JEAN ARTHUR RIMBAUD, PROVOCADOR INCANDESCENTE

febrero 18, 2007 a las 4:33 am | Publicado en Artículos sobre Literatura, JARDIN DE DELICIAS | 6 comentarios

 

 

 Hijo de pequeños terratenientes y alumno destacadísimo del Instituto de Charleville, donde barrió con todo los premios, Jean Arthur Rimbaud  nació al norte de Francia a mediados del Siglo del Progreso (1854) muy pronto se escapó de la casa, vagabundeó y escandalizó y también conoció a poetas como Baudelaire y Verlaine. Estudió a los  iluministas y ocultistas y, caso prodigioso de precocidad,  a los  dieciséis años escribe su Barco ebrio  y  postula la ruptura con la literatura de la mimesis.

No repetiré aquí los datos escandalosos de su biografía. Ya  bastante se ha hecho en ese sentido. Quiero incidir más bien en su pensamiento sobre el arte que tanto tiene que ver con su vida. Aquí algunos datos: Había asistido a la conmoción de la famosa Comuna de París (1971) y en breve vuelta a Charleville publicó sus Cartas del vidente. La primera, dirigida a su profesor Georges Izambard donde expone sus reflexiones sobre la moral tradicional y la necesidad de “un nuevo verbo”. En la segunda, escrita a su amigo Paul Demeny, le promete a este “una hora de literatura nueva”. Texto iconoclasta que derriba la tradición poética de Francia y de todo el mundo a excepción de los clásicos griegos.  Rimbaud piensa que nadie se ha percatado que “el yo es otro”, es decir, que nuestra personalidad, la única verdadera permanece inexplorada, confundida en el inconsciente y por eso es necesario recurrir a sus fuerzas primitivas para reintegrarnos a la inteligencia universal.

El camino para este descubrimiento y la posibilidad de mostrarlo a los demás es sólo a través de la poesía. Y es una forma nueva de poesía de la que encuentra algunos rasgos en Baudelaire y sobre todo en Víctor Hugo “el primero de los videntes”. Condición de esta nueva poesía es “hacerse de un alma monstruosa”. El poeta tiene que revivir, comprender cualquier forma de amor, de sufrimiento y de locura; y apurar en sí mismo todos los venenos para conservar su quintaesencia y llegar a la comprensión de lo ignoto.

El poeta debe dejar de reflejar el mundo. «Je est un autre», repite. El poeta debe ser un médium.  Y esta condición se alcanza cuando “El poeta se hace vidente a través de un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos”.

 A partir de estas ideas invito a releer  los dos primeros textos de Una temporada en el infierno, libro publicado en Brusellas en 1873, en una edición de cuatrocientos ejemplares que, según parece, destruyó casi totalmente (sólo se salvaron doce lo doce ejemplares) en un gesto con el que quiso significar su renuncia a la poesía.

Comparto también una –mala y furtiva- foto que tomé en una visita al Louvre  del cuadro de Fantin-Latour El rincón de la mesa (1872).En ella se ve, de izquierda a derecha, a P. Verlaine, A. Rimbaud, Leon Valade, Ernest d’Hervilley, Camille Pelletan, Eleazar Bormier, Émile Blémont y Jean Aicard.

Una Temporada en el Infierno·

Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones.

Una noche, senté a
la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.

Me armé contra la justicia.

Huí. ¡Oh hechiceras, oh miseria, oh cólera a vosotras os he confiado mi tesoro!

Logré desvanecer en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia feroz.

Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba,  la culata de sus fusiles. Llamé a  las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. El infortunio fue mi dios. Me revolqué en el fango. Me sequé con el aire del crimen. Y le di buenos chascos a la locura.

Y la primavera me trajo la horrenda risa del idiota.

Ahora bien, hallándome hace muy poco a punto de lanzar el último ¡cuac! Soñé recuperar la llave del antiguo festín, en donde tal vez recobraría el apetito.

Esta llave es la caridad. ¡Tal  inspiración prueba que he soñado!

«Seguirás siendo una hiena, etc…”  exclama el demonio que me coronó con tan amables adormideras.

“Gana la muerte con todos tus apetitos, y con tu egoísmo y con todos los pecados capitales».

¡Ah! ¡Estoy harto de eso.  Pero, caro Satán, os conjuro ¡Una mirada menos iracunda! Y a la espera de algunas pequeñas vilezas rezagadas,  para quienes aprecian en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprenso estas aborrecibles hojas de mi carnet de condenado.

La mala sangre

De mis antepasados galos, tengo los ojos azul pálido, el cerebro pobre y la torpeza en la lucha. Me parece que mi vestimenta es tan bárbara como la de ellos. Pero yo no me unto de grasa la cabellera.

Los galos fueron los desolladores de animales, los quemadores de hierbas más ineptos de su época. Les debo: la idolatría y la afición al sacrilegio; ¡oh! todos los vicios, cólera, lujuria, la lujuria, magnífica; sobre todo, mentira y pereza.

Siento horror por todos los oficios. Maestros obreros, todos campesinos, innobles. La mano en la pluma equivale a la mano en el arado. -¡Qué siglo de manos!- Yo jamás tendré una mano. Además, la domesticidad lleva demasiado lejos. La honradez de la mendicidad me desespera. Los criminales asquean como castrados: yo, por mi parte, estoy- intacto y eso me da lo mismo.

Pero, ¿qué es lo que ha dotado a mi lengua de tal perfidia, para que hasta aquí haya guardado y protegido mi pereza? Sin ni siquiera servirme de mi cuerpo para vivir y más ocioso que el sapo, he subsistido dondequiera. No hay familia en Europa a la que no conozca. -Hablo de familias como la mía, que todo se lo deben a
la Declaración de los Derechos del Hombre-. ¡He conocido cada hijo de familia!


· A. Rimbaud. Un temporada en el infierno. Versión castellana de Oliverio Girando y Enrique Molina. Buenos Aires, Fabril, editora, 1959, pp  17-18  y 21-22 

Tags: Arthur+Rimbaud , Temporada+en+el+infierno

VER: Pobre Lelian. Verlaine y los poetas malditos

6 comentarios »

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  1. Es extraordinario maravilloso, soy docente de literarura a mi personalmente me interesa todo sobre estos autores en especial por Rimbaud deseo ver más comentarios, obras todo lo relacionaado con la literatura Francesa.

  2. Sí, Rosario , el patrimonio poético es universal. El propósito de estas páginas es ir dando cuenta de obras y autores clásicos y contemporáneos. Te agradezco el comentario.

  3. El común error que cometemos al posicionarnos enfrente de un poeta es creerlo simplemente un ser humano. El sufrimeinto del pánida lo hace resurgir como la escencia que representa y en la que se ha convertido, no es simplemente un arrebato de conciencia o un antojo de razón; el poeta es el encarnamiento de un milagro, la transformación de un Dios que decide marcar el suelo de los hombres. Por sufrir somos Dioses.

  4. Es un deleite la lectura en sus diferentes percepciones, las deseo como la de Javier Heraud, o Vallejo, más allá de esta insinuación estimulante fijo mis sueños en la dulzura encantada de los tiempos de cólera de Garcia Marquea por ejemplo.

    Aún percibo la lejana versación de la lima añeja cuando estudíe, luego las miserias en el zanjón del Tucán Bedoya Reyes.

    Disfruta

    Renzo

  5. Excelente desde todo punto de vista

    Saludos

    An

  6. Esplendido el post, das una visión muy clara y rica de RIMBAUD! sigue así!


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