LOS INTERLOCUTORES EN ‘CALLADA FUENTE’: LO COTIDIANO Y LO SACRO. Una lectura de mi poesía por JORGE NÁJAR
diciembre 10, 2015 a las 2:41 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, Comunicación y Cultura, MI POESÍA SEGÚN ..., MIS POEMAS, Miscelánea | Deja un comentarioEtiquetas: Callada fuente, Cotidiano, Jorge Nájar, Poesía peruana, Poesía Sonia Luz Carrillo, Poeta Sonia Luz Carrillo, Sacro
Sonia Luz Carrillo con el autor del texto, Jorge Nájar, en Lima.
En enero de 2012, en el Café Literario organizado en París por el Centro Cultural Peruano, CECUPE, el poeta y amigo Jorge Nájar presentó mi libro Callada fuente con estas palabras. Las reproduzco con la gratitud de siempre:
Callada fuente, de 2011, de Sonia Luz Carrillo, desde su título, plantea el dilema de la voz. El silencio, los susurros, las interpelaciones de una voz que se habla a sí misma sobre su entorno y la vida cotidiana; y el goteo de esa misma voz que le habla al otro (a), al desconocido, al inasible, en la fuente del mundo.
¿La poesía de Carrillo siempre ha estado marcada por esta característica? El poemario mantiene distancias y puntos de contacto con los libros de poesía que le anteceden. Tal vez esto sea más visible en su manera de abordar lo cotidiano. Es cierto que se han amenguado las posturas contestatarias para enriquecerse con pasajes hogareños, líricos e introspectivos traducidos con una ironía constante; este aspecto si bien estaba presente en sus entregas iniciales, se volvió más evidente en Las frutas sobre la mesa de 1998, marcado a su vez por un ejercicio de autoconocimiento que se enraíza en la palabra.
Pero hasta donde yo percibo, trece años más tarde Callada fuente no sólo posee la facultad de expresar los sentimientos personales con relación al entorno social, ya que ahora también nos lleva hacia ciertas confrontaciones con las emanaciones de lo sacro en el fluir de la existencia.
¿Eso es lo que se pide a la poesía en nuestros días? Algunos dirán que a la poesía no se le pide nada porque ella existe sin que nadie le pida nada. Otros dirán que una de sus funciones es celebrar el mundo y, gracias a la palabra, confrontarse con la naturaleza, los hombres y los animales para trasladarnos a otro espacio. Esa postura es lo que aquí se entiende como función sacra. Para Saint John Perse la poesía era una forma de conocimiento, “una forma de vida integral”. Paul Eluard, a su vez, sostenía: “Las palabras dicen el mundo y las palabras expresan al hombre.” La poesía en uno y otro caso posee un valor ontológico cuando habla del hombre y un valor metafísico cuando habla del destino del hombre.
Distribuidos en cinco secuencias, el conjunto de Callada fuente se compone de cincuenta y cinco poemas donde la dialéctica entre los cotidiano y lo sacro se ha inclinado hacia la confrontación con uno mismo.
«Cría cuervos», por ejemplo, el poema con el que se abre este canto silencioso, es una introspección a la búsqueda de los efectos de la palabra en su propio creador.
Cría cuervos
Amamanta
Sus pliegues, sus dobleces
Nada de lo que hagas
Tiene garantía alguna
De ser útil o perfecto
Cría pacientemente
estos inútiles objetos
hasta que te saquen
Las pupilas llenas de asombro.
No hay argumento. No hay anécdota. Hay sí una inmersión en el oficio de labrar la palabra para darse con la sorpresa de un objeto que asombra.
En el poema siguiente, «Equilibrio», si bien es posible configurar la situación en la que se encuentra el hablante, en la cuerda floja, lo que resalta no es el personaje entrevisto sino la voz del hablante que nunca olvida su propia órbita “Anidar / en palabras ajenas” sin subordinar el lenguaje al embeleso de la entrega del mundo.
Escudriñar líneas
adentrándose en la
imagen
(seda, niebla escurridiza)
como quien avanza
de puntillas
por la cuerda
floja
Avanzar
La mirada
en soslayo
intentando
amablemente
desplazar máscaras
sin perder el misterio
por exceso de luz
Caminar
o detenerse a contemplar
paisajes
(páginas, oscuros pozos)
Expandirse
aferrando
sílabas
Anidar
en páginas ajenas
Sorteando
a cada paso
el riesgo
de perder
el equilibrio.
En los que acabo de citar y en los siguientes ya están presentes los elementos que nos van a llevar a ese otro espacio. “Los ojos hacia lo alto / beben / luz / que engarza fragmentos” afirma en «Espacio propio». De esa fuerza de ese estar en el mundo para participar en una “Liturgia del puro / Gusto” se generarán las afirmaciones básicas del mundo poético desarrollado en todo el conjunto.
En «Señorío» la voz se eleva y sin dejar de hablarse, nosotros, los lectores, oímos, vemos que el hablante ha cambiado el ritmo de su respiración, como si sus pulmones se hubieran llenado de oxígeno nuevo. Ahora la primacía la adquiere el polo sacro a través de la perspectiva íntima.
El lenguaje del hablante se profundiza hasta casi transmutarse en una conciencia visionaria; en este reino de la ambigüedad el lenguaje se hace capaz de nombrar estas nuevas realidades, utilizando un instrumental de una dulce imprecación: “Usted es la responsable / señora mía. / Usted alimentó / precoces relámpagos / y peligrosas luces…” Y esta actitud se plasma en imágenes visionarias, de extraña arquitectura interior. Esta poesía de génesis y de apocalipsis es el cedazo donde la experiencia se condensa y se empapa de una invocación en la que resulta difícil deslindar si está hablando con un ser de carne y hueso o con una aparición. En todo caso hemos asistido a la concentración de un lenguaje y a la síntesis de una experiencia.
Inmediatamente después ese tono de recogimiento se retracta para devolvernos al espacio de lo cotidiano. Estamos en «Entre líneas» y asistimos al planteamiento de una serie de interrogaciones: “¿Quién ve? / ¿Quién habla / en el poema? / ¿Quién juguetea … / entre estas líneas? / ¿Quién pone acertijos / entre los blancos? / ¿Quién -tal vez- / se está burlando / de ti / o / de mí?”
De ese tipo de preocupaciones está habitada esta Callada fuente, planteadas siempre desde diferentes ángulos de visión, desde el silencio y la fugacidad; desde la añoranza y la ansiedad que genera la memoria del tiempo; desde la separación y el acercamiento a lo amado, que después de un nuevo ciclo solamente volverá a reencontrarse con sí mismo.
En «Te estoy oyendo» uno se encuentra con un nuevo y decisivo basculamiento desde lo terrestre hacia la elevación: “¿Escuchas, acaso, cómo canto? / Todo mi ser es un canto y / soy capaz de avanzar sobre el agua / Hacia Tí, Inefable.” El hablante le pone mayúsculas a su interlocutor. Y en eso reside gran parte de la gracia de una voz, de una poesía, que sólo quiere cantar lo cotidiano iluminado, por momentos, por una luz casi sacra.
Jorge Nájar
París, Cecupe, enero 2012
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