SARA MARÍA LARRABURE, NARRADORA PERUANA DE LOS AÑOS 50′
marzo 6, 2007 a las 10:51 pm | Publicado en Artículos sobre Literatura | 15 comentariosA propósito del Día Internacional de la Mujer y como había adelantado hace unos días, entrego ahora fragmentos del texto cuya versión completa ha sido publicado en el libro Mujeres que escriben en América Latina edición dirigida por la escritora peruana Sara Beatriz Guardia.
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¿Es que no hubo una voz de mujer en la narrativa peruana de los años cincuenta? Sí, sí que la hubo. En ese importante periodo destaca la obra de Sara María Larrabure (Lima 1921- 1961) dueña de una obra que destella por el equilibrio de la exposición de un perturbador mundo interior y el conocimiento – precoz, para la prosa de aquellos días- de las técnicas de narrar que revolucionaron el cuento y la novela.
Coetánea de Carlos Eduardo Zavaleta, Julio Ramón Ribeyro, Eleodoro Vargas Vicuña, Enrique Congrais y Mario Vargas Llosa, en 1947 ganó con un ensayo un premio en los Juegos Florales Sanmarquinos. En 1949 publicó su única novela Rioancho y en 1957 su colección de cuentos La escoba en el escotillón.
Retrato de Sara María Larrabure.
Salvador Dalí (1904-1989)
http://www.christies.com/lotfinder/LotDetailsPrintable.aspx?intObjectID=5580473
Tal como lo he contado en otras oportunidades, personalmente, llegué a Sara María durante una clase de literatura en la que mi maestro, el narrador Carlos Eduardo Zavaleta, exponía acerca de la narrativa de los años 50’ y ante mi pregunta si no había alguna mujer, respondió: “Sí, había una, muy buena: Sara María Larrabure”.
Recordó luego su belleza física. Lo mismo ocurrió cuando pedí información a un poeta que la había conocido. Coincidieron narrador y poeta en el elogio a su belleza física. Poco después, en un artículo el narrador la describe “Mujer delgada, culta y elegante, de altas piernas, rostro pálido y pelo rubio injustamente extranjero” y añade “en verdad una de las figuras iniciales de esa generación” (Zavaleta 1997).
En un breve párrafo de un Diccionario (Milla Batres t. VI, 1994: 60) encontré luego que había nacido en Lima en 1921, fundado la revista Centauro y que su obra narrativa se caracterizó “por la flexibilidad del estilo y una veracidad poco común en el ambiente limeño de su época”.
Para Ricardo González Vigil, es injusto el olvido de la obra de Sara María Larrabure, “con mucho la mayor contribución femenina de la llamada Generación del 50”.
El crítico resalta su vinculación con Simone de Beauvoir y reconoce que siendo el existencialismo francés una de las corrientes más influyentes entre los narradores de la mencionada generación “en ninguno de ellos se dio una postura existencialista propiamente dicha, ya que enlazan la enseñanza existencialista con otras corrientes, como sí en buena parte de las páginas de Sara María Larrabure” (González Vigil, 1991: 347).
Muchos años antes, en el Prólogo a su única novela, Rioancho (Barcelona, 1949) R. Santos Torroella, había señalado “el hallazgo y la autenticidad de un estilo propio, madurado con lentitud, saltando ágilmente del contenido a la expresión, enriquecido en todo momento por una inteligente y fina comprensión de los latidos de la vida, de alma y realidad, a los que se dirige su atención con cálida y penetrante solicitud” (Santos 1949: 7-11).
Luis Alberto Sánchez (1989) la considera “una fulgurante promesa, expresión de precocidad y liberación poco usuales en el medio al que pertenecía y del que extrajo tono y temas”. De los cuentos que integran La escoba en el escotillón, elogia la “pulcritud para componer y su vigilante conciencia estética” así como “su capacidad de observación poco común sobre todo en el campo psicológico”.
Posteriormente, en la selección de cuentos escritos por sanmarquinos, realizada por Carlos Eduardo Zavaleta y Sandro Chiri, (2003) se recuerda que “la autora ganó un premio de ensayo con tema clásico” en los Juegos Florales universitarios de 1947, y que “se dedicó a apoyar revistas culturales como Centauro (1950–1951); y a traducir esporádicamente a Omar Khayam o a T. S. Eliot”.
Se reconoce luego que “con este bagaje, se lanzó con admirable brío al cuento, y ahí están, como valiosas pruebas de su dedicación y esmero, sus tres libros: La escoba en el escotillón (1957), Dos cuentos (1963), y Divertimentos (1966), cuentos, estampas y artículos”. Se pondera la comprensión sicológica de sus personajes populares y “su pasión por la vida interior y riquísima de sus personajes, en especial femeninos”.
La obra de Sara María sigue siendo desconocida para la mayoría de lectores peruanos incluyendo los jóvenes narradores a los que Ricardo Sumalavia entrevista para conocer su opinión sobre la generación del 50 (Revista Quehacer, 2003) y en la que ninguno de los ocho autores, nacidos a partir de los años 70’, la menciona.(Sumalavia, 203 en http://www.desco.org.pe) .
Es evidente que ha debido pasar más de medio siglo para hacer posible una relectura y una crítica decidida a superar estereotipos temáticos y formales que habían falseado la presencia de la mujer, hubo de haber una subversión de convenciones para llegar a un registro más amplio de la experiencia femenina.
En las líneas que siguen presento solo algunos aspectos del cuento “El Peligro”, texto que pone de manifiesto su diestra manera de narrar capaz de crear atmósferas tensas y sugestivas.
“EL PELIGRO”
En “El peligro” , publicado en 1957 en La escoba en el escotillón. y antologado por González Vigil en 1991, historia y trama son lineales y se corresponden en la presentación de una voz de niña que inicia con gran resolución, coraje y alegría un recorrido lleno de dificultades a través de un estrecho pasaje entre la maleza, lo que ella llama “un túnel”.
A poco de coronar la travesía que la llevaría a un lugar ameno y deleitoso es asaltada por un “algo” misterioso, un ser que ha estado espiándola y la ha ido llenando de pavor. La conciencia del peligro la paraliza.
Finalmente, esa entidad misteriosa, monstruosa, la ataca en lo que para Zavaleta es el símbolo de una violación (“Un bulto enorme me aplastó buscándome, estrujándome, mientras me debatía tratando de escurrirme.. El aliento fétido mareaba, pedía que me abandonase”) pero la niña reacciona y golpea con una piedra, insistentemente, al agresor.
El final es impactante: la niña se ve sola y la luz fría y blanca de la luna contra el cielo le muestra las manos húmedas. “Levanté mi mano izquierda y la abrí; en el hueco de la palma un pedazo de piel sanguinolenta se sostenía pertinaz a unos mechones lacios y negros que se incrustaban entre mis uñas rotas, violentamente criminales”.
Una narradora implicada, encarna en una voz infantil o púber, y con equilibrado manejo de la tensión, adecuada dosificación de elementos del mundo objetivo y subjetivo, nos hace ingresar desde las primeras líneas a una atmósfera inquietante.
“A toda carrera salí hacia el campo. Había un lugar donde no me encontraría, era un escondrijo que me había tardado largo tiempo hallarlo.
Quedaba en una huerta, o lo que antes fuera una huerta. Nadie se ocupaba ahora de hacer crecer en ella plantas verdes, pegadas a la tierra, alineadas correctamente; sólo algunas matas de fresas ocupaban un minúsculo rincón del gran terreno. En partes existían claros en los que erguía algún árbol y, para llegar a estos, yo tenía que arrastrarme por entre el matorral, siguiendo un túnel sombrío (que) no seguía una línea derecha, se retorcía sinuosamente hasta que llegaba al claro, cuyo centro era el árbol. Luego había que buscarlo nuevamente, ya que la entrada se hallaba disimulada; pero yo la distinguía porque la cubrían matas sospechosas. No lo había recorrido todavía en toda su extensión, sino sólo una parte, y ésta me había costado una paciente labor de días, quizás meses.”
El peligro imanta aunque lo desconocido sea sinónimo de amenaza principalmente para niñas y mujeres a las que se inocula sistemáticamente el miedo. Pero la trasgresión turbadoramente atractiva, se presenta también como el camino para la plenitud.
“Mis excursiones eran sigilosas, secretas, y cuando volvía de ellas me costaban reprimendas pues mi aspecto era desastroso: arañazos en la cara, brazos, piernas y el traje desgarrado. Pero no importaba, me había obstinado en recorrerlo y descubrir su secreto, tal vez conduciría a un país encantado donde no hubiese castigos ni exigencias. Lo que yo más temía era algún encuentro con algo monstruoso que podía ser desde una serpiente hasta el dragón guardián de ese otro mundo misterioso.”
El género de la narradora protagonista, así como las características de la época en la que se construye el discurso, se descubre por su atuendo de niña tan poco apropiado para cualquier actividad que demande libertad de acción:
“Si entraba a rastras en el túnel mi traje nuevo se rasgaría, pero podía con cuidado remangarlo en la cintura y meterlo en el calzón asegurándolo con el elástico; la parte del corpiño se ensuciaría, pero podía sacudirlo más tarde”
“El problema eran los zapatos, eran los más nuevos que tenía: Me descalcé, introduje la falda en el calzón y me escabullí en el matorral de plantas parduscas y verde sucio”
En esta narración entrañable y dura, es posible encontrar tres instancias: la protagonista se desplaza de la exaltación infantil de la aventura al temor ante el peligro y luego el combate con ese algo violento que culmina con una atmósfera exasperante y cargada de símbolos oscuros
“Aquí hay tantas ramas. Una me hirió en el brazo desgarrándome parte de la manga. La pobre manga soportaba ahora la sangre… Lo importante era estar alerta. Alerta con los ojos, los oídos, el tacto. El peligro se podía esconder debajo del lecho de hojas húmedas sobre las que yo gateaba, o detrás del espeso matorral que se extendía a ambos lados del pasaje y arriba. Mis movimientos eran cautos,…. Lo desagradable era mirar atrás, pues entonces tenía que volver la cabeza y perder de vista lo que me esperaba delante”
“Un temblor nervioso me paralizó: algo se había movido, algo subrepticio que se arrastraba y luego silencio. Agucé mis oídos esperando más que ver, oír de donde venía”
Es significativa la forma como ella misma se da valor para continuar cuando presiente el peligro. Se reconoce niña indefensa y con todo derecho a vivir:
“¿sería una serpiente o algún monstruo?, ¿y si me mataba a mi también? No, a mi no me mataría porque yo no podía morir, yo había nacido para la vida y ésta todavía no había venido; yo no había hecho nada todavía”.
Sin embargo, al encuentro con el peligro presentido, el miedo la paraliza
“Levanté la cabeza. No vi sino sus ojos idiotas e insensibles de reptil, más arriba de mi cabeza, a pocos centímetros de mi frente. Permanecí hipnotizada con la cabeza ligeramente levantada sobre la tierra donde yacía tendida. Mis manos, ¿dónde estaban mis manos? Ahora no las sentía, las había perdido”.
Los párrafos finales son de una enorme tensión. Realidad y fantasía se mezclan en la exposición de uno de los miedos más frecuentes: el miedo a la violación el mismo que se resuelve en sentimientos agresivos
«Las pupilas desaparecieron, pero ahí estaban esperando sin moverse. El aliento fétido se hizo menos soportable. Mis músculos comenzaron a existir, tuve conciencia de mi mano izquierda debajo de mi cuerpo, la derecha crispada sobre la tierra, arañándola, pidiéndole ayuda»«Fue un movimiento instintivo y brutal. Los ojos volvieron a emerger de la penumbra cuando el puñado de tierra se escapó de mi mano cayendo certero sobre ellos. Un bulto enorme me aplastó, buscándome, estrujándome mientras me debatía tratando de escurrirme. Sus miembros buscaban mis miembros tratando de definirme. El aliento fétido mareaba, me pedía que me abandonase. Hallé una piedra y golpié, golpié donde encontraba resistencia hasta que oí el jadeo aminorarse. Seguí golpeando contra algo duro, seguí aun cuando el líquido tibio se deslizó por mis manos, seguí golpeando hasta que no oí ya nada más sino los nítidos chillidos de las lechuzas triunfantes, apaciguando al viento.«…En una mano todavía sostenía la piedra, la otra estaba cerrada guardando un secreto áspero. La luz fría y blanca me mostró unas manos húmedas con manchas de tierra mojada. Levanté mi mano izquierda y la abrí: en el hueco de la palma un pedazo de piel sanguinolenta se sostenía pertinaz a unos mechones lacios y negros que se incrustaban entre mis uñas rotas, violentamente criminales”.“El Peligro” de Sara María Larrabure nos sigue perturbando por su exhaustiva mirada interior a la sexualidad de mujer expuesta en un medio plagado de tabúes. Con gran destreza expone sentimientos confusos. La imagen final de la niña de uñas rotas, “violentamente criminales” no es la misma de aquella miedosamente valiente que inició el tránsito. La libertad y la culpa parecen colocar el punto final.Sara María Larrabure falleció a los 41 año, en 1962. La escoba en el escotillón esperó décadas para ser conocido. El desconocimiento de su obra creada precisament dentro de la narrativa más renombrada del siglo XX se explica por la condición de la autora y las circunstancias históricas en las que desarrolló su labor.
El debate de si existe o no una estructura diferente en la escritura de las mujeres debido tanto a factores de la producción textual así como a la elección y construcción de un determinado lenguaje, comenzó en el Perú recién a partir de la década de los años 70’. Y, al parecer, continúa.
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¿Es posible consguir algo de ella? Me ha interesado.
Comment by Danza Invisible— marzo 7, 2007 #
En librerías, imposible. Salvo las antologías que cito.
Tendrás que visitar bibliotecas. Te recomiendo la Biblioteca de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Comment by SoniaLuz— marzo 7, 2007 #
Hola, Sonia Luz:
Fue una grata sorpresa encontrar en tu blog tu interesante artículo sobre Sara María Larrabure. Pues sí, fue una de las grandes animadoras y creadoras de la «Generación del 50», lamentablemente muy poco conocida (supongo que, en parte, debido a su prematura muerte).
Yo no sabía nada de ella hasta que empecé a invesitigar sobre la producción novelesca de los años 1948-1955 (y sus relaciones con la prensa limeña de aquellos años, el motivo de mi tesis docotral, sustentada en Toulouse). Hay un par de refrencias periodística sobre ella: la p. III del viejo Suplemento Dominical de El Comercio, el 5 de febrero de 1950, y otra anterior, en la p. 3 de El Comercio del 21 de noviembre de 1949. Por otro lado, Zavaleta la evoca en «Autobiografía fugaz»
Atte.
Jorge
Comment by Jorge— marzo 31, 2007 #
Como vemos, todavía es escasa la información sobre la vida y obra de la autora. Te agradezco el generoso comentario y los datos que aporta.
Comment by SoniaLuz— abril 1, 2007 #
Sonia Luz: Buscando material sobre literatura escrita por mujeres en Perú, encontré tu interesante blog. Tuve el gusto de escuchar tu ponencia en el congreso de agosto del 2006 y me gustaría saber si has continuado tus investigaciones sobre Larrabure.
Felicitaciones y gracias por compartir tus trabajos.
Comment by Rosario Arias— junio 13, 2007 #
Rosario
Tengo una deuda pendiente con Sara María Larrabure respecto a Rioancho, su novela. Espero poder saldarla en algún momento. Gracias por tus conceptos.
Comment by SoniaLuz— junio 15, 2007 #
Hola:
Soy su sobrina, pero si están muy interesados los puedo poner en contacto con alguien que puede tener información adicional, Saludos,
Comment by Sara Larrabure— agosto 14, 2008 #
Estimada dama:
Quisiera acercarme a esta escritora desconocida peruana, y sobre todo conocer su segundo apellido. ¿Le podría pedir el favor de enviármelo? Se lo agradecería en extrremo.
Rafael R. ASPILLAGA
Comment by Rafael R.— marzo 12, 2011 #
De momento, no lo conozco pero lo podemos averiguar. Y tal vez algún lector/a nos pueda ayudar.
Comment by SoniaLuz— marzo 12, 2011 #
Hola Sara
Qué alegría recibir tu comentario y ofrecimiento. Te cuento que después de mucho indagar, y gracias a un joven alumno que realizó una búsqueda esforzada, pude obtener una foto de Sara María. La difundiré cuando el tiempo – que siempre me pisa los talones-me permita escribir algo a la altura de tan admirable escritora.
Comment by SoniaLuz— agosto 14, 2008 #
Rioancho. Compré esta novela en San Juan de Luz, en un librero de viejo,hace unos años. No conocía a la autora, pero me interesó que fuera peruana y tuviera un apellido vasco.
Ahora -ya jubilada- reviso mi biblioteca y «caigo» sobre él. Antes de leerlo, quiero saber quién es Sara María y la busco en Internet
Después de leer, todo lo anterior, me interesa y voy a empezar a leerlo, ahora mismo. Una vez lo haya leído enviaré un comentario.
Gracias. Josefa Mª Setién.
Comment by Josefa María Setién Aranburu— octubre 1, 2009 #
Josefa María, tu mensaje tiene un especial significado para mí. Me alegra el día saber que he colaborado con la difusión de la obra de Sara María y también que tu comentario ingrese hoy que estoy recordando que hace exactamente un año, llegué – una vez más- a mi querida España, donde pasé, inolvidables momentos recorriendo los Campos de Castilla y leyendo mis poemas. Algún día espero poder conocer el País Vasco, de donde según algunos proviene mi apellido materno. Un abrazo desde Lima.
Comment by SoniaLuz— octubre 1, 2009 #
Sonia Luz,
Tal como conversáramos durante tu visita a Paris, aquí te envío el producto de mis investigaciones sobre el cuadro que figura en el artículo «Sara María Larrabure, narradora peruana de los años 50′ » (https://hablasonialuz.wordpress.com/2007/03/06/sara-maria-larrabure-narradora-peruana-de-los-anos-50/) de tu blog.
En el Catálogo Razonado de Pinturas de Salvador Dalí figura el «Retrato de Sara María Larrabure» con el número 1153 (https://www.salvador-dali.org/es/obra/catalogo-razonado/1952-1964/1153/retrato-de-sara-maria-larrabure). Allí se indica que es un óleo sobre tela, de 85.4 x 60 cm, pintado en 1963.
Lo más interesante es que se indica que después de haber pertenecido a Ramón Aspíllaga, pasó a sus herederos y que luego fue subastado una primera vez en la casa Sotheby’s, de New York, el 6 de Mayo del 2010. Habiendo ingresado en una colección privada europea, fue subastado una segunda vez por la Casa Christie’s de Londres el 21 de Junio del 2012.
Hasta allí, la información proporcionada por el Catálogo de las obras de Dalí.
Esto quiere decir que el retrato habría sido pintado a partir de una foto, probablemente a pedido de uno de sus familiares, puesto que Sara María Larrabure falleció en 1961?. Ramón Aspíllaga fue su esposo.
Deseando saber algo más, seguí las huellas del cuadro en los portales internet que se ocupan de las subastas artísticas. Así encontré, en el portal Artvalue.com, los datos siguientes:
– El «Retrato de Sara María Larrabure» fue «subastado en Sotheby’s» con un precio de base estimado entre 250 000 USD – 350 000 USD. ((http://www.artvalue.fr/auctionresult–dali-salvador-1904-1989-espagn-portrait-of-sara-maria-larrabu-2629937.htm)
– Apenas dos años después, el 21 de junio del 2012, cuando fue subastado en la casa Christie’s, el cuadro ya valía entre 200 000 GBP – 300 000 GBP, es decir entre 276 000 USD – 415 000 USD. (http://www.artvalue.fr/auctionresult–dali-salvador-1904-1989-espagn-portrait-de-sara-maria-larrabu-3340732.htm)
Es indudable que el coleccionista europeo que lo compró en Nueva York no era un amante de las artes ni un admirador de Dalí, sino un vulgar inversionista que invirtió en ese cuadro esperando ganar un poco de plata.
Desgraciadamente, no he logrado saber el precio exacto que fue pagado por ese cuadro en ambas subastas.
Lo que sí está claro es que el «patriotismo» de los Aspíllaga no daba para tanto y que en lugar de cederlo o depositarlo en el Museo de Arte de Lima, prefirieron venderlo en Nueva York. Seguramente que estaban pasando por un momento «difícil», pero no creo que haya sido tan difícil como los momentos que los Aspíllaga hacían pasar a sus obreros de los fundos azucareros que durante tanto tiempo explotaron.
Es lamentable que este retrato de Sara María Larrabure, una escritora cuyo trabajo está en plena revaluación, termine lejos de su país.
Dr Roberto FLORES GUEVARA, 25 abril 2018.
Comment by Roberto FLORES— abril 30, 2018 #
Hola Sonia Luz,
Tu paso por Paris, me ha llevado a interesarme por la vida de Sara María Larrabure (SML), una escritora que yo no conocía antes del Café Literario en el que participaste aquí en Febrero pasado.
Hace unos días descubrí que SML nació en Paris el 17 de Febrero de 1921! He confirmado este punto indagando en los archivos del Registro Civil parisino. En su Partida de nacimiento se dice que nació en el número 19 de la Avenida Kleber, Paris-16; que fué inscrita como «Sara, María, Julia, Eugenia, LARRABURE», y que fué hija «de Luis LARRABURE, de 38 años, diplomático; y de Sara LOREDO, de 26 años, sin profesión, su esposa».
En varios portales de genealogía he encontrado información contradictoria. El año de su muerte a veces es 1961, otras veces 1962 … incluso he visto una vez que se dice que falleció a los 44 años!
Se dice que se casó el 17 de Febrero de 1939 – día en el que cumplía 18 años – con un tal Enrique Montero Muelle, con el cual tuvo dos hijas (otro portal habla de un descendiente sin dar el nombre).
Finalmente, más allá se dice que estuvo casada, «entre 1942 y 1953», con Ramón Aspíllaga, nacido en 1897.
Es todo lo que he podido obtener por el momento. Pienso que la mayor parte de la información biográfica podría ser obtenida en el Perú.
Un abrazo.
RFG
Comment by Roberto FLORES— abril 30, 2018 #
Querido amigo, Roberto Flores. Tu contribución es tan importante que me permitiré extraer tus comentarios para crear con ellos un ilustrativo nuevo post referido a Sara María Larrabure. Mil gracias!
Comment by SoniaLuz— mayo 1, 2018 #