GRAU, EL COMBATE DE ANGAMOS, el recuerdo… «CON EL ÚLTIMO SOBREVIVIENTE DEL HUÁSCAR», Una crónica de ALFONSO TEALDO

octubre 10, 2019 a las 12:23 am | Publicado en Comentarios diversos, Comunicación y Cultura, Documentos, Miscelánea, Noticias y demás... | Deja un comentario
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Don Miguel Grau Seminario.
Foto: Galería del Ministerio de Defensa del Perú

Con el permiso de Ana-Rosa Tealdo de Rivero, hija del magnífico periodista Alfonso Tealdo, comparto esta crónica, “Con el último sobreviviente del Huáscar”, tomada de su cuenta en Facebook, en ella el cronista relata su encuentro con el   alférez de fragata Manuel Elías Bonnemaison.

«En ocasión de la conmemoración del combate de Angamos, tengo el agrado de difundir una crónica de mi padre, Alfonso Tealdo, publicada en la Revista Turismo en 1942».

Con el último sobreviviente del Huáscar

Nació en Lima el 27 de marzo de 1862. Hijo de don Juan Elías Bonnemaison y de doña Gumercinda Torres. Era alumno de la Escuela Preparatoria naval cuando estalló la Guerra del Pacífico.
Embarcado en el Huáscar, como aspirante de marina, asistió a todas las acciones de dicho buque hasta ser tomado prisionero en el Combate naval de Angamos. Fuente: http://gdp1879.blogspot.com/2008/10/

El último sobreviviente de la plana mayor del “Huáscar” me esperaba el 8 de octubre, a 63 años exactos de la batalla naval de Angamos. El alférez de fragata Manuel Elías Bonnemaison, me recibe. Y es como un reportaje a los ojos mismos de la historia. Setenta y siete años y barba de nieve. Navega, pequeñito, en los óleos de las paredes, el barco del honor peruano. Navega como en el pecho de este hombre envejecido. Como en el mío. Como en el de todos los que sabemos que la historia es algo más que un libro que se abre, que se lee y que se cierra. Navega, otra vez y otra vez, en este día de sal en los labios y de pólvora en la frente. Surca las aguas el barquito blanco. El barco que, después fue pintado de rojo en Talcahuano, quizás si para completar desde el destierro los colores del Perú.

Y un niño de catorce años se acercó a Grau, en 1879, y le dijo: “Yo quiero ser marino”. Y Grau replicó: “Bueno”. El “Huáscar” tenía 60 metros de longitud, 1,100 toneladas de desplazamiento y dos cañones. Metro y medio -la estatura de un infante- era lo que sobresalía de la obra muerta. ¿Por qué no iba a tener, pues, un guardiamarina de catorce años?

El “Huáscar”

Año de 1866. En los astilleros de Cammell, Lairdd, en Berkenhead, está concluyendo la construcción de un barco diminuto. Es para la armada del Perú y llevará el nombre de un emperador peruano. Es del tipo del “Monitor”, nave que aparece en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Trece años más tarde, es el más famoso de los barcos. Y es que son los astilleros de la fama los que lo agigantan por la gloria. El patriotismo lo eriza de cañones invencibles. El honor lo blinda. Es del acero que hacen los hombres con su desesperación y con su sangre. “Es el más formidable blindado que ha cruzado los mares”, dice Teodoro Roosevelt.

-¿Cómo era el Huáscar?

Y el señor Manuel Elías Bonnemaison, me dice:

-Pequeño, con sólo dos cañones de cargar por la boca. La torre dentro de la cual giraban era movida a mano. Su blindaje era de cuatro pulgadas y su andar de 12 millas por hora. No podía disparar ni para adelante ni para atrás, pues lo impedían el castillo de proa y la toldilla de popa.

-¡Barco de carne y hueso!

-El “O’Higgins”, nada más, era cuatro veces mayor. Los acorazados adversarios desplazaban 3,600 toneladas cada uno, tenían seis modernísimos cañones y su blindaje era de 9 pulgadas.

¿Qué iba a hacer la nuez contra el martillo en el diálogo del fuego? Nada menos que esto: batirse seis veces, capturar diez naves, bombardear puertos y, sobre todo, tener siete capitanes en dos horas.

El arquitecto

El verdadero arquitecto del “Huáscar”, Miguel Grau, nació en Piura y su maestro fue un poeta. La orfandad fue su primera enseñanza. Pues solitario, como el Monitor, iba a ser. Y a esa edad en que los niños tienen lindos veleros para la laguna y arena en las playas para sus palacios de arena, Grau ya es grumete en un buque ballenero. La vida le impuso buques de verdad. Y recorre mares y aprende idiomas. Presta sus servicios en naves nacionales: en el “Rímac”, en el “Vigilante” y en el “Ucayali”. A los veinte años es guardiamarina. En aguas chinas se le ve en 1862. Marcha a Nantes en 1864, y trae al Callao las corbetas “Unión” y “América”. A raíz del Tratado Vivanco-Pareja, se ponen en juego sus sentimientos filiales. Se está muriendo su padre y ese lecho es como el barco del corazón que se hunde. Grau, empero, se sobrepone al dolor, con rebeldía y con intransigencia. Y combate en Abtao. El heroísmo ya le ha puesto un timón definitivo a su alma. Ya sabe que el crepúsculo del sol está lejos de la aurora.

La carta

Desde su Monitor, en Pisagua, el 2 de junio de 1879, el “Caballero del Mar”, escribe:

“Distinguida señora:

Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a usted, y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor, que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fue, como usted no lo ignorará ya, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria.

Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso y triste deber de enviarle las para usted inestimables prendas que se encontraron en su poder, y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún pequeño consuelo en medio de su desgracia, y por eso me he anticipado a remitírselas.

Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respeto con que me suscribo de usted, señora, muy afectuoso y seguro servidor.

Miguel Grau”.

Angamos

Mientras el “Huáscar” esté en el mar, el Perú no será invadido. Lo sabe Grau, el muy afectuoso y seguro servidor de su patria. El blindado más famoso del mundo no puede descansar. Ya no lo verá más el Callao, el lejanísimo puerto de la esperanza. El día 4 de octubre, apresa al bergantín “Coquimbo” en Sarco. Hay moluscos y algas marinas en el casco del Monitor, y limpiar los fondos es urgente. Pero, ¿qué importan dos millas más o menos para el andar, si la nave negra del Destino es la que espera? Al sur, pues, siempre al Sur. El “Huáscar”, el día 5, entra a Coquimbo. Es descubierto y el enemigo ya sabe. Entonces, al Norte fallan las máquinas. El día 7, nuevas composturas.

-El día 8 -me dice el señor Elías Bonnemaison- fuimos localizados. A la una de la madrugada entramos a Antofagasta. El “Huáscar” recorrió la bahía y salió. Pero ya estábamos atrapados. A poco de navegar, avistamos tres humos por la proa. Eran tres barcos enemigos: el “Blanco Encalada”, la “Covadonga” y el “Matías Cousiño”. Así recorrimos la distancia de 30 millas, y entonces nos creímos a salvo. De pronto, el vigía desde la cofa dio la voz: “¡Humo a la vista hacia el N. O.!”.

Pero la emboscada no fue hecha en virtud de las leyes estrictas del mar. La pequeña nave tuvo que ser engañada. También había de luchar contra el gran acorazado de los falsos informes. “El “Blanco Encalada” está en malas condiciones: necesita ser reparado”, se decía. Entonces el Monitor no forzó sus débiles y pobres máquinas, y a nueve millas por hora enfiló hacia el Norte. Y entonces fue el grito del vigía “¡Humo a la vista hacia el N.O.!”. ¿Serían los transportes que conducían tropas a Antofagasta, de acuerdo con las informaciones recibidas?

-En esta creencia pusimos proa a ellos sin preocuparnos de la Primera División, que estaba a la vista, pero fuera de tiro. Pero los buques avistados no eran transportes: era la Segunda División enemiga, compuesta por el acorazado “Cochrane”, el “O’Higgins” y el “Loa”.

Todavía hay un cuadrante libre para escapar. Pero para algo el “Huáscar” es el blindado más formidable del mundo. El grave señor Destino así lo quiere: al cambiar el timón de navegación por el de combate, se rompe un aparejo y el Monitor queda sin gobierno. Da vueltas, como el mundo. Vira sobre el costado de estribor. Y se acercan los adversarios. A ellos no se les rompe el timón de combate. A ellos, no.

-A las 8 y 55 de la mañana fue afianzado el pabellón en la torre de combate. El “Huáscar” dispara sus cañones con rapidez y decisión. Formidables andanadas de la artillería gruesa enemiga pasaban por alto. Pero, acortadas las distancias, pronto fueron los blancos.

El mar es enorme, pero a veces más pequeño que la gloria. A babor y estribor del “Huáscar”, a 500 metros apenas, hay acorazados enemigos. Se cierran los horizontes. Horizontes de acero y de fuego. Ahora es una selva. El Monitor ha perdido uno de sus dos cañones. No importa, en la torre de comando está Miguel Grau. Y enormes boquetes hay en la línea de flotación. Son muy útiles ventanas para que la Historia mire. Son para la visita del agua, para que se hunda el pasado, pero el “Huáscar”, no.

-Una nueva andanada destroza la torre de comando y hace volar al espacio el cuerpo de nuestro heroico jefe, que fue arrojado al mar por la fuerza de la explosión. El impacto hiere también, mortalmente, al Teniente Ferré. El Comandante Aguirre, entonces, decide lanzarse con el espolón contra el “Cochrane”…

Pero el “Cochrane” no es el blindado más famoso del mundo. Tiene doble hélice y es un guerrero ágil. Gira sobre su eje y elude al “Huáscar” y a 50 metros dispara toda su artillería. Y quedó en silencio el último cañón del Monitor. “No es nada”, dice el Comandante Aguirre, herido, y muere sobre la cureña vencida. Los trozos de madera, los fierros retorcidos, los muebles y otros adminículos mezclados con los cuerpos humanos formaban un montón informe… Sólo quedó en pie el doctor Rotalde. No había quedado del botiquín ni un instrumento, ni una venda, ni un remedio.

Sí había un remedio.

-Entonces, se hizo cargo del comando el Teniente Rodríguez. Quiso, nuevamente, poner en acción el timón. Arreglar la torre de combate. ¡Todo era inútil! Una bala de cañón lo decapitó.

Y siguió el desfile de los capitanes. Pero había un remedio.

 

-¡Todo era inútil! El Comandante Carbajal, al frente de la maestranza, trataba de reparar los cañones. Los incendios y las brechas se sucedían. No había municiones ni para las armas menores.

Sí había un remedio.

-Fue entonces cuando el Teniente Gárezon tomó la resolución de hundir el barco volando la Santa Bárbara, pero ésta se hallaba inundada habiendo en la sentina más de tres pies de agua. Hasta la bandera había sido derribada. Dos voluntarios la izaron en el palo mayor. El “Huáscar”, inerme, describía círculos en trágico desfile ante la artillería adversaria. Y el fuego seguía, terrible. Por segunda vez fue derribada la bandera. Un marinero tuvo que amarrarla al palo, pues hasta las drizas habían sido destrozadas.

Sí había un remedio.

-Entonces se dio la orden de abrir las válvulas para precipitar el hundimiento del “Huáscar”. La orden fue dada, pero era necesario parar las máquinas. A 50 metros estaban los barcos enemigos. Y fueron abiertas…

¿Había remedio? El Teniente Palacios, descubierto sobre la torre, quemaba su último cartucho. Un revólver contra acorazados: eso es Angamos.

-El “Huáscar” quedó, entonces, a merced de las olas, mudo e indefenso, incapacitado para ofrecer la menor resistencia. Esperábamos sólo el momento de hundirnos. Un puñado de hombres que habíamos sobrevivido a la acción permanecimos en cubierta rodeando al Teniente Gárezon que se mantenía con solemne gravedad. Comprendió entonces, el enemigo, y ordenó a sus brigadas de abordaje la ocupación de nuestra nave.

¿Había remedio?

-La ocupación se efectuó, precipitadamente, por un número considerable de hombres armados y provistos de todo elemento de salvataje. Corrieron al cuarto de máquinas y, revólver en mano, exigieron el cierre de las válvulas. El Teniente chileno Goñi se dirigió al Teniente Gárezon y le intimó que se arriara la bandera. “La bandera –replicó- está amarrada al palo y no se puede arriar; y conste, señor oficial, que usted la encuentra al tope de la nave”.

Había terminado la batalla. Fueron taponadas las vías de agua y apagados los incendios. El “Huáscar” fue varado en la playa de Mejillones. El barco que se había llamado así porque las naves heroicas no tienen cautiverio. No tienen cautiverio porque están lejos de sus capitanes muertos. Se mueren, también, y resucitan en el alma de sus banderas.

El remedio

Y un niño de catorce años se acercó a Grau, en 1879, y le dijo: “Yo quiero ser marino”. Y Grau replicó: “Bueno”. Y el niño fue a la guerra y ahora tiene setenta y siete años y barba de nieve. Y en los óleos de las paredes, navega, pequeñito, el barco del honor peruano. ¿Había remedio? Sí había remedio. No se hundió el “Huáscar”, pero el pasado se hundió. Definitivamente. Era el remedio. La conciencia de la historia. El porvenir. Y navega, otra vez y otra vez, en este día de sal en los labios y de pólvora en la frente. Todos los días, eternamente, navega en el mar inmenso de la patria el barquito blanco.

 

Don Miguel Grau Seminario
“El 8 de octubre de 1879, cuando el Huáscar retornaba de una de sus incursiones, se encontró en Punta Angamos con la escuadra enemiga; entre la espada y la pared decidió abrir fuego. Diez minutos después una granada lanzada por tropas enemigas cayó en la torre de comando, afectando la integridad del comandante Grau, su cuerpo quedó desmembrado. Sus restos, fueron repatriados el 15 de julio de 1890 y trasladados a la Cripta de los Héroes el 8 de setiembre de 1908, en una ceremonia póstuma y sentida. El 26 de octubre de 1946 en honor a su labor es ascendido al grado de almirante, en el ámbito político, conserva una curul permanente en el Congreso, como homenaje su labor política como diputado.”
Fuente: https://historia-biografia.com/miguel-grau-seminario/

 

Alfonso Tealdo Simi (1914-1988) , gran periodista peruano,  entrevistador y cronista .

 

CARTAS de Dn. MIGUEL GRAU Y CARMELA CARVAJAL Vda. DE PRAT

octubre 8, 2015 a las 2:39 am | Publicado en Comentarios diversos, Documentos, Miscelánea | Deja un comentario
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Monumento a Don Miguel Grau, en Lima

Monumento a Don Miguel Grau, en Lima

En medio de las calamidades de la guerra, de toda guerra, es difícil hallar ejemplos como los que quedaron registrados en las cartas que intercambiaron, nuestro héroe de la Guerra del Pacífico, Almirante  Don Miguel Grau Seminario y la esposa del capitán de fragata Don Arturo Prat, comandante de la nave chilena Esmeralda. Hoy que recordamos el Combate de Angamos y la muerte del valiente marino peruano, el 8 de octubre de 1879,  aquí los textos:

CARTA DE DON MIGUEL GRAU SEMINARIO A LA VIUDA DE ARTURO PRAT

Monitor Huáscar

Al ancla, Pisagua, Junio 2 de 1879

 

Distinguidísima señora:

Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a ud. y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, fue como usted no lo ignorara ya, victima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso y triste deber de enviarle las para usted inestimables prendas que se encontraron en su poder, y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún consuelo en medio de su desgracia y por eso me he anticipado a remitírselas.

Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respetos con que me suscribo de usted, señora, muy afectísimo seguro servidor.

Miguel Grau

Carmela Carvajal Vd. de Prat

Carmela Carvajal Vd. de Prat

CARTA DE DOÑA CARMELA CARVAJAL VIUDA DE PRAT A MIGUEL GRAU

Señor don Miguel Grau

 

Distinguido señor:

Recibí su fina y estimada carta fechada a bordo del Huáscar en 2 de junio del corriente año. En ella, con hidalguía del caballero antiguo, se digna usted acompañarme en mi dolor, deplorando sinceramente la muerte de mi esposo, y tiene la generosidad de enviarme las queridas prendas que se encontraban sobre la persona de mi Arturo, prendas para mi de un valor inestimable por ser o consagradas por su afecto, como los retratos, o consagradas por su martirio como la espada que lleva su adorado nombre.

Al proferir la palabra martirio no crea usted, señor, que sea mi intento inculpar al jefe del Huáscar la muerte de mi esposo. Por el contrario, tengo la conciencia de que el distinguido jefe que, arrostrando el furor de innobles pasiones sobreexcitadas por la guerra, tiene hoy el valor, cuando aun palpitan los recuerdos de Iquique, de asociarse a mi duelo y de poner muy alto el nombre y la conducta de mi esposo en esa jornada, y que tiene aun el mas raro valor de desprenderse de un valioso trofeo poniendo en mis manos una espada que ha cobrado un precio extraordinario por el hecho mismo de no haber sido jamás rendida; un jefe semejante, un corazón tan noble, se habría, estoy cierta, interpuesto, de haberlo podido, entre el matador y su victima, y habría ahorrado un sacrificio tan estéril para su patria como desastroso para mi corazón.

A este propósito, no puedo menos de expresar a usted que es altamente consolador, en medio de las calamidades que origina la guerra, presentar el grandioso despliegue de sentimientos magnánimos y luchas inmortales que hacen revivir en esta América las escenas y los hombres de la epopeya antigua.

Profundamente reconocida por la caballerosidad de su procedimiento hacia mi persona y por las nobles palabras con que se digna honrar la memoria de mi esposo, me ofrezco muy respetuosamente de usted atenta .

Carmela Carvajal Vda de Prat

Tags: Combate de Angamos , Miguel Grau Seminario , Carmela Carvajal  viuda de Prat , cartas Grau  y Viuda de Prat

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