicción a las drogas.
– Los shipibos o los mestizos estafadores con el cuento de la madera ya casi no existen (se quedaron en los 90’ e inicios del 2000). Tendrían que ser muy incautas las víctimas pues con la ley de consulta previa los nativos no necesitan hacerlo ya que negocian el porcentaje directamente, y hasta se dan el lujo de escoger, si quieren o no, a tal o cual maderero.
– Con el tema del petróleo e hidrocarburos tampoco tienen posibilidad de estafar ya que PeruPetro negocia desde Lima los lotes petroleros y en la actualidad no es rentable esa actividad por el bajo costo del barril del crudo a nivel internacional; y cuando el barril estaba a más de 100 dólares, hasta el año 2014, ellos preferían trabajar para las petroleras o logísticos petroleros como mano de obra porque pagaban bien.
Todo eso ha agudizado la crisis del mundo shipibo debido a que no hay trabajo en petróleo y hay menos madereros que les dejen porcentajes. Ante esa situación abandonan las riberas de los ríos y se trasladan a la ciudad. En Pucallpa cada vez hay más desempleo y más delincuencia. Muy pocos son los que consiguen trabajo en algún organismo público o en alguna ONG. La Universidad Nacional Interétnica de la Amazonía pese a que está desempeñando un papel muy importante para la formación profesional de la población joven, no podrá hacerlo todo. La mayoría de los que estudian en ahí son nativos muy jóvenes, de 16 a 23 años, que tienen incluso vivienda universitaria y comedor universitario. Ellos son de los pocos que encuentran oficios o se están generando oficios dignos para sobrevivir. El problema mayor sigue siendo el de los nativos adultos con familia y el de hijos menores. Igualmente, el de los jóvenes que no acceden a la formación.
Ya dije que yo también soy shipibo. Y lo soy más todavía en medio de esta crisis que está destapando el doble asesinato cometido en la comunidad Victoria García. Lo soy en la medida en que somos lo que somos por el ambiente cultural en el que nos hacemos a la vida. Nací y me eduqué en Pucallpa, el núcleo central de este pueblo en las orillas del Ucayali. Mi padre que había aprendido la lengua shipiba, en numerosas oportunidades me rogó que yo también lo hiciera. Nunca invertí la fuerza de voluntad necesaria para conseguirlo pese a que crecí rodeado de muchos de ellos, no sólo en la escuela, también en los diferentes campamentos madereros en los que coincidimos durante largas temporadas. En numerosas oportunidades he estado en Paoyan, de donde era oriunda la señora Olivia Arévalo Lomas y su familia. He vivido en Roaboya y en Tiruntán, localidades todas que antaño fueron verdaderos núcleos de la población shipiba, inmersas ahora en el larguísimo proceso de etnogénesis.
¿Digerir la alteridad? Muchos de ellos si no están ahora trabajando en la enseñanza, en la policía, en el servicio médico o en los diferentes estamentos de la administración pública, son extractores o comerciantes de los productos regionales. Diré más, creo que el pueblo shipibo ha sido el que mejor ha sabido adaptarse ya no sólo a las condiciones medioambientales de la llanura amazónica, también a las sociopolíticas. Ahora todo ese mundo se halla en medio del Apocalipsis. Es el Apocalipsis en el que se encuentran todos los pobres. En la carencia de políticas estructurantes de la sociedad amazónica, muchos han caído en el bandolerismo. Pero ellos no son otros, como muchos pretenden. Ellos son nosotros mismos. Nosotros y nuestra pobreza.
Aquí suspendo este apunte. Quedan muchas cosas por esclarecer. Aquí lo suspendo a la espera de los esclarecimientos oficiales. Y sobre todo, a la espera de las decisiones políticas. Sería de la más alta irresponsabilidad dejar que todo siga pudriéndose.
Jorge Nájar
París, 1° de junio de 2018

Jorge Nájar, París, febrero 2018. Foto: Sonia Luz Carrillo
JORGE NÁJAR. Poeta, novelista y traductor, estudió en Lima Educación y Ciencias Humanas en la Universidad Nacional Federico Villarreal. En 1984 obtuvo el Primer Premio de la Bienal del Poesía del Perú, Premio Copé de Oro, con su poemario Finibus Terrae y en 2001 el Premio Juan Rulfo de Poesía convocado por Radio France Internationale. El Fondo Editorial de la UNFV publicó en 2013 su Poesía Reunida. En francés ha publicado Toile Écrite (La Différence, 1992); Gravures sur maté (Folle Avoine, 1999); Figure de proue (Folle Avoine, 2006). Hotel universo. Oráculos, fue publicado por Editorial Summa y el IV Festival Internacional de Poesía Primavera Poética 2016. Autor de varias novelas, como El Alucinado, de las que hemos dado cuenta en este blog. Como traductor ha organizado y traducido una Antología de Poesía contemporánea de expresión francesa publicada por la Unesco -2002- y la Universidad Católica de Lima, El Manantial Oculto, 2003. Ha organizado y traducido una antología de la poesía de Claude Michel Cluny, Ulises y su perro, Bogotá, Común Presencia, 2005 ; así como uno de sus libros de relatos, Pastoral Hotel, México DF, Verdehalago & Universidad Autónoma de Puebla, 1998). De Paul Claudel ha traducido Conocimiento del Este, Pontificia Universidad Católica del Perú, El Manantial Oculto, 2008. De Claude Coufon ha traducido A la sombra de este cuerpo, Arequipa, Universidad Nacional de San Agustín, 1988; Ventana a la noche, París, Librairie Espagnole, 1996; Tarde o temprano, México D.F., ed. Linajes editores, 2002. Reside en París desde 1977.
TAMBIÉN VER
https://hablasonialuz.wordpress.com/2013/12/14/el-alucinado-de-jorge-najar-y-los-nuevos-miserables-en-paris/
¡LIMA, LIMA PASTELITO DE MEMBRILLO! Poema de Jorge Nájar
enero 14, 2017 a las 2:01 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Documentos, Miscelánea, Noticias y demás... | 2 comentariosEtiquetas: Jorge Nájar, Poema a Lima

Jorge Nájar. Lima 2016. Foto: Sonia Luz Carrillo
El poeta y amigo Jorge Nájar me hace llegar su canto a Lima, con ocasión de celebrarse, el 18 del presente mes, el 482 aniversario de la ciudad capital
Más allá de mis fronteras comienza el infierno,
dice, grita o ruge esa boca en medio del desierto.
Y yo la he adorado desde la primera vez
que llegué enceguecido a hundirme en su pecho.
Lucía un azulejo en el lado izquierdo
y una salamandra amarilla en el otro.
Y aún así, todo candor, yo corría tras de ella,
la más deliciosa fruta camino de los cerros,
camino del nervio central.
Lima, despatarrada y seductora,
nadie se queda en ti,
nadie se va de ti,
nadie vuelve a ti
sano y salvo.
Los niñatos del rock and rooll
al verla pasar con sus azulejos y salamandras
gritaban en las playas:
Love me, please, love me.
Je suis fou de vous.
Apiadémonos de los que cantan
tan desafinados como nosotros:
la flor de papa, la flor de papa,
esa chiquilla no se me escapa.
Así es el mundo. Así también es Lima,
un grito o un rugido sin fronteras.
Proclama lo que le venga en gana
entre el mar, el cerro o el desierto.
Así te canto, Lima, pastelito de membrillo,
desde lo alto de los barrancos.
Más allá del mar ruge otro mundo.
Más allá no hay cielo que valga.
Más allá la garra de los cerros.
Nuestra única tabla de salvación,
tal vez sea cantar o graznar
como los cormoranes y los piqueros
sobre un islote repleto de guano
ante el impávido océano.
París, enero 2017
Jorge Nájar (Pucallpa, 1946) poeta y narrador peruano de extensa obra, reside en París desde 1977
HOY RECITAL DE JORGE NÁJAR EN EL CICLO “LA REPÚBLICA DE LOS POETAS. ANTOLOGÍA VIVA DE LA POESÍA PERUANA 2014-2021
octubre 6, 2016 a las 1:57 am | Publicado en Algunas fotos, Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Miscelánea, Noticias y demás... | Deja un comentarioEtiquetas: Hotel Universo. Poemas, Jorge Nájar, Poesía peruana, Poetas Peruanos
El poeta peruano Jorge Nájar (Pucallpa, 1946) ofrece hoy seis de octubre una lectura antológica de su obra poética, en el marco del ciclo “La República de los Poetas. Antología viva de la poesía peruana 2014-2021”, organizado por el Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores. La cita es a las 7 p.m. en Jr. Ucayali 391, Lima. El ingreso es libre.

Jorge Nájar en la Alameda de los Descalzos, Rímac, Lima, 2013. Foto: Sonia Luz Carrillo
Jorge, quien vive en París desde 1977, publicó 1972 su primer poemario, Malas maneras. En 1984 obtuvo el Premio Copé de Oro con Finisbus Terrae. En 2001, ganó el Premio Juan Rulfo de Poesía (Radio France Internationale) con Canto ciego. Su obra poética publicada hasta 1998 fue reunida en Formas del delirio (Lima, 1999). En 20l3, el Fondo Editorial de la Universidad Villarreal editó su Poesía Reunida. Algunos de sus libros de poesía han sido traducidos al francés y publicados por la prestigiosa editorial Folle Avoine. Ha desarrollado también una notable labor como traductor y ha publicado además algunas novelas.
Como adelanto, transcribo un poema de Hotel universo. Oráculos, reciente libro editado por Editorial Summa y el IV Festival Internacional de Poesía Primavera Poética 2016, realizado en las ciudades de Huánuco y Lima durante el mes de setiembre:
“Más allá de uno mismo”
Irse para admitir solo a los dioses errantes
A cambio de un poco de felicidad en el silencio
Volver para soñar en el esplendor de la luz
En medio de puentes repletos
De carros viejos y mujeres gordas
Hombres barbudos y niños chillando
Y en alguna parte la perla extraviada
Al cobijo de tempestades y tormentas
A la que siempre he de volver
Más allá de los mármoles
Más allá de los mares
Pero irse de todas maneras
Desafiando todas las leyes
Más allá de los goces del corazón
y más allá de uno mismo.
En Nájar, Jorge. Hotel universo. Oráculos. Lima, Editorial Summa. Colección Primavera Poética. 2016 p. 57
También ver
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LOS INTERLOCUTORES EN ‘CALLADA FUENTE’: LO COTIDIANO Y LO SACRO. Una lectura de mi poesía por JORGE NÁJAR
diciembre 10, 2015 a las 2:41 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comunicación y Cultura, MI POESÍA SEGÚN ..., MIS POEMAS, Miscelánea | Deja un comentarioEtiquetas: Callada fuente, Cotidiano, Jorge Nájar, Poesía peruana, Poesía Sonia Luz Carrillo, Poeta Sonia Luz Carrillo, Sacro
Sonia Luz Carrillo con el autor del texto, Jorge Nájar, en Lima.
En enero de 2012, en el Café Literario organizado en París por el Centro Cultural Peruano, CECUPE, el poeta y amigo Jorge Nájar presentó mi libro Callada fuente con estas palabras. Las reproduzco con la gratitud de siempre:
Callada fuente, de 2011, de Sonia Luz Carrillo, desde su título, plantea el dilema de la voz. El silencio, los susurros, las interpelaciones de una voz que se habla a sí misma sobre su entorno y la vida cotidiana; y el goteo de esa misma voz que le habla al otro (a), al desconocido, al inasible, en la fuente del mundo.
¿La poesía de Carrillo siempre ha estado marcada por esta característica? El poemario mantiene distancias y puntos de contacto con los libros de poesía que le anteceden. Tal vez esto sea más visible en su manera de abordar lo cotidiano. Es cierto que se han amenguado las posturas contestatarias para enriquecerse con pasajes hogareños, líricos e introspectivos traducidos con una ironía constante; este aspecto si bien estaba presente en sus entregas iniciales, se volvió más evidente en Las frutas sobre la mesa de 1998, marcado a su vez por un ejercicio de autoconocimiento que se enraíza en la palabra.
Pero hasta donde yo percibo, trece años más tarde Callada fuente no sólo posee la facultad de expresar los sentimientos personales con relación al entorno social, ya que ahora también nos lleva hacia ciertas confrontaciones con las emanaciones de lo sacro en el fluir de la existencia.
¿Eso es lo que se pide a la poesía en nuestros días? Algunos dirán que a la poesía no se le pide nada porque ella existe sin que nadie le pida nada. Otros dirán que una de sus funciones es celebrar el mundo y, gracias a la palabra, confrontarse con la naturaleza, los hombres y los animales para trasladarnos a otro espacio. Esa postura es lo que aquí se entiende como función sacra. Para Saint John Perse la poesía era una forma de conocimiento, “una forma de vida integral”. Paul Eluard, a su vez, sostenía: “Las palabras dicen el mundo y las palabras expresan al hombre.” La poesía en uno y otro caso posee un valor ontológico cuando habla del hombre y un valor metafísico cuando habla del destino del hombre.
Distribuidos en cinco secuencias, el conjunto de Callada fuente se compone de cincuenta y cinco poemas donde la dialéctica entre los cotidiano y lo sacro se ha inclinado hacia la confrontación con uno mismo.
«Cría cuervos», por ejemplo, el poema con el que se abre este canto silencioso, es una introspección a la búsqueda de los efectos de la palabra en su propio creador.
Cría cuervos
Amamanta
Sus pliegues, sus dobleces
Nada de lo que hagas
Tiene garantía alguna
De ser útil o perfecto
Cría pacientemente
estos inútiles objetos
hasta que te saquen
Las pupilas llenas de asombro.
No hay argumento. No hay anécdota. Hay sí una inmersión en el oficio de labrar la palabra para darse con la sorpresa de un objeto que asombra.
En el poema siguiente, «Equilibrio», si bien es posible configurar la situación en la que se encuentra el hablante, en la cuerda floja, lo que resalta no es el personaje entrevisto sino la voz del hablante que nunca olvida su propia órbita “Anidar / en palabras ajenas” sin subordinar el lenguaje al embeleso de la entrega del mundo.
Escudriñar líneas
adentrándose en la
imagen
(seda, niebla escurridiza)
como quien avanza
de puntillas
por la cuerda
floja
Avanzar
La mirada
en soslayo
intentando
amablemente
desplazar máscaras
sin perder el misterio
por exceso de luz
Caminar
o detenerse a contemplar
paisajes
(páginas, oscuros pozos)
Expandirse
aferrando
sílabas
Anidar
en páginas ajenas
Sorteando
a cada paso
el riesgo
de perder
el equilibrio.
En los que acabo de citar y en los siguientes ya están presentes los elementos que nos van a llevar a ese otro espacio. “Los ojos hacia lo alto / beben / luz / que engarza fragmentos” afirma en «Espacio propio». De esa fuerza de ese estar en el mundo para participar en una “Liturgia del puro / Gusto” se generarán las afirmaciones básicas del mundo poético desarrollado en todo el conjunto.
En «Señorío» la voz se eleva y sin dejar de hablarse, nosotros, los lectores, oímos, vemos que el hablante ha cambiado el ritmo de su respiración, como si sus pulmones se hubieran llenado de oxígeno nuevo. Ahora la primacía la adquiere el polo sacro a través de la perspectiva íntima.
El lenguaje del hablante se profundiza hasta casi transmutarse en una conciencia visionaria; en este reino de la ambigüedad el lenguaje se hace capaz de nombrar estas nuevas realidades, utilizando un instrumental de una dulce imprecación: “Usted es la responsable / señora mía. / Usted alimentó / precoces relámpagos / y peligrosas luces…” Y esta actitud se plasma en imágenes visionarias, de extraña arquitectura interior. Esta poesía de génesis y de apocalipsis es el cedazo donde la experiencia se condensa y se empapa de una invocación en la que resulta difícil deslindar si está hablando con un ser de carne y hueso o con una aparición. En todo caso hemos asistido a la concentración de un lenguaje y a la síntesis de una experiencia.
Inmediatamente después ese tono de recogimiento se retracta para devolvernos al espacio de lo cotidiano. Estamos en «Entre líneas» y asistimos al planteamiento de una serie de interrogaciones: “¿Quién ve? / ¿Quién habla / en el poema? / ¿Quién juguetea … / entre estas líneas? / ¿Quién pone acertijos / entre los blancos? / ¿Quién -tal vez- / se está burlando / de ti / o / de mí?”
De ese tipo de preocupaciones está habitada esta Callada fuente, planteadas siempre desde diferentes ángulos de visión, desde el silencio y la fugacidad; desde la añoranza y la ansiedad que genera la memoria del tiempo; desde la separación y el acercamiento a lo amado, que después de un nuevo ciclo solamente volverá a reencontrarse con sí mismo.
En «Te estoy oyendo» uno se encuentra con un nuevo y decisivo basculamiento desde lo terrestre hacia la elevación: “¿Escuchas, acaso, cómo canto? / Todo mi ser es un canto y / soy capaz de avanzar sobre el agua / Hacia Tí, Inefable.” El hablante le pone mayúsculas a su interlocutor. Y en eso reside gran parte de la gracia de una voz, de una poesía, que sólo quiere cantar lo cotidiano iluminado, por momentos, por una luz casi sacra.
Jorge Nájar
París, Cecupe, enero 2012
A FUERZA DE FUNDIRTE EN LA DISTANCIA. PRONOMBRES EN DIÁLOGO EN ‘MASCARÓN DE PROA’ poemario de JORGE NÁJAR
agosto 30, 2015 a las 12:36 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Miscelánea, Noticias y demás... | 2 comentariosEtiquetas: 'Mascarón de proa', Jorge Nájar, Michele Lefort, Poesía peruana, Sonia Luz Carrillo
El poeta y narrador peruano Jorge Nájar publicó en París, ediciones Folle Avoine, en el año 2006, su libro Figure de proue (Mascarón de proa) poemario bilingüe con la traducción al francés de Michele Lefort. Al año siguiente presenté el libro en Lima y con ese motivo realicé el estudio que ahora difundo convencida de la calidad de la obra y la necesidad del permanente abordaje a los textos que, como en el presente caso, constituyen un trabajo exigente y persistente con la expresión poética.
“Los pronombres son como máscaras, en algunos casos te pones la máscara del «yo» y en otros la del «tú», porque la poesía suele pecar de autorepresentación”. (Entrevista al autor publicada en LA REVISTA CARETAS, Lima, 13 de abril , 2007)
Por qué Mascarón de proa?
La curiosidad sobre el título me llevó a buscar información sobre los mascarones de proa. Sabía -por cierto – que eran aquellas enigmática figuras que adornaban los barcos egipcios, griegos, romanos y de otros pueblos de la antigüedad pero ahora sé ellas eran colocadas tanto para embellecer la nave como para que el barco pudiese encontrar el camino más seguro sobre el mar.
Regreso a Mascarón de proa luego de ocho años. Presenté Formas del delirio, que lo incluía, en 1999. Ahora vuelvo a propósito de su reciente edición bilingüe en traducción y nota de Michele Lefort. Siempre que uno regresa a un texto lo hace con las nuevas lecturas y vivencias. El texto aparentemente es el mismo sin embargo la mirada se dirige a otros ámbitos. El lector o la lectora ha vivido y ha visto vivir, siendo el mismo ya no es igual.
Decía en ese entonces que en el apartado dedicado a este conjunto se hallaba “Destierro y soledad de caminos extraviados aparecen aquí como la condición de la libertad, la autonomía.”. Es cierto pero ahora quiero exponer el resultado de mi nuevo buceo en estos y otros aspectos.
Ahora propongo que nos detengamos en la forma como la voz representada en la escritura se distancia, dialoga con un interlocutor o habla de sí mismo nombrándose en tercera persona. En Mascarón de proa llama la atención la insistencia en el uso de la segunda persona, el uso del tú como recurso de extrañamiento para aclarar hechos, circunstancias y sobre todo sentires. Se trata de un diálogo y presupone interlocutores que al representarlos pueden ser objetivados.
De los 26 poemas que conforman el libro en 17 la voz poética se dirige a un tú textual casi de manera exclusiva. En cinco el texto se construye en tercera persona, en dos poemas aparece de manera predominante la primera persona del plural (nosotros) y en dos la primera en singular. Aunque existen texto como el poema “Allí donde vivimos” en el que se intercalan las voces en uso de los tres pronombres.
La figura del autor, la construcción de la voz que enuncia es trabajada de manera consciente en la pluralidad de voces. Este juego de voces es advertido por una entrevistadora que, hace unos días, le plantea la pregunta al poeta. Nájar responde: “Los pronombres son como máscaras, en algunos casos te pones la máscara del «yo» y en otros la del «tú», porque la poesía suele pecar de autorepresentación. Entonces, ¿cómo salir de eso? Justamente, desplazando las voces.”.
Fiel a la poesía conversacional el discurso coloquial en Mascarón de proa significaría la intención de recuperar la oralidad para el texto que represente con eficacia a los nuevos sujetos y circunstancias Al uso de las distintas voces, a la polifonía textual, se le encarga la función de representar la complejidad de la experiencia humana. En el caso de la poesía de Nájar este punto es señalado por Ibico Rojas en la presentación de Formas del delirio (Rojas, 1999:11)
El pronombre actúa como simulacro del hablante real. El mismo autor ha señalado que se trata de sus máscaras. Es conciente de este uso para reflejar la capacidad de autorreflexividad que ilustra el conjunto.
Sujeto poético multiplicado porque los referentes a los que alude los juzga plurales? Veamos algunos casos. Por ejemplo, el tú de “Yaraví”, poema narrativo con ecos de Melgar en el que el juego de pronombres intensifica el presente del poema
“En el horizonte el volcán humeaba el oro del recuerdo como esta voz entona ahora melodías de antaño/ Y tú lloras, cantor de yaravíes, ante el pelotón de fusilamiento/
Como esta voz – en la que ebrio estás- porque el mundo ha vuelto a ser hoguera de purificaciones”. “Esta voz” no es otra que la del presente. El hablante del poema se define por la voz.
En todo producto estético la relación con el entorno, con la vida y con los propios sentimientos y por supuesto la representación y autorepresentación a que da lugar está transida de elementos culturales y de época. El mundo emocional, los dolores y desánimos o los instantes iluminados por el amor o el placer siendo íntimos al ser objetivados ponen de manifiesto una serie de características que inscriben al individuo creador como hombre, mujer, con una determinada formación y todo esto se produce por la elección y combinación de los recursos lingüísticos.
Las señales de pertenencia a una comunidad imaginada (Anderson, 1991: 23) aparecen nítidas, por ejemplo, en “Ciudad al atardecer” donde la ciudad referida, el Cuzco, es identificada con la iconografía más difundida de Túpac Amaru en la versión del artista Jesús Ruiz Durand. “Un sombreo aludo le da horizonte a tu noble frente, entre el cielo enorme y las montañas que estornudan”… “los pliegues de tu corbata cuelgan en el vacío de la noche” (…) “Tus negrísimos ojos disparan resplandores” dice el poeta y más adelante marca la filiación “Y por ahí se hunden en el polvo de esta tierra nuestra”. El tú externo e histórico queda en suspenso. La mirada se actualiza: “en el valle sólo quedan hogueras, el cuerpo de un puma al acecho – la ciudad tempestuosa en la pureza del aire; pero bella en sus rencores y hermosa en sus maldades”.
El mismo autor, en la entrevista que menciono y que me ha ahorrado mucho el trabajo, responde, ante la pregunta
-“Hace buen tiempo decías que la búsqueda de la propia voz es la aventura eterna del poeta. ¿Sigues en esa aventura?
“La voz… la voz a ti debida, poema de Salinas. La voz se la debemos a otro. En ese caso él reconoce que la voz le viene de ella. Hay quienes tienen varias voces. Yo soy uno de ellos. O sea, hay quienes la encuentran de una vez y para siempre, y hay quienes estamos siempre buscándonos. Y la búsqueda es sufrimiento”.
No es casual que cite al poeta español Pedro Salinas de La voz a ti debida donde proclama su alegría por “vivir en los pronombres». Tampoco es casual que identifique encontrar la voz como encontrarse el sujeto en medio de un laberinto de voces. Concepto que también trae a la memoria el “Yo soy otro” de Rimbaud.
Mascarón de proa tendría así a los tripulantes de esta nave poética jugando sagazmente con las máscaras de la representación en búsqueda de un encuentro.
A propósito, Pedro Cerezo Galán en Las máscaras de lo trágico. Filosofía y tragedia en Miguel de Unamuno, bajo el subtítulo “Las máscaras y el espejo” advierte, respecto a la obra de Unamuno que ante la muerte de Dios decretada por la modernidad occidental la “agonía interior” la “tensión entre el yo interno y el externo se agudiza”. “La voz y la mirada del Otro son sustituidas por las de los incontables otros, los otros como uno mismo, en cuyo laberinto y juego de espejos corre riesgo de naufragar la identidad del yo”. En palabras de Cerezo surge un nuevo flanco de tensión entre yo y los otros. (Cerezo, 1996: 591-592)
Como recuerda Unamuno, y Cerezo cita, persona quiere decir máscara y el autor lo es en tanto actúa. Para Unamuno el yo laberíntico entraña agonía, y dirá “Me desentraño en lucha con el otro/ el que me creen…/ y en esta lucha estriba mi comedia” (Soneto “Hecho teatro de mí propio vivo” citado por Cerezo Gala, p. 593).
Esta lucha se emparenta con lo expresado por el autor de Mascarón de proa como una búsqueda que es sufrimiento. Afirmación que ayuda a discernir sobre la ubicación del emisor textual, por ejemplo, del poema “Cantar de truhanes”. Luego de imágenes de devastación, llama la atención sobre “El perro que alguna vez todos creyeron haber visto aplastado en medio de la carretera sigue ladrando”. Violenta imagen portadora de la noción de triunfo por encima de la percepción, descalificadora de “todos”, es decir, los otros.
En “Cazador en la nieve” la figura es la del cazador que avanza entre “árboles martirizados por la nieve” sin importarle el paisaje objetivo, mientras se dice “Sólo miras hacia adentro de la torre de luces que eres, los ríos invisibles, mares, océanos que se mueven a tu paso.” Texto que nos da pistas acerca de las razones de este hablar a otro desde sí mismo. El desarraigo profundo, un vivir a dos tiempos simultáneamente una realidad objetiva y otra, muy otra, en el interior de la conciencia.
Se trata de una insistente bilocación. Por eso en el poema el hablante se refiere a “la sombra que cae desde ti hasta ti mismo”. Y emerge aquí el tú de la memoria. El sujeto poético se ve en la infancia, en los eventos y con los personajes familiares. El espacio de la memoria tiene muy poco que ver con el espacio inicialmente referido. “En tu memoria las gentes que amaste y aún buscas” dice y sigue ilustrando “toda la infancia, las grandes comilonas del verano al pie de árboles frondosos./ El fuego ardiendo en los deliciosos cuerpos de tus primas debajo de sus rústicas faldas”. En medio de un paisaje de nieve la memoria actualiza “todo el goce adolescente entre la hierba de los prados donde otra vida, usos y colores, ajenos y tuyos, te iluminan y brillan”.
El exilio o el destierro es una constante en la poesía de Jorge Nájar tal como lo remarqué hace unos años y lo tengo publicado. El extrañamiento que impone queda conmovedoramente expuesto en “Paisaje apátrida” que habla de “la desnuda memoria de lo que fuiste: caminante, como aquel juglar difuso en el paisaje”.
Un caminante que se identifica con los desplazados de la tierra de origen y que caracteriza como “gentes sin frontera” y se pregunta “¿Expulsado de la tierra? ¿Condenado a ser un pobre diablo?”. El exilio se percibe como pérdida irremediable “la armonía de la infancia ardió una tarde de tus ausencias y ahora ya ni cenizas en la memoria” . Sin embargo, este yo se aferra a la persistencia de los “retratos de familia, máscaras de conversos alados y apátridas reluciendo en medio de otro mundo”.
En ese nuevo espacio, mencionado como otro mundo, el sujeto del discurso expresa un diálogo siempre difícil con la historia. La personal y la colectiva. En “Contracanto” se describe “En el oro pálido del invierno, el noble perfil del huaco contempla al creador humeando distancias” Otra vez la oposición frío, invierno, al lado de la memoria de distinta temperatura, humeante. Habla la figura que más que interrogar increpa al sujeto “¿Qué has hecho de la gloria de vivir? ¿Te hundiste en infiernos invisibles sacándole brillo a la historia?”.
Luego hay una referencia al pasado común, al de las coplas que cuestionaban el actuar de los que llegaron a estas tierras caracterizados por “los capitanes”. “seguro que todo comienza con las coplas que reclamaban las cabezas de los capitanes”. Continúa el tono de reproche “Extraes del pasado sólo pajas para nutrir hogueras sin destino”. Y luego la recomendación “Húndete en los carbones de tu propia historia y allí verás, al borde de las hecatombes, en el aferrado puño de tus neuronas, antorchas de diamante cristalino”.
El discurso del huaco, figura que rememora lo ancestral, ante el creador continúa con dureza “¿Pergeñando cantos has limpiado tu conciencia que sólo oye derrumbe de guijarros a orillas del mar que te habita?” Y termina con una recomendación final “Avanzando por los precipicios del aire adivinarás lo que te espera el día de tu encuentro con la inmensidad”.
El poema que sigue, “Hogueras”, se constituye en una variación sobre el tema. Pero ahora será la ajenidad frente a vestigios del pasado. “Quedan aún unas tallas en las que ya no te reconoces”. Y sigue mencionado signos en la arcilla y también “un muro invisible separando, uniendo a los idos de los que quedáronse aferrados a la tierra”. La oposición entre los que migraron y los que permanecieron no es definitiva. Los signos de pertenencia quedan impregnando los “adentros”. Por eso aparece el símbolo de “La bandera de los reinos, sueño, quimera, anclada en tus adentros”.
Para abundar se menciona los lienzos profusamente decorados y más adelante “La fortaleza de senderos perfectos donde reposarán los que fuiste abrazados a la tierra cuando tú ya no estés en ninguna parte”. Bandera, antepasados, diversas circunstancias van conformando al sujeto individual. Y este conjunto de símbolos de pertenencia trascienden el breve paso de una existencia.
Son conmovedoras y poderosas las imágenes finales. Se reconoce el doloroso papel de la memoria. “Cada quien adora los fulgores que le hacen polvo” vale, tal vez decir, que lo desmoronan, lo golpean. Y continúa “Y a fuerza de buscarlo, el diamante de la destrucción”. Termina el poema constando los riesgos que impone el recuerdo: “Cada quien al atizar el fuego se consume en las cenizas”.
Exilio como espacio idealizado para la creación
Mascarón de proa, trae el poema “¿En pos de qué?”. Se inicia con una referencia a la isla de Hiva Oa, la isla de Las Marquesas donde murió Gauguin. Y el poema insiste de manera inquietante en ese bucear de las razones del exilio. En él la voz poética ‘narra’ la circunstancia de un personaje mencionado como ‘el pintor’, ‘el genio’, a la manera de un narrador omnisciente y dice de él: “todavía sueña en su exclusivo amor por el arte”. Luego se establece un cambio, el tono se hace coloquial. La voz poética ahora se dirige al personaje y explica: “Y piensa: Viajaban antaño tus padres buscando especias, en pos del oro, para entrar íntegros en el paraíso”.
Y lo que sigue es sumamente expresivo.
“Tú mismo lo has dejado todo a lo largo de los caminos hacia la manigua de tus adentros”. La búsqueda aquí tiene la razón de la libertad, la autonomía.
-“¿Y qué ves? ¿Las raíces de tu existencia?
El hombre primitivo escapado de la historia y sus conflictos. El hombre feliz sin nadie que le dicte una vida descalabrada en la rutina”.
La idea de autonomía y libertad se remarca con ese librarse de los dictados ajenos a la voluntad.
“- ¿Y sobre todo por qué te has ido?
¿Por un imposible espacio para la serenidad cuando nos convertimos en víctimas de nuestros propios temperamentos?”
“Te has ido porque ya no podías con los tuyos, sus tradiciones y el respeto a las leyes de colores y perspectivas”.
La felicidad o la serenidad pasa por la ruptura con los atavismos y los condicionamientos culturales que no permiten el despliegue del sujeto individual. Cúmulo de circunstancias que generan el propio desasosiego, por eso continúa: “Y porque en medio de esa modorra ya ni siquiera podías contigo mismo.”
La ajenidad, el exilio son sinónimos de plenitud: “Te has ido porque no vivías en el espacio que te cedían. Y te has ido para siempre”. Destierro y soledad de caminos extraviados aparecen aquí como condición de libertad y autonomía.
Hay otros temas a los que seguirles la pista en Mascarón de proa. No me detendré en cada uno de ellos. Sólo quisiera mencionar la presencia de la mujer expresada en dos nombres. Mercedes, añoranza por el amor perdido o contrariado y Nausicaa, la acogedora “hija de estas costas que te salvó del naufragio… armada con la belleza de sus ojos negros”. La de los labios siempre hermosos para el placer y la injuria”
Hacia lo indescriptible
Para terminar quiero hacerlo con el poema que cierra el libro. “Hacia lo indescriptible” exposición de lo que no puede aún ser atrapado por la palabra pero se presiente o se sueña.
El pronombre que inicia el primer verso es el plural de la primera persona y ese “nosotros” amplía el registro. “Necesitamos un rincón para ajustar los tornillos de esa carroza que está por desbarrancarse”. Y prosigue: “Necesitamos algo que nos permita evolucionar en el recinto estrecho en el que nos entrechocamos con los viejos trastos”.
Reciento estrecho resuena aquí como todo lo que no deja expandir el libre vuelo vital y creador. Por eso será necesario dar un paso “adentro”.
La voz en el poema dirá: “Hacia lo indescriptible allí donde Dios mora./ Y silencioso llegas al fondo del abismo/ … a fuerza de fundirte en la distancia has abolido el espacio. / Vienes del aire y sólo estás de paso hacia lo indescriptible”.
En La poética del espacio, Gastón Bachelard habla de la inmensidad interior: “La inmensidad está en nosotros. Está adherida a una especie de expansión de ser que la vida reprime” Y afirma que el arte, como producto del ser imaginante, por la vía del ensueño conduce a la conciencia de engrandecimiento y así somos “promovidos a la divinidad del ser admirante” (Bachelard, 2001: 220-21).
Abolidos los estrechos espacios, el plural nosotros, es consecuente con la búsqueda de lo que aún no se ha nombrado, lo inmenso. El Mascarón de proa adquiere así nueva resonancia, no sólo embellece la nave sino que propicia el camino seguro para avanzar sobre el abierto mar.
Fuentes
Anderson, Benedict. (2000) Comunidades imaginadas. Fondo de Cultura Económica, México, Argentina
Bachelard, Gastón. (2001) Poética del espacio. Edición en español. Sexta reimpresión. México, Fondo de Cultura Económica
Cerezo Gala, Pedro. (1996) Máscaras de lo trágico Filosofía y tragedia en Miguel de Unamuno. Madrid, Editorial Trotta
Nájar, Jorge. (2006) Figure de proue. Tradución de Michele Lefort. París, ediciones Folle Avoine,
Rojas, Ibico. (1999) “Presentación” En: Formas del delirio. Obra poética 1969 -1999 de Jorge Nájar. Lima, Editorial San Marcos.

En Lima, dialogando con el poeta, el narrador, el amigo. Sonia Luz Carrillo y Jorge Nájar (2013)
Tags: Jorge Nájar , Michele Lefort , Mascarón de proa , Poesía peruana, Sonia Luz Carrillo
EL ALUCINADO DE JORGE NÁJAR Y LOS NUEVOS MISERABLES EN PARÍS
diciembre 14, 2013 a las 12:55 am | Publicado en Algunas fotos, Artículos sobre Literatura, Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Miscelánea | 2 comentariosEtiquetas: Jorge Nájar
Nadie escucha el canto, El árbol de Sodoma, Vallejo y la célula Non plus ultra, Penúltima odisea y otras ficciones, constituyen el corpus narrativo del poeta, narrador y amigo, Jorge Nájar, que ahora se incrementa con El alucinado, su más reciente novela, publicada en Lima por Editorial Summa y que fue presentada el 25 de octubre. A esta tarea me convocó, una vez más, el querido autor. Tarea que compartí con el editor y también poeta, Harold Alva.

Sonia Luz Carrillo, Jorge Nájar y Harold Alva. Lima, octubre 2013
Reproduzco aquí el texto de mi exposición a la que titulé «EL ALUCINADO DE JORGE NÁJAR Y LOS NUEVOS MISERABLES DE PARÍS».
Al interior de toda obra literaria una voluntad enunciadora, el autor, “reúne el mundo disperso en el sentido y lo condensa en una imagen terminada y autosuficiente (en la que) lo perecedero del mundo cobra el valor de un acontecer”. (Bajtin 1982:171) La producción literaria, parte de una tradición específica, se da en un ámbito de realizaciones culturales marcado por categorías pre- existentes (lengua literaria, géneros, etc.). El autor de ficción lleva a cabo operaciones de selección y combinación preferentes y desarrolla un proyecto discursivo, un programa individual de escritura. En las siguientes líneas abordaré algunos aspectos del programa narrativo expuesto en El alucinado, la tercera novela de Jorge Nájar.
El título nos coloca rápidamente frente al tipo de abordaje de los hechos relatados. La alucinación es trastorno de la mente y por eso el título sugiere que los acontecimientos se narran desde el interior, desde la subjetividad de los personajes. Veamos algunos otros elementos del discurso narrativo.
EL NARRADOR
Empecemos con la categoría que constituye el narrador, al que tenemos que distinguir del autor real, puesto que es el “Agente narrativo que cuenta una historia” (Bal 1995:125) y de cuya “identidad, grado y forma en que se indique en el texto” dependerá el carácter específico del éste.
Como agente de la enunciación las funciones del narrador son múltiples: “Detenta la voz, observable a través de intrusiones vestigios más o menos discretos de su subjetividad, que articulan una ideología o una simple apreciación particular sobre lo que se cuenta o sobre los personajes referidos… A la vez que configura el universo ficticio por la utilización que hace de signos y códigos narrativos, como uso del tiempo o regímenes de focalización.” (Bal 1995:127). Así, de su ubicación en el relato surgirá su condición de narrador presente tanto como autor real, narrador y protagonista (como ocurre en la autobiografía); narrador presente en la ficción pero no en calidad de protagonista y narrador ausente. Este tipo de narrador se le conoce como narrador omnisciente “una voz hablando de sucesos, personajes y escenario, mientras su propietario permanece oculto en las sombras discursivas.” (Chatman: 1990: 212) y es el tipo de narrador que domina la obra de Nájar.
En El alucinado un narrador omnisciente da cuenta de un conjunto de sucesos violentos de un tiempo de migración y crimen; registra las circunstancias intentando señalar complejas causas en medio de un clima de locura (alucinación) y con un ritmo vertiginoso. En ocasiones, se percibe la incursión de un narrador irónico cuya intervención- como es típico- cumple la tarea de parodiar al discurso oficial, a la vez que sutiliza momentos graves.
LA HISTORIA Y LA TRAMA O EL DISCURSO NARRATIVO
La historia es el conjunto de acontecimientos vividos por uno o varios personajes, es la realidad evocada por un texto narrativo, mientras que la trama o discurso narrativo es la forma en la que los acontecimientos son presentados al interior del mundo de ficción. Los acontecimientos narrados “ocurren durante un cierto periodo de tiempo y se suceden en un cierto orden”. (Bal 1995: 45)
En El Alucinado la historia es simple y la podemos resumir así: Un migrante peruano amazónico en París, de características extravagantes, es víctima de un hecho violento al ser arrojado al río Sena. Dos policías inician una fugaz investigación sobre el inexplicable hecho contando fundamentalmente con el testimonio de un marginal que el día anterior había conversado con la víctima.
La trama se inicia con una muerte que antecede al atentado contra el protagonista: un joven francés de origen africano es asesinado en la calle mientras colocaba unos carteles en defensa de los derechos humanos. Hecho que sirve de marco, brinda el contexto para el ingreso a la historia. Veamos:
“No había terminado de cantar cuando recibió una ráfaga de rifle en la espalda y cayó al suelo. Durante brevísimo instantes pataleó como un conejo, como una liebre salvaje que al pasar de un matorral a otro es presa del rayo en medio del salto. Pero falleció en el acto. Inmediatamente la prensa local y nacional optó por armar un escándalo y denunciar a los activistas de un partido de extrema derecha. En respuesta el líder de la organización proclamó a voz en cuello en el viejo puerto de la misma ciudad que se trataba de un complot; sí, los hijos de la iguana, decía, querían cubrirlo de mierda y echarle la culpa de todos los males habidos y por haber. Ya estaba harto de tanta conjura, porque según él todo el mundo gritaba ¡al lobo! ¡al lobo! Cada vez que los militantes de su partido, los verdaderos hijos de la patria, lo invitaban a debatir el tema de la inmigración”(p. 9)
En una suerte de introducción que es el primer largo párrafo de la novela, la irracionalidad del crimen se vincula de manera inmediata con el odio ante la presencia de los otros, los migrantes que pueblan la ciudad luz, la cosmopolita y emblemática ciudad de la razón, París. Ciudad en la que la encubierta ferocidad de lo cotidiano ve el deambular de seres migrantes, muchos de ellos arrojados a la marginalidad.
El relato principal toma forma con la mención de lo ocurrido el 1º de mayo, Día Internacional de los trabajadores, cuando de una parte los sindicalistas y de otro los “combatientes nacionalistas”, salen a las calles en manifestación. Todo se desarrolla con normalidad hasta que el estallido de unos petardos provocan el desbande de los manifestantes. La ruptura de la normalidad es registrada en el texto por las impresiones que causan en dos policías el anuncio de que un hombre no identificado ha sido arrojado al río.
“La orden se producía justo cuando ambos creían que a más tardar dentro de dos horas estarían de regreso a casa, el mayor para ver el partido de fútbol en compañía de su mujer, y el otro, Martin Benoit, para dedicarse a su verdadera pasión, los instrumentos musicales más antiguos de la humanidad: el tan-tan, el bombo, las maracas…”
Lo que viene luego es el intento de dilucidar las motivaciones del atentado por parte de los policías Martin Benoit y Alexander Rubio interrogando a quien es señalado como “una persona que lo ha visto todo” y que quiso ayudar a los rescatistas que llegaron a auxiliar a la víctima. Este personaje, Thomas Benavent, será el eje del relato. Aparentemente es a partir de lo que él conoce que el lector se informará de la realidad de lo sucedido. Se trata de un argelino, marginal habitante en París, que en un principio se niega a hablar “Abría y cerraba los ojos como resistiéndose a creer lo que de pronto brotaba de su memoria”. Afirmación clave pues todo lo que se conocerá proviene precisamente de su memoria. Y lo que luego relata es fruto de lo que, a su vez, el protagonista, Pedro Toledano, el hombre arrojado al Sena, le ha contado.
LOS PERSONAJES
Como se ha mencionado, el protagonista es Pedro Toledano, poeta de origen amazónico; Thomas Benavent, el argelino; Judith Ferrada, limeña pareja de Toledano, los integrantes del “Núcleo invisible”, organización de extrema izquierda, que aparecen en distintos momentos de la novela y entre los que destaca Platón, seudónimo de un dirigente luego traidor y que es asesinado por sus ex compañeros. Además, de lo ya citados policías.
Sin embargo creo que París, no es solo el espacio en el que se desarrollan los hechos, sino que adquiere categoría de personaje al ser retratada a través de múltiples aspectos en toda su magnificencia y miserias. Así, El alucinado es una ocasión para registrar las causas y los efectos de la confluencia de diversos ríos (habitantes) en la ciudad del iluminismo; en la existencia de sus delimitadas riberas. París es mostrada desde la conciencia alterada del alucinado.
Por lo que cuenta Thomas Benavent, pero sobre todo por las incursiones del narrador omnisciente, el lector conocerá las acciones de Pedro Toledano desde el día anterior al atentado que sufre, y también su origen y la forma alterada en la que percibe la complejidad de su existencia y la de los otros personajes. De su condición de peruano amazónico en París, por ejemplo, tendremos estas noticias:
“En el fondo de la calle Pedro Toledano divisó la estación del metro que cruza París…Tomó las gradas del subterráneo y como de costumbre a esas horas distinguió a la muchedumbre avanzar si mirar a los lados, tropezando unos con otros, empujándose y codeando al mundo entero…”
Su observación del control social se encarna en la visión de los vigilantes y policías:
“¡Carajo! Estos hijos de la granputa están por todas partes; policías y más policías para frenar la rebeldía de los jóvenes sin futuro, represión y más represión para contener la avalancha de los pobres venidos del sur, del este, del oeste, de todos los rincones de la tierra.”
Estas observaciones son matizadas por paráfrasis, citas intertextuales que se constituyen en un guiño a los lectores. Por ejemplo una alusión al poema de Javier Heraud “El río”: “Evocando y confundiendo lecturas juveniles se oyó decir: Yo también soy un río dibujado por el viento. Uno que baja furiosamente cada vez que u puente me refleja en sus arcos.”
Un peruano amazónico en París
La condición de Pedro Toledano de peruano amazónico y viajero que ha adquirido referentes diversos es expresada por el narrador omnisciente que habla desde la subjetividad del personaje, por ejemplo, mientras viaja en el Metro de París:
“El mismo ya había constatado años atrás que siempre comenzaba a delirar al tiempo que las imágenes del río, de cualquier río, penetraban en su memoria. “Yo soy también un río” escribió con el índice en el vidrio de la ventanilla cuando el vehículo volvió a hundirse en las entrañas de la tierra. Y mientras la huella de su escritura se esfumaba recordó los ríos por cuyas márgenes había caminado descalzo con todo el diablo en la sangre: el Amazonas, el Ucayali, el Ganges, el Duero, el Ródano, así como también todo lo vivido en los paisajes de esas arterias del planeta”
Y todavía de manera más explícita en un pasaje en el que el fenómeno de la migración interna es enlazado con los orígenes del personaje, cuando el narrador da cuenta de los días previos a la salida de Toledano del Perú, a causa de su participación en actos políticos y delictivos:
“…había regresado a la casa paterna para hablar con sus mayores sobre quiénes eran y de dónde venían. En la oscuridad de la noche, caminando bajo los árboles del trópico, bajo la lluvia y el aletear de los pájaros, en Requena, la Atenas de la Amazonia, surgió una historia familiar que había sido guardada en secreto hasta entonces. Durante los años de esplendor de la explotación del caucho, el oro negro, le había dicho su padre, en muchas embarcaciones amazónicas viajaban tahúres que saqueaban en los juegos de cartas a los caucheros, comerciantes, y ribereños que con sus magros ahorros iban a la búsqueda de la maravilla en los emergentes centros urbanos; con sus triquiñuelas esos individuos estafaban a los militares y empleaditos de las transnacionales que ya por entonces se perfilaban en la línea del horizonte. Una de esas víctimas fue Isaac Toledano, su abuelo, descendiente a su vez de un sargento de los primeros soldados españoles que llegaron a Moyobamba, la ciudad incaica por donde la soldadesca conquistadora, en el siglo XVI, había penetrado en el bosque amazónico. Isaac Toledano era el agente comercial de una empresa maderera norteamericana, llevaba una pequeña fortuna en su maleta y la misión de establecerse con su familia en Manaos. Pero durante ese viaje había jugado y perdido todo lo que sus patrones le habían confiando…En la desesperación el tipo no vaciló en poner en juego a su mujer y sus hijos.”
Líneas más adelante, el texto registra el recuerdo de la abuela del personaje, mujer amazónica, fruto también del encuentro de los mundos, su resolución para enfrentar los momentos difíciles y la característica matrilineal de la descendencia:
“Ella, Domitila de la Cruz, hija de una india quechua y de un aventurero, al enterarse de lo sucedido pretendió arrojarse del barco en u banco de pirañas. Pero algo más fuerte que la minúscula moral, la supervivencia de su progenie, la contuvo. Se aguantó hasta llegar a Manaos, por aquel entonces capital mundial del caucho. Y una vez ahí trenzó pactos y anudó complicidades con quien fuese para escapar y recuperar su libertad. Solo así pudo emprender el retorno a Iquitos, sola y abandonada, con sus tres párvulos. De ella descendemos todos sus hijos y poco importa ahora quién los engendró, concluyó su padre afirmando que los hombres eran hijos de quienes los criaban o de la comunidad que los acogía”
De Pedro Toledano sabemos que tiene vocación poética nunca concretada en una obra; que en su vida juvenil y diletante ha integrado un grupo político extremista; que ha participado en hechos violentos como el crimen a un traidor a “la causa” por lo que luego ha debido huir del país pasando por varios territorios hasta recalar en París al igual que muchos otros migrantes. En esta ciudad se reencuentra con su mujer peruana, con la que había compartido su pertenencia al “Núcleo invisible”.
A lo largo del relato nos informamos del deterioro mental del protagonista; es evidente que tiene una visión alterada de la realidad: se ha marcado el rostro con señales coloridas; ha buscado serenidad en ritos de distintas religiones y por diferentes países y culturas a los que ha acudido en búsqueda de lo que llama el “Río de la iluminación”. Recuerdos e imágenes nacidas de su imaginación se mezclan en este hombre, sudamericano marginal que intenta sembrar tallos de coca en las orillas del Sena:
“En algún lugar de ese espacio tenía que plantar el primer retoño de la planta sagrada. Se arrodilló ante el río y se puso a orar pidiéndole a su Dios la purificación de su alma, limpiarle de los tormentos que le asediaban… Sabía que yendo hacia los dominios de sus dioses, antiguamente, los más necesitados de divinidad, recorrían centenas, millares de kilómetros descalzos, solitarios, en el más sublime de los silencios; avanzaban hacia parajes en los que se inclinaban para hacerles partícipes de sus glorias o sufrimientos. Delfos, Roma, La Meca, Jerusalén, Cusco, Haridwar, Santiago de Compostela; un templo, un punto preciso en cada urbe, un brote de agua en lo profundo de las montañas, eran los lugares propicios para humillarse y reconocer la pequeñez humana ante lo divino”.
En estas circunstancias, serán azarosos los encuentros y desencuentros con Judith, personaje femenino que oscila entre lo concreto y lo onírico. “La idea que los había hecho vivir estaba en crisis y ellos o estaban presos o muertos o escondidos, o metamorfoseados en porquería en cualquier rincón del planeta, cagándose de miedo ante la amenaza de ser recuperados y sancionados por el violento pasado”. Expresiones crudas que exponen el desenlace de las opciones personales y políticas que transitan por el delito y el crimen.
EL TIEMPO DEL RELATO
En este punto, distinguiremos el tiempo de la historia del tiempo del discurso. Al final de la obra constatamos que el tiempo de la historia ha sido muy breve. Se inicia cuando los policías llegan al lugar y dura mientras los rescatistas brindan atención a Toledano para salvarle la vida: “El socorrista que había practicado el boca a boca miró automáticamente su reloj. Cuatro minutos, quince segundos, ni uno más, ojalá no haya lesiones graves en el cerebro”. En un sagaz uso del tiempo discursivo este se ha extendido para narrarnos buena parte de la vida del hombre a partir de lo que cuenta el argelino que fue el último que conversó con él. Vale decir que ha durado cuatro minutos y quince segundos.
COSMOPOLITISMO Y MARGINALIDAD EN UN MUNDO DESENCANTADO
En El Alucinado Jorge Nájar, con una prosa que por momentos se muestra claramente poética, expone temas y problemas contemporáneos, alejado de una visión localista. Cumple un eficiente programa narrativo que deja abierto el desenlace, no hay moraleja. Fiel a su propósito literario, ha construido un objeto artístico recreando un mundo sombrío de antihéroes: los migrantes con el peso de su memoria y los nativos de una gran capital, casi siempre en sorda o declarada confrontación.
Un mundo desbocado en el que todas las batallas carecen de grandeza y los sujetos actúan en medio de la alucinación; un mundo en el que la única salida parece ser el refugio en las pequeñas comodidades cotidianas: Al final de la novela, un policía piensa en lo que falta para el partido de fútbol y el otro tamborilea el tablero de control mientras escucha una canción. Atrás queda el viejo Thomas Benavent, el marginal argelino con los demonios de su propia memoria.
Gracias, Jorge, por tu invitación a ingresar en este mundo de ficción para escudriñar entre sus pliegues la condición humana en este tiempo de peregrinos. Una vez más, y así como, en anteriores ocasiones, me invitaste a transitar -minuciosa- entre tus versos.
Lima, 25 de octubre, 2013
Bibliografía
Bal, Mieke. (1995) Teoría de la narrativa. Una introducción a la narratología. Madrid: Cátedra, p. 121
Bajtin, M. (1982) Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI editores
Chatman, Seymour. (1990) Historia y discurso. Madrid: Altea, Taurus, Alfaguara,
Nájar, Jorge (2013) El alucinado. Lima, Editorial Summa
Reis, Carlos y Lopes, Ana Cristina. (1995) “Autor implicado” En: Diccionario de narratología. Salamanca: Ediciones Colegio de España.
IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN
La presentación de libro fue ocasión para el reencuentro y celebración. Quedan como testimonio algunas vistas.

Ricardo Falla Barreda, Miguel ángel Guzmán Dávila, Jorge Pimentel, Tulio Mora, Tatiana Berger, Jorge Nájar y Sonia Luz Carrillo. Presentación de El Alucinado, Lima, 25 de octubre 2013
TAMBIÉN VER:
TAPIZ DE LA ERRANCIA O UNA POÉTICA DEL DESTIERRO. FORMAS DEL DELIRIO DE JORGE NÁJAR
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